38.

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Narra Mía.

Estaba sentada en la sala viendo una película que me fascinaba, era romántica.

Iba por la mitad de la película cuando escucho un portazo.

— ¡Mía! — oí llamarme james.

Entró a la sala algo furioso.

— ¿que pasa? — pregunté confundida.

— ¿¡por que me mientes!? ¿¡Solo quieres sepárame de Ana?! — gritó.

De que habla...yo no mentí en ningún momento.

—¿de que hablas james? En ningún momento quisiera mentirte en algo a si —

— ¡te pido que no te metas en mi relación con Ana y nos deje estar juntos! — gritó.

— ¡james yo no me meto en tu relación con nadie, solo escuche eso y no quiero nada malo para ti! — grité con los ojos llorosos.

— cállate y lárgate —

Cayeron lágrimas de mis ojos y me fui escaleras arriba.

Me encerré en mí habitación y me tiré a la cama boca abajo para llorar.

Lloro por la forma en la que me gritó, el no me gritaba a si desde hace mucho tiempo.

No me puedo creer que él no me crea, jamás sería capaz de mentirle en algo a si...seguramente Ana con sus encantos le habrá echo creer lo contrario.

Cerré los ojos y me quede dormiría mientras lloraba.

[...]

Sentí como alguien me llamaba y me movía el hombro.

Abrí los ojos y ahí estaba Fernanda.

— Mía, es hora de cenar — susurro.

— no quiero cenar... — dije y giré mi cabeza para no mirarla y cerrar los ojos.

— linda, son ordenes del señor, debes de bajar — dijo.

— Fernanda, de verdad no me apetece —

Ella me miró algo apenada.

— ¿es por lo de antes verdad? — preguntó.

Asentí.

— el no me cree y me gritó de una forma muy desagradable — dije y callo una lágrima de mi ojo.

Ella comenzó a acariciar mi cabello.

— mi niña...yo sé que Ana... — dijo pero se vio interrumpida.

— ¿por que tanto la tardanza? — preguntó james en la puerta.

No me apetecía ni mirarlo a la cara, solo miraba a Fernanda.

— es que...a la señorita no le aparece cenar — dijo Fernanda.

Él entró a la habitación.

— retírate Fernanda — ordenó el y Fernanda se fue.

El se acercó a mi cama y yo giré mi cabeza para no verle.

Sentí como el colchón de hundía.

— Mía tampoco es para que te pongas a si, esas cosas son asuntos míos — dijo el.

— me gritaste... — susurre.

— esa no era mi intención — dijo.

Me senté en la cama directamente.

SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora