Capítulo 13

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Noodle gimió entre sueños, separando apenas los párpados para ver una cabellera azul moverse sobre su pecho, algo húmedo deslizándose alrededor de un pezón. Llevó una mano al pelo del hombre, acariciándolo para llamar su atención, él separándose, levantando la cabeza para mirar a la adormilada mujer que estaba saboreando.

- Buenos días. – Murmuró, volviendo a su tarea, rodeando un delicado botón con los labios para chuparlo.

- Stuart. – Ella cerró los ojos disfrutando, gimiendo nuevamente, la lengua masculina probándola.

La luz del sol iluminaba levemente la habitación, el suave perfume natural de Noodle combinado con el aroma a caramelo de Stuart creando una fragancia perfecta que los embriaga a los dos.

Stuart se paralizó cuando ella gritó, la boca masculina la había mordido, causando que se estremeciera completamente, su cuerpo respondiendo, separando las piernas, él jadeando, ubicándose para entrar en ella y repetir lo que tanto lo había fascinado la noche anterior.

La besó, tragándose un gemido, mezcla de cierta incomodidad y placer, su pene erecto entrando en ella, los músculos internos dándole la bienvenida. Soltó sus labios, mirándola a los ojos, comenzando a moverse en ella, saboreando la sensación de su humedad y calor a su alrededor.

- ¿Te gusta? – Preguntó, temeroso de ser el único disfrutando de los dos.

- Sí. – Suspiró, rodeando sus caderas con las piernas, empujándolo para animarlo a ir más profundo.

- ¿Yo te gusto? – Volvió preguntar, embistiendo más fuerte.

- Si... me gustas... me gustas mucho. – Confesó, arqueándose, él besándola nuevamente, una mano femenina enredada en el pelo azul, la otra clavando las uñas en la pálida piel de su espalda.

Rodó la boca por el cremoso cuello de Noodle, mordiéndola, marcándola como suya, ella gritando, apresándolo, la misma sensación enceguecedora de la noche anterior recorriéndolo, su cuerpo estremeciéndose, llenando con su semen a la mujer.

En vez de separarse, se abrazó a ella, devorando su boca, experimentando los últimos resquicios de placer sexual con Noodle.

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- ¿En verdad te tienes que ir? – Stuart levantó la vista, sus dedos atando los cordones de sus zapatos.

- Me gustaría quedarme y seguir con lo que estábamos haciendo, pero no puedo. – Se puso de pie, mirándola, solo una delicada bata cubriendo la desnudez de Noodle. – Ya es bastante sospechoso que no llegase anoche a dormir a la parroquia.

- Tienes razón. – Él se acercó, rodeándola con los brazos, besando su frente. - ¿Cuándo podremos...? – La interrumpió, acariciando la boca de ella con la suya.

- Pronto. – Stuart le sonrió. – Ya te probé y aún siento hambre de ti. – Musitó, separándose de ella. – Será mejor que me vaya, el padre Collins debe estar preocupado por mí.

- Hasta luego. – Lo acompañó hasta la puerta, escondiéndose para que ningún chismoso pudiese ver como estaba vestida, Stuart agitando su mano, sonriéndole, saliendo para regresar a la casa parroquial

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El fraile se deslizó silenciosamente por la casa hasta llegar a su cuarto, tomando su hábito para ir a darse un baño antes de colocárselo, estando consciente de cuanto había sudado entre los brazos de Noodle, una sonrisa tonta adornando su rostro, recordando la sensación de poseerla hasta la saciedad, el deseo volviendo a nacer.

- ¿Se puede saber donde pasaste la noche, muchachito?

- Padre Collins. – Susurró espantado Stuart, el sacerdote mayor mirándolo con los brazos cruzados sobre el pecho.

- No, soy el Papa. – Gruñó, sarcástico. – Te lo repito ¿Dónde se supone que dormiste anoche?

- P-pero si dormí aquí. – Trató de sonar seguro.

- ¿Qué haces vestido así? – Señaló su ropa, el joven poniéndose aún más nervioso.

- S-s-salí temprano.

- Ajá, claro, supondré que dormiste en el techo de tu cuarto, porque fui a verte a tu habitación y tu cama estaba perfectamente tendida, como si nadie hubiese estado allí. – Exhaló, meneando la cabeza, como decepcionado. – Y eso fue a las tres de la mañana ¿Qué tan temprano saliste como para que a esa hora no estuvieses en casa?

- Está bien, me descubrió. – Pensó rápidamente en una mentira. – Pasé la noche en casa de Murdoc.

- Murdoc ¿eh?

- Si, empezó a llover y no pude venir a casa, dormí en uno de los sofás de él.

- ¿Y por eso sonríes como idiota?

- Es que... es que me gustó mucho la película de anoche, fue la primera vez que asisto a un evento tan importante.

- Te creeré por esta vez, mocoso. – Dejó salir un suspiro de alivio, Collins aun observándolo. - ¿Sabes qué fecha hay en la próxima semana?

- ¿Fecha? ¿Qué fecha?

- ¡Tu cumpleaños, idiota! – Apretó los puños, realmente tentado con la idea de golpear su protegido cabeza hueca.

- ¡Mi cumpleaños! – Gritó emocionado.

- Así es y pensé que el domingo después de tu cumpleaños sería un buen día para que puedas hacer tu primera misa. – El padre Collins no vio como Stuart tragó grueso, como si de repente recordara que era un sacerdote, acordándose también de que había hecho algo contra sus votos.

- Eso suena genial. – Su voz salió sin un ápice de emoción verdadera, fingiendo estar feliz.

- Le pediré a Noodle que hornee un pastel para ese día, prepara uno de almendras realmente bueno, mucho mejor que el de la vieja Litchfield. – Dijo mientras caminaba por el pasillo, Stuart clavado en el piso.

- ¿Noodle?

- Si, la maestra del pueblo que te ayuda con catequesis. – Detuvo su paso, atravesando al joven con su mirada. – En verdad que hoy amaneciste idiota, Stuart, aunque espero que solo sea momentáneo y no me dejes mal el próximo domingo.

- Lo que usted diga, padre Collins. – Se quedó solo, tomando el peso de lo que había hecho la noche anterior y esa mañana, lamiéndose los labios, murmurando para sí mismo que de no tener otra oportunidad de estar con Noodle de nuevo pronto, él mismo iría y la tomaría para sí en cualquier lugar que pudiesen encontrar.

Porque él no se sentía culpable, la sensación en su cuerpo era todo lo contrario.

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La maestra gimió, el agua caliente de su tina acariciando los puntos donde Stuart había dejado su marca, el ardor en su entrepierna como un recordatorio de lo maravilloso que había sido el hombre con ella.

Noodle no podía creer que él fuese tan virgen como ella, no después de sentir su pasión en ella, dentro de su cuerpo, sobre él. Se mordió el labio, sabiendo que había hecho algo terrible al acostarse con un sacerdote, pero su corazón y su cuerpo no estaban de acuerdo con su mente, ellos reconociendo que se estaba enamorando de Stuart, estando segura de que eso no era ningún pecado.

Después de todo, Dios era amor.

PriestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora