Capítulo 39

3.6K 276 26
                                    


John golpeó insistente la puerta del cuarto de Paula, la mujer abriendo con el ceño fruncido, molesta con el hombre por despertarla de su siesta.

- ¿Qué es lo que...? – John la calló con un beso, reclamando la entrada a su boca, lo que ella hizo con una mezcla de sorpresa y gusto.

- Te amo.

- ¿Qué?

- Te amo, Paula, te amo. – Dijo, pegando su frente con la de ella, respirando agitado.

- John, no entiendo, si es para volver a acostarte conmigo, no debes llegar hasta ese punto.

- No, amor, no es por eso. – Le acarició una mejilla obligándole a cerrar los ojos. – Siento un profundo amor por ti.

- ¿Y la señorita Noodle?

- No me casaré con ella. – Buscó en su bolsillo. – Aún no he hablado con ella, pero no quiero pasar un minuto más sin que tengas esto. – Le tomo la mano izquierda, deslizando el anillo que Murdoc le había dado en el dedo anular de la mujer. – Di que quieres ser mi esposa, mi amor.

- John. – Gimió emocionada, asintiendo lentamente antes de ser besada nuevamente por el ingeniero.

- Ahora iré a terminar con mi estúpido compromiso, cariño, y si Noodle me lo permite, nos casaremos en cuatro días.

- ¿No es algo apresurado?

- No me arriesgaré a que te eches para atrás, además detesto dormir sin ti. – Paula se sonrojó, dándole la razón al joven.

- Pero...

- Cuando vuelva,  te llevaré a pasear por todo este jodido pueblo para que vean lo orgulloso que estoy de tener a la mujer más hermosa de todas como prometida.

Se alejó de ella, corriendo por las escaleras para salir de la taberna rumbo a la casa de la maestra del pueblo.

__________________

Stuart metió un par de cosas que le faltaban en su maleta, el padre Collins entrando en su habitación, mirándolo con el ceño fruncido.

- Creo que estas cometiendo un error, muchacho.

- No lo veo así.

- Te contaré una historia antes de que te marches, haber si así te hago cambiar de opinión. – Tomó un profundo respiro antes de continuar. – Siéntate un momento porque es algo larga.

- Apresúrese, mi tren sale en una hora.

- Está bien. – Gruñó el sacerdote. – Cuando era joven, antes de ordenarme sacerdote, fui un adolescente tan estúpido como tú. – Bromeó. – Tenía catorce cuando me fui a Manchester y el día en que tenía que irme, mi mejor amiga, una marimacho rubia, se me confesó, dijo que me amaba.

- ¿Eso que tiene que ver conmigo?

- No me interrumpas, mocoso. – Reprendió el mayor. – Bueno, como te estaba diciendo, yo ignoré su confesión y me fui, pasé diez años en el convento, formándome como fraile y sacerdote para poder volver a mi pueblo. – Miró un punto en la pared, su rostro arrugado pareciendo una estatua de cera. – Cuando volví, una preciosa mujer me recibió con una gran sonrisa, identificándose como mi amiga de infancia.

- Supongo que usted no sintió nada.

- Te equivocas, niño, yo me sentí atraído de inmediato por ella, pero mi amor no podía ser correspondido, ella estaba comprometida con un idiota del pueblo así que me resigné a perderla sin haber luchado por su amor. – Suspiró, una lágrima cayendo de sus ojillos grises. – Los casé y después me enteré de que ese mal nacido maltrataba a mi ángel, la golpeaba por el solo hecho de ser hermosa por dentro y por fuera.

- ...

- Bauticé y enterré a sus hijos, deseando que fuesen míos, pero jamás le dije una palabra sobre lo que sentía. – Apretó los puños antes de continuar. – Agradecí a los cielos que ese animal muriese, porque había deseado eso por mucho tiempo. – Aclaró su garganta, Stuart interesado en la historia. – Ella no se volvió a casar a pesar de ser una viuda joven y preciosa, se dedicó a cuidarme a mí y a la parroquia, a pesar de saber que nunca podríamos estar juntos y que yo no le dije nada de lo que sentía.

- ¿Quién es esa mujer?

- Conoces su nombre, de soltera era Verónica Taylor, casada cambió su apellido a Litchfield.

- ¿Mi tía?

- Por eso te digo, muchacho, no desperdicies el amor que tú y Noodle se tienen, porque llegaras a viejo preguntándote como habría sido tu vida si hubieses tenido un poco de valor.

- Hay algo en que se equivoca, padre.

- ¿En qué?

- Noodle ya no me ama, solo quiere vengarse de mí, y no estoy dispuesto a ver su matrimonio, porque eso me mataría.

- Estás cometiendo un error.

- Eso es asunto mío. – Zanjó, saliendo de su cuarto para irse a la estación, listo para abrirse camino en el Nuevo Mundo.

______________

Noodle miró a su prometido jadeando frente a ella, pareciendo que tenía algo muy importante que decirle.

- ¿Qué sucede John?

- Noodle, perdóname, lo intenté, te juro que lo intenté, pero no puedo, no puedo casarme contigo. -Dijo, llevándose una mano al pecho para tratar de recuperar el aire.

- ¿De qué hablas?

- Amo a otra mujer y quiero casarme con ella, no contigo. – Explicó. – Sé que tú...

- Oh, John, no sabes que feliz me haces. – Se sorprendió al ver la sonrisa luminosa en el rostro de la mujer. – Yo tampoco te amo y quería hablar contigo sobre eso, pero tenía miedo.

- Así que éramos dos tontos enamorados de personas diferentes que se iban a casar. – Noodle asintió, John riendo. – Pero eso se acabó.

- Sí.

- Quiero pedirte un favor.

- ¿Cuál?

- Quiero casarme el día en que, se supone, íbamos a celebrar nuestra boda.

- No tengo ningún problema si me dejas ser la madrina.

- Por supuesto. – Contestó el ingeniero. – Me gustaría saber quien es tu amor, pero debo volver a la taberna, mi mujer me espera para que pueda llevarla a comer y proponerle matrimonio de forma decente. – Se alejó de la entrada de la casa de la maestra, caminando a paso rápido, sintiendo como un peso salía de sobre sus hombros.

Noodle sonrió, imitando a Kipling para correr a la casa parroquial, desesperada por ver a su Stuart para solucionar de una vez por todas sus problemas y amarse como debían haberlo hecho desde un principio.

PriestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora