Capítulo 38

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Noodle se movió inquieta en su lugar en la cama, estirando una mano para buscar a su acompañante antes de abrir los ojos aterrada, observando el espacio vacío a su lado, Stuart en ninguna parte.

Él se había marchado mientras ella dormía, sin cumplir el deseo de Noodle, dejándola sola con su tristeza. Sus lágrimas renacieron, sabiendo que él no tenía la culpa de querer proteger su corazón, después de todo, ella era la causante del dolor de Stuart.

Escuchó unos pasos en el pasillo, la puerta de la habitación abriéndose u dejando pasar a alta y delgada figura del hombre que amaba.

- Sigues aquí. – Murmuró, Stuart dejando una bandeja con dos tazas de té en un mueble antes de volver a la cama.

- No quería dejarte sola, estás demasiado triste y necesitas a alguien a tu lado.

- Gracias. – Se apoyó contra él, abrazándolo, siendo correspondida inmediatamente por Stuart.

- Preparé un poco de té, ¿Quieres...?

- No. – Se apresuró a contestar, acariciándole una mejilla. – Te quiero a ti.

- Noodle. – Dijo con ternura antes de besarla, ella preocupada de quitarle la camisa, deseando sentirlo dentro para aliviar cualquier dolor externo, segura que su amor podría limpiar su tristeza.

- Toochi. – Se separó para desnudarse, el hombre de cabello azul sonriendo con un dejo de sufrimiento.

- Te amo, Noodle. – El rostro de ella se iluminó con alegría, Stuart quitándose también la ropa, decidido a disfrutar de los pocos momentos que le quedaban al lado de su pequeño y dulce amor.

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John maldijo en voz baja mientras comía del plato que Paula le había servido, odiando la forma en que ella lo trataba después de la última vez que habían tenido relaciones, como si fuese un simple cliente más.

- Necesito hablar con usted, Kipling. – La voz rasposa de Murdoc lo sacó de sus pensamientos, sus ojos azules clavándose en el rostro verde del tabernero.

- De acuerdo. – Se levantó de su lugar, haciéndose a un lado para que Murdoc se sentara.

- Aquí no, en mi oficina. – Ordenó, John fruncido el ceño extrañado.

Hizo caso a las palabras del hombre mayor, siguiéndolo hasta su oficina, entrando y cerrando la puerta tras de sí, Murdoc dejándose caer en su cómodo sofá tras su escritorio.

- Usted dirá, Murdoc. – El verdoso sonrió mostrando sus dientes filosos, el ingeniero estremeciéndose, temiendo ante lo que él fuese a decirle.

- ¿Usted ama a Noodle? - Preguntó sin rodeos.

- ¿Por qué quiere saberlo?

- No conteste mi pregunta con otra porque eso es molesto. – Regañó el tabernero.

- Se supone que me voy a casar con ella, algo debo sentir por mi prometida.

- ¿Y Paula?

- ¿Qué hay con ella? – Trató de sonar tranquilo, pero el temblor en su voz le pasó la cuenta.

- Que se está acostando con ella, eso pasa.

- ¡¿Qué?! ¿Cómo sabe eso?

- Simple, los vi en la cocina un poco... ocupados. – Dijo Murdoc de manera mordaz. – Para la próxima, asegúrese de trabar bien la puerta, ver su trasero desnudo es bastante desagradable.

- Yo...yo. – Tartamudeó inseguro, parte de su secreto siendo revelado.

- Sé que Noodle no se merece el que usted la engañé de ese modo, así que...

- No me voy a casar, señor Niccals. – John se adelantó a las palabras del tabernero, sorprendiéndolo.

- ¿Por qué lo dice?

- Amo a Paula y quiero vivir con ella. – Contestó con seguridad. – Yo sé que suena estúpido pensando que le propuse matrimonio a otra, pero...

- ¿Y Paula lo ama?

- No lo sé, no sé si ella siente amor por mí, aunque si sé que le gusto.

- Ella ha tenido una vida difícil desde que llegó aquí, en especial pensando que la mayor parte del pueblo la cree una puta. – John apretó los labios, Murdoc juntando los dedos como listo para cerrar un negocio. – La conozco y usted no solo debe gustarle como para llegar a acostarse con usted en cualquier parte de la taberna.

- ¿Qué dice?

- Si termina su compromiso con Noodle, le ofrezco la oportunidad de conocer que siente Paula.

- ¿Qué clase de trato es este?

- Sabe muy bien que Paula es muy bonita y complaciente en la cama, además estoy seguro de que debe haber alguien más interesado en ella aparte de usted, Kipling. – Rebuscó en un cajón, tomando una pequeña bolsa, lanzándosela al ingeniero. – Durante un tiempo me interesaron las joyas, pero me llegó esta y la detesté, no es de mi gusto. – John sostuvo una banda dorada con un bonito trozo de azabache rodeado de gemas amarillas. – Es un buen anillo de compromiso, déselo a Paula y cásese con ella en vez de Noodle.

- ¿Por qué me ayuda?

- Su felicidad significa que alguien muy importante para mí también será feliz.

- ¿Paula? – Murdoc negó, levantándose.

- Un buen amigo de toda la vida. – Contestó, abriendo la puerta para que ambos salieran de la oficina. – Creo que iré a ver a mi corderito, detesto dejarla tanto tiempo sola.

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Noodle abrió más las piernas, Stuart moviendo su lengua y sus dedos para complacerla, ella arqueándose de placer, amando cada vez más al hombre.

Un grito femenino hizo estremecer a Stuart, separándose para alinear sus caderas con las de mujer, entrando en ella con suavidad, deleitándose con las sensaciones que inundaron su ser.

Jadeó, retrocediendo para volver a entrar, las piernas temblorosas de la mujer rodeándole los muslos, empujándolo, siguiendo sus movimientos, una mano enterrando las uñas en su espalda, la otra enredándose en el suave pelo azul, él uniendo sus bocas para tragar sus gemidos, cambiando de velocidad y ángulo, buscando el final de la mujer, queriendo que ella acabara una y otra vez por su causa.

- Toochi. – Llamó, él respondiendo con un gruñido, levantando la cabeza lo suficiente para ver sus preciosos ojos verdes nublados por el deseo y el gozo sexual. – Toochi yo...yo te amo. – Lloriqueó, Stuart acariciándole una mejilla antes de entrar una vez más de manera brusca, sintiéndola apretarse a su alrededor.

- También te amo, Noodle, te amo tanto. – Respondió, sintiendo como sus músculos se tensaban al derramar su semilla en la mujer. – Te amo, amor. – Sopló, lamiéndose los labios antes de salir de ella y dejarse caer a su lado, ella acurrucándose feliz, oliendo su aroma, sus ojos cerrándose por el cansancio, durmiéndose abrazada a él.

Stuart peinó con cariño su cabello oscuro, escuchándola gemir y suspirar entre sueños, mordiéndose el interior de su mejilla derecha al deslizarse de la cama, vistiéndose en silencio para abandonar el hogar de la japonesa, abatido ante la idea de que su confesión de amor solo hubiese sido parte del calor del momento.

Decidió ir a la estación de trenes con la intención de adelantar su viaje porque estar cerca de Noodle solo significaba dolor si no podía ser completamente suya.

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