Capítulo 14

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Paula miró los mesones, fregando uno con fuerza, intentando quitar una mancha de grasa de la mesa, ella siendo observada por un par de ojos irregulares.

- ¿Conseguiste algún avance con Russel? – Preguntó, la mujer deteniéndose para mirarlo con el ceño fruncido. – Creo que no.

- Se supone que soy una mujerzuela, ¿Cómo me preguntas si conseguí algo con alguien tan importante?

- No eres una... - Ella le dio una mirada seria, haciendo que él tragase sus palabras para cambiarlas por otras. – Fuiste mi amante hace muchos años, pero eso no le importa a la gente.

- Era una chiquilla estúpida que no sabía lo que era enamorarse. – Murdoc rio burlón. – Solo tenía 17 años cuando llegué a tu lado.

- Lo sé, pero nadie te obligó a nada. – Paula, muy a su pesar, le dio la razón.

- Él es un hombre muy dulce y especial, tiene una vida perfecta, no necesita que la examante de uno de sus amigos se le declare, eso sería incómodo.

- Aun podemos volver a ser lo que éramos, estoy seguro de que puedo satisfacerte y tú... - Ella negó, sonriendo melancólica.

- ¿Me amas?

- ¿Desde cuando hay que amar a una persona para tener sexo con ella? – Preguntó aireado el hombre. – Sería solo por deseo.

- Pero yo no podría hacer eso, no sabiendo que mi corazón le pertenece a otro, que mi cuerpo desea a otro, además, no creo que a ti te guste que piense en otro hombre si estuviese contigo.

- Me da lo mismo, yo tampoco pensaría en ti si me encontrará entre tus piernas.

- ¿Eso tiene que ver con cierta mujercita que has estado viendo?

- ¿De quien hablas? – Fingió hacerse en desentendido, interesado en lo que ella tuviese para decir.

- Una joven monja que has intentado abordar.

- Eso no es de tu incumbencia.

- Escúchame y no hagas una locura, haz las cosas bien, porque si no, arruinaras su vida.

- Estás exagerando.

- Murdoc, tú no sabes que tan importante es ser monja para ella, si deseas acostarte con la monja por lo menos conócela antes.

- ¿Para qué? ¿para enamorarme? – Ella asintió. – No digas estupideces, solo quiero acostarme con esa mujer, tenerla, pero no la deseo para formar una familia ni ninguna otra cosa.

- Le harás daño y tú también saldrás lastimado. – Murdoc hizo un movimiento despectivo con la mano, quitándole peso a las palabras de la mujer.

- Lo que tú digas.

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Stuart juntó sus manos, apretándolas mientras rezaba, regañándose a si mismo cada vez que su mente rememoraba las caricias de Noodle por su cuerpo, intentando concentrarse en las palabras que recitaba.

Una pequeña mano lo interrumpió, la hermana Marie arrodillándose a su lado, mirando hacia el frente, una adorable sonrisa confiada en su boca.

- ¿Qué hace aquí, hermano Pot?

- Intentar rezar. – Respondió él.

- Yo pensaba que estaba escondido de la hermana Agnes, ella aún esta refunfuñando porque el otro día fue a ver una película. – Dijo la joven, observando la cruz detrás del altar.

- Ella no entiende de esas cosas. – Marie asintió. – Hermana, me deja hacerle una pregunta.

- Claro. – Ahora sentía curiosidad por saber porque una mujer tan joven había decidido ordenarse monja, aunque la misma duda recaía sobre él.

- ¿Por qué...?

- ¿...entré a la orden de las Clarisas? – Stuart movió su cabeza en un gesto afirmativo. – Mis padres querían que fuese monja, me criaron para esto, así que fue natural. – Murmuró. - ¿Y usted, hermano Pot?

- ¿Yo? ¿qué?

- ¿Por qué sacerdote?

- Oh, claro, pues, después que murieron mis padres me quedé a vivir con mi tía abuela, la señora Litchfield, como ella era tan cercana a esta parroquia, me acerqué al padre Collins, él se volvió en una especie de segundo padre para mí.

- ¿Sus padres murieron?

- Sí, cuando tenía 8 años. – Respondió simplemente, sin demostrar ningún sentimiento de pena o tristeza por eso. – Pero tuve suerte y encontré gente que me quiso desde el primer momento.

- ¿Sus amigos?

- Murdoc y Russel son lo más parecido que tengo a hermanos, aunque Murdoc es mi mejor amigo.

- A él lo conozco, me pidió clases de religión.

- ¿Aceptó hacerlo? – Preguntó preocupado.

- Sí, ¿por qué?

- Cuídese de él, es lo único que puedo decirle, siempre ha sido bueno para meterse en problemas y evita reconocer su culpa.

- ¿Eso es verdad?

- Lo conozco desde que era un niño, por eso se lo digo, además, creo que con los años ha empeorado en vez de mejorar.

- Si usted lo dice. – Lo miró fijamente antes de continuar. – Hermano Pot, ¿usted se ha enamorado alguna vez?

- ¿Por qué me pregunta eso? – Ella se encogió de hombros.

- No lo sé, simple curiosidad. – Él asintió.

- Supongo que jamás me he sentido atraído hacia nadie hasta ahora.

- ¿Hasta ahora?

- Quiero decir que... - Intentó explicar.

- No se preocupe, entiendo lo que quiere decir. – Unos pasos llamaron la atención de los dos religiosos, ambos poniéndose de pie y girándose, los ojos de Stuart iluminándose al ver a Noodle delante de él, la joven monja sonriendo de nuevo, esta vez concluyendo que ella estaba en lo correcto, prometiéndose guardar el secreto para no inmiscuirse en la felicidad del joven sacerdote, Marie convencida que él estaba tan equivocado como ella a la hora de ordenarse sacerdote.

- ¿A qué viene, señorita Noodle? – Preguntó la monja.

- Necesito hablar con el padre Pot. – Musitó, sin despegar la vista de la de Stuart.

- Entiendo. – La joven hizo una reverencia, saliendo, dejando al fraile con la maestra.

Él sintió como el mundo se detenía a su alrededor, deseando correr hacia ella para abrazarla, la mirada femenina delatando el mismo deseo.

- Padre Pot, ¿podríamos ir a hablar a la sacristía? – Preguntó ella, él queriendo escuchar su nombre salir de esos labios suaves.

- Venga, señorita. – Le tendió la mano derecha, la cual ella tomó después asegurarse que no hubiese ningún peligro, siendo tirada por el joven hombre hasta la sacristía, cerrando la puerta y trancándola, su boca cayendo directamente sobre la femenina. – Te eché de menos. – Susurró.

- Y yo a ti. – Contestó, los largos brazos aferrándola al pecho masculino, oliendo su aroma.

Ambos se quedaron así, solo abrazados, disfrutando del calor del otro, los corazones de los dos saltando de alegría al estar, Noodle suspirando, Stuart entretenido besando su pelo, seguro de que, de algún modo, eso era lo correcto, estar con ella era lo único correcto que había hecho en su vida.

No supo porque, pero esa verdad lo hizo realmente feliz.

PriestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora