Epílogo

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Stuart gruñó mientras esperaba fuera de su habitación, estremeciéndose cada vez que escuchaba un gemido o un susurro, farfullando mil maldiciones al mirar la manija, realmente preocupado por lo que pasaba detrás de la puerta.

- Deja de estar tan nervioso, las mujeres sienten eso y así no eres ayuda para Noodle. – Sintió la mano de su mejor amigo en el hombro, dándole apoyo.

- Es que se está demorando demasiado. – Soltó, levantándose de su lugar para comenzar a caminar por el pasillo. – Debería estar a su lado, sosteniendo su mano.

- Cuando nació tu hija estuviste allí y te desmayaste. – El hombre de pelo azul lo miró avergonzado. - ¿O piensas en cuanto tiempo tendrás que aguantar sin coger a tu esposa?

- Tú vomitaste cuando Marie dio a luz.

- Eso fue hace mucho tiempo.

- ¿Entonces entrarás cuando nazca tu segundo hijo?

- ¿Y dejar que mi corderito me rompa la mano? ¿Estás loco? Después cómo recorro a mi mujer con las manos vendadas. – Stuart negó, el sonido de la puerta abriéndose, deteniendo su respuesta.

- Señor Pot, venga, hay alguien que quiere conocerlo. – Le llamó la partera, un súbito temblor recorriendo a Stuart de pies a cabeza, siguiendo a la mujer hasta la cama donde Noodle acunaba a un pequeño bultito que no paraba de llorar.

Con una sonrisa dudosa, observó a su esposa sin moverse de su lugar, ella levantando la vista del pequeño bulto, mirando a su marido con los ojos llenos de cansancio y buen humor.

Le tendió una mano, llamándolo, él respondiendo mansamente, sentándose al lado de ella, quien movió un poco la manta que envolvía a su hijo para mostrárselo a su amor.

- Tu hijo. – Él se maravilló ante el rostro enrojecido y lloroso del bebé, notando unas leves líneas azules en su cabeza, su cabello sería como el de su hija y el de él, azul brillante.

- Es hermoso. – Besó la frente de Noodle, lágrimas de emoción llenándole los ojos. – Gracias, Noodz. – Ella le sonrió, correspondiendo cuando la boca masculina tocó la suya, besándolo con lentitud antes de ser interrumpidos por su pequeño niño que buscaba hambriento el pecho de su madre.

- ¿Cómo se llamará? – Preguntó ella, acomodando al niño para que pudiese amamantarse a gusto.

- Yo elegí el nombre de Rachel, creo que te toca hacerlo. – Noodle asintió, apoyando su cabeza en el pecho de Stuart, tomándose unos segundos para pensar en el nombre ideal para su pequeño.

- Stuart.

- Dime.

- No, el nombre del bebé será Stuart como su papá.

- ¿Estás segura? – Ella le regaló una sonrisa radiante, moviendo su cabeza en un gesto afirmativo.

- Stuart Harold Pot Jr., suena muy bien.

- Suena hermoso cuando tú lo dices, amor y el padre Collins estará feliz de bautizar a otro Stu Pot. – Ella volvió a asentir, dándole la razón.

- Ve a buscar a Rachel para que conozca a su hermanito. – Un pequeño ruido les llamó la atención, viendo como una pequeña niña entraba corriendo a la habitación.

- Creo que ya no es necesario. – La niña se subió al lado de su padre, abrazándolo para luego ver a su hermanito, Noodle riendo ante la energía que destilaba su hija, dándose cuenta de que ella había llegado apenas su Stuart había entrado, Marie asomándose para saludar a la familia y disculpándose por no poder contener a Rachel.

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Russel bebió un sorbo de su wiski, buscando en sus cajones un viejo marco, mirando con el ceño fruncido a la bonita pareja que sonreía en la fotografía, la única imagen que había podido conservar de Paula, "conservar" entre comillas porque la había robado de la casa de Murdoc cuando había ido a hablar con él sobre la venta de unos terrenos.

Suspiró dejando la foto en su lugar, acomodando las carpetas con sus documentos correspondientes, pensando en lo diferente que hubiese sido su vida si él tuviera a Paula a su lado, sin embargo, ya era demasiado tarde y sabía de muy buena fuente que ella era muy feliz al lado de John.

La resignación era su único camino viable y lo sería todo lo que le quedaba de vida.

______________

Stuart se paró a lado del ventanal que daba a la calle principal de Wolfshire, observando como la oscuridad se tragaba algunas partes del pueblo, otras siendo iluminadas por completo por las luces que Russel había hecho colocar las callejuelas de todo el lugar, feliz de ver que su vida había cambiado gracias a la maestra del pueblo.

- ¿Qué tanto haces? – Miró a Noodle con sus grandes ojos negros, caminando hacia ella para envolverla en un abrazo apretado.

- Yo debería preguntar eso, acabas de parir a un niño y no tendrías que estar de pie.

- No podía dormir sin ti a mi lado. – Él le besó la punta de la nariz, acomodando luego su cabeza en el pelo de ella.

- Acosté a Rachel y vine un rato a ver la luz de la calle antes de ir a la cama, pero ahora puedo irme contigo a la cama.

- Si. – Susurró Noodle, despegándose de él para tomarle una mano e ir a su habitación.

Se recostaron en su cama, la mujer durmiéndose casi al instante al acurrucarse contra el calor de su marido, Stuart cerrando los ojos para seguir su ejemplo.

Después de todo, Noodle era el único camino verdadero para Stuart y lo seguiría en esta y en todas las vidas que le siguieran porque ella era su irrepetible y precioso amor.



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