Capítulo 19

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Stuart tembló, el agua fría mordiendo su carne sin piedad, intentando controlar el deseo de salir a buscar a Noodle, recordando que era el día que daría su primera misa, nervioso por hablar en público, esperanzado con la idea de que ella estuviese ahí y lo escuchara hablar, tenía tantas cosas que decirle usando las metáforas que la Biblia le daba, agradeciendo que le tocaran lecturas que a las que le podía dar más de un sentido.

Pensar en la maestra del pueblo le daba una felicidad antes desconocida, un soplo de aire fresco que no sabía que necesitaba, como si hubiese estado en una cueva toda su vida y Noodle fuera la salida, un cálido sol que lo mantenía tibio.

Aun recordaba con cariño su primera vez, lo temeroso que se había sentido y como había adquirido práctica para complacerla, evocando la pasión que los había consumido el día de su cumpleaños, como no habían descansado hasta que el cansancio los detuvo, entregándose al placer de simplemente besarse, el sacerdote demasiado feliz de que ella lo quisiera a su lado, olvidando sus votos al estar entre los brazos de su mujer, porque Noodle era solamente de él y como le había dicho a Murdoc, él no pensaba dejar de verla ni de poseerla, su corazón dolía ante el solo pensamiento de hacer eso, de abandonar el poder estar con ella, aunque fuese a escondidas bajo el pretexto de preparar clases de catequesis o de hablar de las necesidades de la escuela.

Salió de la tina antes de congelarse, secándose y colocándose su ropa, sonriendo pues después de la misa y de catequesis, iría con Noodle al estanque Mitchell a un día de campo, él se vestiría como un hombre común y corriente, un hombre que iba a tener una cita con la mujer más importante de su vida.

- ¿Estás listo? – Preguntó el padre Collins, Stuart asistiendo. - ¿Nervioso?

- Un poco. – Respondió. – Tal vez lo haga mal.

- Todos nos equivocamos en nuestra primera vez.

- Tiene razón. – El sacerdote mayor le golpeó la espalda, sonriendo.

- Lo harás bien, a pesar de todo, eres muy inteligente y tienes el don de la palabra, además, recuerda que Noodle preparó un pastel para ti.

- Lo sé.

- Ella confía en ti, ella cree que tu predica será una de las mejores.

- ¿Cómo lo sabe?

- Me lo dijo cuando trajo el pastel, ella te quiere mucho. – El rostro del joven se iluminó, cosa que no pasó desapercibida para Collins.

- Noodle es muy agradable y me gusta pasar tiempo con ella. – Sonrió, recordando cuando solo se abrazaban en el sofá de la mujer, lo bien que encajaban juntos.

- Claro, pasas más tiempo en su casa que aquí, pero voy a suponer que es porque nunca habías tenido una figura femenina realmente importante en tu vida.

- Mi madre y Litchfield...

- Rachel era un amor, Dios la tenga en su gloria, y te adoraba, en cambio, Litchfield es una bruja.

- Lo que usted diga, padre.

- Bien, vamos, tienes que colocarte el alba y la estola. – Se giró, mirando a Stuart. - ¿De que color?

- Verde, es tiempo secular.

- Correcto, por lo menos no me dejarás mal en eso.

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Noodle se mordió el labio, esperando que Stuart apareciera frente a la congregación, ella asegurándose de tener un lugar desde donde mirarlo sin parecer sospechosa, la tarde anterior había acariciado su sedoso cabello azul mientras él releía los pasajes que debía leer, ella ayudándole en ciertas partes, buscando la manera de que su prédica sonara mejor.

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