Capítulo 29

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- ¿Qué estás haciendo? – Preguntó Murdoc mirando como Marie ajustaba su velo sobre su cabeza.
- Parece que es claro lo que hago. – Contestó, evitando mirarlo. – Escuché al padre Collins abajo y creo que no es prudente que tú y yo… - El hombre la besó para callarla, arrancando el velo para enredar sus manos en el largo y oscuro cabello.
- Corderito, ya me cansé de esperar. – Su voz jadeante tentó a la monja, quien cerró los ojos esperando encontrar la suficiente entereza para no ceder a sus deseos.
- Esto no está bien.
- ¿Quién preguntó si es correcto lo que quiero hacer contigo? – Tiró del hábito para volver a dejarla en ropa interior, ella cediendo mansamente a los caprichos masculinos. – Eres una mujer y yo un hombre, nos deseamos, es lo único que importa en este momento.
- ¿Me amas? – La voz de Marie sonó como un murmulló tímido, Murdoc deteniéndose, separándose para verla a los ojos.
Nunca había pensado en enamorarse de la joven mujer, solo sabía que la deseaba desde la primera vez que la vio, inocente, buscando a Stuart, sin embargo, a raíz de la pregunta de ella, se cuestionó ¿era solo deseo lo que sentía? ¿las ganas locas de verla a cada instante, de solo saber que estaba bien, significaban algo más? Recordó cuando indagó con el padre Collins sobre lo de abandonar los hábitos por parte de una hermana sacramentada, como si en verdad quisiera pasar su vida con ella.
Su mente quedó en blanco, tratando de borrar la idea de una familia con Marie, sin embargo la imagen se hacía tentadora, lindos hijos, una hermosa mujer, un hogar feliz como el que nunca había tenido de pequeño.
- ¿Tú me amas?
- Yo te pregunté primero.
- De acuerdo, de acuerdo. – deslizó la suave tela de su camisola por sus hombros, desnudando el torso femenino. – Te amo corderito.
- ¿De verdad?
- ¿Lo dudas? – La abrazó por la cintura, apretando sus pechos contra su camisa aún abotonada. – Eres mía y yo soy tuyo, te amo y te deseo ahora ¿Contenta?
- Sí. – Sus dedos se pelearon con los botones de la camisa, apartándola para ver el cuerpo masculino. – También te amo, Mudz. – La levantó del suelo, obligándola a rodear su cintura con las piernas.
La depositó con cariño en la cama, besando sus labios, ella esforzándose por desnudarlo, la camisa y sus pantalones volando hacia en suelo junto con los restos de ropa interior de ambos, sus cuerpos desvestidos completamente frotándose, reconociendo cada forma como algo nuevo y diferente.
Murdoc lamió la suave piel de su cuello, dirigiéndose hambriento hacia los delicados pechos, mordiendo todo a su paso, marcándola como suya.
Succionó sus pechos hasta que la escuchó gemir su nombre repetidamente, un dedo curioso dirigiéndose hacia  el sur, hacia la entrepierna femenina, frotando un poco antes de aventurarse a tocar más, sintiendo su humedad, acariciando el pequeño botón que la volvería loca. Continuó, las uñas de Marie hundiéndose en la carne de su espalda, todo su cuerpo frotándose contra él, sus piernas separándose más, buscando desesperada algo desconocido que llegó en forma de un fuerte espasmo y un grito que calentó aún más la sangre de Murdoc.
- ¿Quieres continuar? – Preguntó por mera cortesía, acomodando su dura erección en la entrada del paraíso que ella le prometía.
- Creo que la respuesta es obvia. – Murmuró, abrazándolo con las piernas y los brazos, impidiéndole la huida. – Hazlo.
- Lo que tú quieras, Marie. – Empujó fuerte y rápido, entrando completamente de un solo golpe. - ¡Maldición, corderito, estás…! – Gimió, los dientes de la mujer mordiendo su hombro, callando un grito de dolor.
Esperó pacientemente, acariciando las mejillas de Marie, secando una que otra lágrima rebelde que huyese de sus ojos apretados. Hizo un movimiento tentativa y ganó un jadeó por parte de ella, ese sonido siendo lo que necesitaba para poder continuar. Fue lento al principio, en enseñándole a la joven que el dolor que estaba sintiendo podía ser transformado en placer.
Persiguieron juntos su fin, Murdoc empujando con fuerza una vez comprendió que Marie estaba disfrutando tanto como él. Acarició nuevamente su botón, ella enloqueciendo por la deliciosa sensación que entumecía cada uno de sus músculos, siendo apenas consciente del cálido baño de la semilla de Murdoc en su interior.
- Cor… corderito. – Exhaló, dejándose caer sobre ella.
- Mudz. – Le acarició lo hombros, besando su rostro, aún jadeando por lo que había hecho con el hombre. – Te amo.
- También te amo, Marie. – Se levantó de ella para separarse y cayendo de espaldas sobre su cama, arrastrando a la mujer a su lado, abrazándola con apretadamente. - ¿Te gustaría repetir?
- Sí. – Respondió con gusto, acariciando el pecho de Murdoc.
- Así me gusta. – Mordió su boca, listo para empezar de nuevo.
___________
Stuart guardó su gorra favorita en su maleta, alistando algunos detalles antes de irse a Manchester en busca de consejo.
- ¿Dónde se supone que vas?
- Necesito ir al convento, padre.
- Claro, y me dejaras sólo con todo lo que hay que hacer en la iglesia. – Se quejó. – ¿Cuándo decidiste viajar?
- Hoy.
- ¿No es un poco precipitado?
- No, necesito pedir un consejo y allá estoy seguro que lo obtendré.
- Espera una semana, todavía hay cosas que debemos hacer.
- ¡Le acabo de decir que tengo que ir! ¡No puedo esperar! – Exclamó enfadado. – Yo tengo muchas cosas que arreglar y…
- Yo no serviría para ayudarte con lo que te afecta.
- No quise decir eso, pero sé que sabré que hacer cuando vuelva.
- Esta bien. – Suspiró el padre Collins. - ¿Cuánto tiempo estarás allá?
- Dos semanas.
- Ojalá puedas encontrar alguna respuesta.
- Gracias.
Collins salió de la habitación dejando a Stuart solo. Exhaló un quejido, dejándose caer en la cama, seguro que al volver podría estar con Noodle sin ningún impedimento.

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