Capítulo 15

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El maestro Oswald gruñó, intentando dar una explicación sobre la concepción biológica de un mamífero, en específico, una vaca, comparando el proceso de gestación con el de una mujer en cuanto a tiempo de espera y transformación del cuerpo, los niños de su clase confundidos, Murdoc riéndose por lo bajo, después de todo, Hannibal, su hermano, ya le había explicado de sexo, aunque había usado palabras menos elegantes que el maestro y fue muy explícito en todo, casi como si su hermano menor fuera un chico de la edad del mayor y hablaran de un tema sencillo. Él estaba seguro que Oswald jamás había estado con una mujer y que sólo sabía lo que los libros decían. Levantó su mano, poniendo la expresión más inocente que pudo, el hombre deteniéndose.
- ¿Tiene alguna duda, señor Niccals? – El niño asintió.
- Me gustaría saber cómo se hace un bebé. – El viejo se puso pálido por la interrogante de su alumno.
- Bueno… creo que… el hombre y la mujer deben… eso…- Intentó explicar, no muy seguro de sus palabras, el toque de la campana salvándolo.
Los niños salieron corriendo sin notar como su maestro farfullaba una maldición, secándose el sudor de la frente, repitiéndose que debía tener más cuidado al hablar de ciertos temas, en especial si Murdoc Niccals estaba en su clase.
- No sé cómo pudiste preguntar algo así. – Russel meneó la cabeza, mirando a su amigo verdoso.
- ¿Por qué no? Casi somos hombres, debemos saber esas cosas.
- Tienes sólo 11 años y eres el más bajo de los hombres de la clase.
- Claro, el idiota de Stu es más alto sólo porque necesita más aire para pensar. – Se burló Murdoc, el muchacho de pelo azul mirándolo con el ceño fruncido.
- Sólo tengo 9 y ya casi te doblo el tamaño.
- Lo que digas.- Restó importancia el mayor. – Oswald se veía tan furioso, es divertido hacerlo enojar.
- No deberías hacer eso, Mudz, algún día él se va a vengar de ti.
- No me importa, Russ.
- ¿C-cómo sabes de… eso? – Preguntó Stuart nervioso.
- Es lo bueno de tener un hermano mayor, me explicó como tienes que poner a la mujer, lamerla hasta que se moje y metérsela hasta que grite y te corras también.
- Eso suena asqueroso. – Dijo el moreno.
- Meh, Hannibal me prometió que me llevaría con una puta cuando cumpla 12, dice que seré lo suficientemente grande como para no manchar el buen nombre de la familia. – Suspiró, emocionado ante la idea. – Me dijo también que si hay que esperar mucho para que una mujer abra las piernas, puedes darte el placer que quieras con la mano.
- ¿La mano? – El menor de los tres sintió un poco de curiosidad.
- Si, sólo tienes que tener la salchicha dura y jalártela hasta que la leche salga de ti.
- ¿Leche?
- Ajá, la que se ocupa para preñar a una mujer.
- ¿ Lo has hecho? – Russel estaba asqueado con la idea de tocarse, pero sabía que esa información sería útil algún día, tal vez para chantajear al engendro verde que llamaba amigo.
- Claro, quiero saber cuanto puedo durar antes de estar con una mujer, no quiero quedar como un chiquillo.
Los tres se quedaron en silencio después de la explicación de Murdoc, caminando hasta la parroquia del pueblo, dejando al joven Stu en la puerta.
- ¡Qué bueno que ya llegaste, mocoso! – Exclamó el padre Collins. – Ve de inmediato a lavarte y comer, Litchfield se pone como loca si no estamos los tres en la mesa al almuerzo.
El niño asintió, corriendo a la casa parroquial donde su tía abuela lo esperaba con un buen guiso de verduras y carne.
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Stuart abrió los ojos, extrañando por el sueño que había tenido, los recuerdos de su infancia volviendo a su cabeza, pensando en porqué de pronto evocaba esa conversación con su pervertido amigo verde. Debía reconocer al menos que Murdoc tenía razón, estar con una mujer era sensacional, pero el fraile no se sentía atraído por ninguna otra que no fuese Noodle, así que no sabía cómo era estar con otra y eso tampoco le interesaba, encontrando mucho mejor la idea de pensar en la maestra, en su sabor, el su olor, en lo bien que se sentía estar en ella… algo despertó bajo su cintura, Stuart mirándose avergonzado, deseando que su Noodle estuviese con el para apaciguarlo.
Observó su erección, luego su mano y, por último, la puerta cerrada, decidiendo probar otra de las cosas que Murdoc recomendaba, mordiendo su almohada a sentir una corriente de placer recorrerlo, su mano moviéndose tentativamente, acariciando, los ojos fuertemente cerrados cuando empezó a agitarla más rápido y fuerte, tratando de imitar lo apretada que estaba Noodle cuando la tomó para sí.
Jadeó, en su oído los gemidos de su japonesa, sus gritos de placer, casi sintiendo sus uñas en la espalda, gruñendo cuando se corrió, su cuerpo aún caliente, deseando repetir lo que acaba de hacer entre las piernas de Noodle, su vergüenza huyendo, casi sin preocuparse del desastre que había hecho en sus sábanas.
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- ¿Dónde se supone que vas? – Stuart se detuvo, mirando al viejo sacerdote.
- A la casa de la señorita Noodle.
- ¿Para qué?
- ¿Preparar catequesis?
- Eres muy cercano a Noodle ¿No?
- Usted tenía razón, es una muy buena amiga. – Dijo, omitiendo algunas cosas que Collins no debía saber.
- De acuerdo, salúdala de mi parte. – Soltó, dejando solo al joven.
Stuart sonrió, sus piernas moviéndose rápidas a pesar del hábito, todo su ser sabiendo que pronto hallaría alivio con la mujer que hacia latir su corazón.

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