19.

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Narra Mía.

¿Entonces que quería?

Estaba nerviosa a pesar de que él dijo que no hice nada malo.

— pensaba en hacerte mía esta noche, pero tengo mucho trabajo que hacer — dijo.

Levantó su mano empezó a acariciar mi mejilla derecha con pura suavidad.

En verdad se sentía bien...

Cerré los ojos por la comodidad y el señor al notar eso sonrió.

¿Que estoy haciendo?

De repente quite mi rostro con brusquedad.

— ¿que te pasa ahora? — dijo el con un poco de furia en la voz.

— nada — susurre.

El asintió.

— quiero que estes preparada para mañana y que no me hagas ningún berrinche de niña pequeña — dijo serio de nuevo.

Me empiezo a cansar de sus comentarios.

— no son berrinches — dije un poco alto.

Se sorprendió por mi respuesta.

— ¿crees que porque de haya dejado ver a Betty me volví más amable contigo? — dijo y se rió.

Negué.

— pues cierra el pico y vete a tu habitación si no quieres que te haga lo de ayer pero aún más fuerte — dijo tan furioso y serio que otra vez comencé a temblar.

Baje la mirada y el gorila me llevo a mi habitación.

Me fui a mi habitación y como aún era de día decidí coger mis libros y leer algo ya que no tenía nada importante que hacer.

[...]

Estaba cansada de hacer todo el rato lo mismo.

Se que pensareis que soy una nerd, una chica que solo se dedica a estudiar...no lo soy, es que es lo único que puedo hacer en esta horrible vida.

Deseaba salir de aquí...

Se que aquí me tratan mejor que en mi casa...bueno tampoco mejor, pero si un poco.

A veces pienso que alguna vez hice algo muy malo que yo no me acuerde y ahora estoy pagando por aquello...no lo sé.

Cerré mis ojos para descansar un rato y caí dormida.

Estoy en mi casa tranquilamente limpiando los platos sucios cuando de repente oigo a mi hermano.

— ¡Mía! — gritó mi nombre.

Comencé a temblar.

Me giré y lo mire con miedo.

— ¿que haces hermanita? — preguntó algo raro.

Estaba ebrio.

— n-nada, solo f-friego los platos — dije tartamudeando.

Estaba temblando tan fuerte que el plato que tenía en mis manos se me resbaló y cayó al suelo haciendo un fuerte ruido.

— ¡eres una estupida! — al oír eso sentí como me propinó un fuerte golpe en la cara.

Caí al suelo mareada pero conseguí levantarme y escapar.

Entre por la puerta de mí habitación y de repente aparecí en el despacho del señor.

Ahí estaba el señor furioso. Me cogió y me desnudó colocándome boca abajo y atada. Me azoto miles de veces y me soltó de nuevo...comencé a llorar.

SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora