Capítulo 20

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Noodle tendió una manta bajo un gran árbol, Stuart sosteniendo la canasta con la comida para su día de campo.

Ella se quitó los zapatos, invitándolo a imitarla, él dejando la canasta sobre la manta, haciendo lo que ella había hecho, sentándose a su lado.

Tendió un brazo, pasándolo por sobre los hombros femeninos, arrastrándola hacia su pecho, ella alcanzando con una mano la boina escocesa que cubría su cabello.

- No me gusta que cubras tu pelo. – Regañó, acariciándole una mejilla.

- Escogiste un buen lugar para nuestra cita. – Noodle sonrió, mirando el horizonte, el agua del estanque brillando a la luz del sol.

- Lo sé, podemos ver todo sin que nadie pueda vernos desde abajo. – Él recostó la cabeza en las piernas de ella, dejando que Noodle jugará con su cabellera azul.

- Noodz.

- Dime.

- ¿Qué trajiste de comer?

- ¿Tienes hambre? – Stuart asintió. – Te comiste casi todo el pastel. – Reclamó.

- ¡Oye! No es mi culpa que cocines tan bien y que quiera más. – Se levantó, mirándola fijamente a los ojos.

- Toochi.

- ¿Cómo me dijiste? – Se le acercó peligrosamente, los labios de ella curvados, divertida.

- Toochi.

- Dilo de nuevo. – Pidió.

- Tooch... - Fue interrumpida por un suave beso.

- De nuevo. – Entrecerró los ojos, observando el movimiento de su boca.

- Too... - La volvió a cortar, saboreando su piel, tirando de la delicada carne con los dientes antes de separarse.

- Solo tú tienes el derecho de llamarme así, escuchaste Noodle.

- ¿Solo yo? – Él asintió, ella empujándolo, dejándose caer sobre su cuerpo, repartiendo besos por todo su pálido rostro.

- ¿Ahora me harías el favor de decirme que trajiste para comer?

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- ¡Murdoc! – Escuchó el hombre verde que una voz degastada lo llamaba.

- ¿Qué quiere, viejo? – El padre Collins frunció el ceño, tirando del brazo del hombre más joven para llevarlo a un sitio seguro.

Murdoc intentó soltarse, recordando como de pequeño eso solía ser indicio de una golpiza de parte de un adulto, sus puños apretándose, decidido a responder cualquier golpe sin importarle las canas del sacerdote.

- Deja de retorcerte, mocoso, que quiero hablar.

- ¿De qué? – Los ojos extraños del tabernero lo miraron suspicaces. – Si es del corderito, me agrada, no pienso alejarme de ella.

- ¿Corderito? – Preguntó confundido Collins. - ¡Pero sí que eres tonto, niñito! Quiero hablar de Stuart.

- ¿Y qué pasa con el idiota?

- ¿Lo has notado diferente?

- ¿Diferente? ¿cómo?

- Enamorado.

- ¿Usted está loco? ¿Cómo se le ocurre decir esa estupidez? ¡Stu es de los suyos! ¡Él no se puede enamorar! – Collins lo miró como si pudiese leer a través de él, Murdoc poniéndose extrañamente nervioso.

- Siempre admiré tu capacidad de mentir, Niccals, es la misma que tenían tu hermano y tu padre, pero tú eres diferente, eres inteligente además de manipulador y mentiroso, sin embargo, recuerda que yo también soy muy bueno para descubrir la verdad, crees que puedes ocultar lo que quiero saber, no obstante, no lo puedes hacer.

- Stu no está enamorado. – Sentenció.

- Claro, y las marcas de uñas en su espalda son imaginación mía.

- ¿Qué demonios?

- ¡No blasfemes! Sé muy bien que Noodle y Stuart se entienden como mujer y hombre, además sé que tú estás tan seguro como yo de que el pequeño Pot se equivocó, que él tiene más madera de vendedor, cantante o hasta abogado, solo faltaba alguien que le mostrara su verdadero camino.

- Deténgase un momento ¿no le molesta que Stuart tenga una aventura con la maestra?

- ¿Molestarme? Por supuesto que me molesta, pero más me enfada que él esté en algo que no es su verdadera vocación y que se de cuenta demasiado tarde.

- No sé si lo sabía, pero el tarado ya es sacerdote.

- Aún es joven, puede renunciar a sus votos y formar una familia con Noodle o con quien se le antoje.

- Él y la maestrilla ya... usted sabe.

- Lo sospeché, por eso la traje, sabía que, de una forma u otra, Stuart se sentiría atraído a ella y terminaría con esta locura.

- Yo creí que usted estaba a favor de que Stu fuese un cura. – Murdoc pareció curioso.

- No, alguien muy cercana es quien siempre deseo ese destino para mi pequeño, pero yo no.

- ¿Qué propone?

- Vamos a ayudar a Stuart a encontrar su verdadero camino.

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Noodle suspiró, el fraile lamiendo un poco de mermelada del borde de su boca, los dedos masculinos tirando la falda hacia arriba, acariciando el suave muslo de la mujer, sintiendo la sedosa piel.

- Toochi. – Gimió, él alcanzando su ropa interior, deslizándola por sus piernas, la falda enrollada en su cintura.

- En verdad elegiste un buen lugar para nuestra cita. – Le abrió la blusa, sorprendiéndose al ver sus pechos sin otro impedimento.

- Te deseo, Stu...- El fraile le amasó los senos, emocionado.

- También te deseo. – Murmuró, desabrochando su pantalón, acomodándose para entrar en ella. – Mía, mi Noodle.

- Y tú eres mío. – Jadeó, él empujando, llenándola completamente.

- Todo tuyo, cariño.

Stuart gruñó, el soplido de la brisa moviendo las hojas del árbol donde de niño jugaba, ahora él poseía a una mujer a su sombra, disfrutando de compartir su tiempo con ella, deseando que siempre fuese así.

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