36.

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Abrí mis ojos lentamente y noté la presencia de Mía aún en mis brazos.

Juro que nunca dormí tan cómodo, despejado, relajado...

Comencé a acariciar su suave brazo hasta que ella abrió los ojos lentamente y comenzó a separarse de mi.

Estaba algo confundida y ya sabía lo que se venía.

— estabas borracha — susurre.

— lo se, me acuerdo de todo y lo hice con razonamiento — dijo tocando su cabeza.

— me alegra oír eso — dije y me puse la camisa del pijama — ¿resaca? — pregunté.

Ella me miró y sonrió aún tocando su cabeza con delicadeza.

— si, en algún momento me estallará la cabeza — dijo e hizo el gesto de explosión.

Me acerqué a ella, me senté a su lado y la tumbé para tomar su pequeña cabeza y hacerle un masaje.

Ella cerró los ojos.

— se siente tan bien... — susurró.

— lo se...pero me tengo que ir, hoy tengo un gran negocio. — dije energético.

Me levanté pero sentí sus manos sujetar las mías.

— ¿enserio te tienes que ir? — preguntó triste — jo...quédate — hizo pucheros.

Se veía tan tierna...me quedaría con ella todo el día pero no puedo.

— si me dejas sola moriré por resaca — dijo y reímos.

Me arregle la corbata y me acerqué a ella.

— prometo que cuando vuelva te haré todos los masajes que quieras — dije y le di un beso en la cabeza.

— de acuerdo... — dijo desanimada.

— si te sigue doliendo pídele a Fernanda alguna pastilla —

Asintió y me fui.

Comencé a pensar en la situación en la que estaba y pensé en Ana...no puedo hacer esto, se que la ternura de Mía me gana pero eso eso tiene que cambiar, tengo pareja.

[...]

— amor — salude a Ana con un beso en los labios.

Ella se veía tan sexy.

— ¿por que tan sexy? — pregunté.

Entramos a mi oficina y nos servimos whisky.

— ¿enserio preguntas eso? Pues para ti y también para verme presentable frente a un gran empresario que vendrá en una hora, Stefan Pol. — dijo y sonrió en lo último.

Asentí.

— casi se me olvidaba — dije tocando mi cien.

— estoy aquí para recordártelo — dijo.

Sentí como se sentaba en mi regazo y me beso.

Después de unos segundos nos separamos y ella se fue a su lugar para atender a Stefan en una hora.

[...]

— señor — saludó Pol extendiendo su mano.

— señor Pol — respondí.

Nos sentamos y Ana comenzó a servirnos.

— bueno, veo que vienes desde muy lejos para un negocio importante — dije.

— a si es — respondió.

— pues adelante, dígame —

— queremos atacar a la mafia rusa y necesito más hombres y alguna avioneta, entonces me enteré de que tienes a hombres bien formados y varias avionetas —

SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora