Capítulo 34

3.7K 269 26
                                    

Paula gimió sonoramente mientras Kipling se retiraba de su cuerpo, dejándose caer a su lado para luego arrastrar a la mujer hasta su pecho, ella acurrucándose, disfrutando de la sensación que su calor le regalaba.

Sintió la pesada mano masculina acariciarle el pelo, sus ojos cerrándose para apreciar su toque, sonriendo.

- ¿Tienes sueño? – Separó los párpados para mirar al hombre sonreírle.

- No, solo quería disfrutar del poco tiempo que nos queda juntos. – Contestó. – Te casarás dentro de unas semanas.

- Lo sé. – Susurró, peinando su cabello. – Voy a casarme con la mujer que amo. – Dijo sarcástico, sin embargo, Paula no lo oyó así, apartándose para darle la espalda y salir de la cama. - ¿Dónde vas?

- Aún es temprano y a Murdoc no le gusta que me desaparezca de la taberna por nada. – Trató de no verlo a los ojos mientras se vestía, John peleándose con las sábanas para detenerla.

- Tenemos unos minutos para estar juntos.

- Guarda tu pasión para tu esposa. – Ignoró la mirada dolida del hombre, parándose en la puerta para salir de la habitación de él. – Decidí que esta es la última vez que tú y yo tenemos sexo.

- ¿Por qué? – Ella estrechó los ojos, dándose la vuelta para enfrentarlo.

- Te vas a casar con una mujer honesta ¿no? Una mujer que has deseado desde que llegaste al pueblo ¿y me preguntas por qué ya no me acostaré contigo?

- Paula, debo decirte algo.

- En verdad deje muchas cosas sin hacer en la cocina y Murdoc no las hará, no si está con su mujercita. – Salió del cuarto del ingeniero, sintiendo que se había comportado valientemente y que al mismo tiempo había sido una acción estúpida, porque había renunciado a las migajas de felicidad que Kipling le daba.

Bajando a la cocina recordó su infancia en Cambridge, a su nana y a sus padres, preocupados por la pomposa sociedad elitista a la que pertenecían. ¿Cambiaría en algo que todos supieran que era la hija rebelde de un rico banquero y una baronesa? Tal vez los pueblerinos la mirarían con admiración y Russel la adoraría, cosa que no podría importarle menos, aunque quizá John podría haberse enamorado de ella, pero eso solo era parte de una estúpida ilusión.

Miró su realidad, sus padres se sentirían tan avergonzados de que su hija bien educada se hubiese convertido en la cocinera de una simple taberna, le quitarían el poco apoyo que aún recibía y borrarían su nombre del árbol genealógico de su familia.

Mordió su labio frustrada, queriendo echarle la culpa a alguien de su situación, sin embargo, era todo su responsabilidad y debía aceptarlo.

Imaginó por un segundo que John bajaba las escaleras corriendo y la besaba, sacándola de sus cavilaciones y proponiéndole ir a América juntos para huir de todos los prejuicios ingleses. Negó con la cabeza, tomando un par de cebollas, sabiendo que su vida no cambiaría por mucho que lo deseara, porque así lo había querido ella y así sería por siempre hasta el final de sus días.

_________________

John se sentó en su cama, tan desnudo como cuando Paula había salido de su cuarto, pensando en cuanto amaba a la cocinera de la taberna.

Él sabía lo que era trabajar por lo que quería, algo que sus padres, una costurera y un encargado de correos le habían enseñado desde pequeño a él y a sus dos hermanos mayores cuando vivían en Virginia. Recordó cuando se mudó con toda su familia a Boston y sus esfuerzos por siempre destacar en sus estudios hasta el punto de conseguir una beca en una prestigiosa universidad y graduarse de ingeniero.

Se dejó caer sobre su colchón, pensando en cuan diferente era la sociedad inglesa de la americana, donde uno podía ser lo que se propusiera con un poco de esfuerzo. Recordó el sueño que Paula le comentó que tenía, él apoyándola, sin embargo, la mujer no creía que pudiese lograrlo.

Suspiró, su mente girando nuevamente entorno a Paula, a sus besos, sus caricias, ella toda.

Cubrió sus ojos con un brazo, repitiéndose otra vez lo imbécil que había sido al proponerle matrimonio a Noodle sin siquiera estar seguro de amarla de verdad, porque darle el anillo de compromiso no le dio la alegría que, creía, tendría después de hacerlo. Se odió una vez más al rememorar el rostro desencajado de Paula al decirle que se casaría con la maestra del pueblo, una parte de él rogándole por terminar el compromiso y otra suplicando por confortar a la cocinera.

Se estremeció al recordar que esa noche no había aguantado las ganas de tenerla entre sus brazos, la había poseído completamente una y otra vez igual que varias veces más antes que esa, descubriendo que la amaba y que no quería a otra mujer a su lado, pero su error ya estaba cometido y no quería lastimar más a Paula confesándole sus sentimientos cuando ya no tenía derecho a tenerlos.

Bufando enfadado, salió de su cama, sabiendo que ella estaría abajo, atendiendo mesas y alimentando a los clientes, él convirtiéndose en un rostro más de la taberna.

____________________

Stuart observó temeroso al padre Collins, intentando encontrar el valor para decirle que había abandonado el sacerdocio por amor.

- Mocoso. – Le saludó de manera alegre, cambiando de expresión al ver el estado abatido de su joven protegido.

- Tengo algo que decirle. – Musitó levemente, tragándose un poco de su dolor. – Dejé los votos.

- ¿Qué?

- Eso, dejé los votos y envíe una solicitud para obtener la dispensa papal. – Dijo rápidamente, sorprendiendo al viejo sacerdote.

- ¿Qué? ¿Por qué?

- Me enamoré de Noodle y no podía seguir siendo un idiota dejándola de lado.

- ¡Al fin aceptas lo que sientes! – Felicitó el anciano, golpeándole fuertemente la espalda.

- ¿De qué habla? ¿Usted ya lo sabía?

- Por supuesto, habría que ser un tonto para no ver lo que sientes por ella.

- ¿Y q-q-qué opina sobre eso?

- Me hace feliz que hayas encontrado el amor en tu vida. – Stuart desvió la vista.

- Pero ya no vale de nada amarla.

- ¿Por qué dices eso?

- Ella se va a casar, padre, y todo lo que hice parece no tener importancia. – El viejo sacerdote lo miró con lástima, culpando mentalmente a Murdoc por excederse en el plan de darle ánimos al ingeniero con Noodle.

- No seas ridículo, niño, que solo la muerte no tiene remedio. – Stuart lo observó sin entender, Collins decidido a remediar la situación costase lo que costase.

PriestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora