Capítulo 9

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Murdoc bebió de la cerveza de su tarro, procurando tragar hasta la última gota antes de mirar al hombre frente a sí.

El fraile paseó los ojos por los muros blancos y los pocos muebles de caoba que decoraban la sala de su amigo, una escalera finamente trabajada llevaba al segundo piso.

- ¿Qué es lo que te trae a mi humilde hogar? – Preguntó el hombre verde.

- Tengo un problema. – Murmuró Stuart, Murdoc riendo levemente.

- No sé si te diste cuenta, pero yo no soy un sacerdote, si tienes una crisis de esas raras que le dan a los de tu clase, debes hablarla con el viejo calvo de Collins.

- No sé lo puedo contar.

- ¿Por qué? ¿Mataste a alguien? – El sacerdote negó, apretando los labios antes de responder.

- Besé a alguien.

- ¿Y? ¿No me digas que besaste a Higgins? – Stuart palideció ante lo dicho por su amigo.

- ¿Cómo se te ocurre esa locura? – El hombre rio, su amigo vestido con hábito haciendo muecas graciosas.

- La otra opción es la señorita Noodle y ella... - Murdoc se calló, su amigo lamiéndose los labios. - ¿Fue a la señorita Noodle? ¿La besaste?

- No sé aún que me ocurrió, la primera vez fue un accidente y...

- Un momento, ¿lo hiciste más de una vez? Y yo pensando que querías ser un santo.

- Déjame terminar. – Pidió, Murdoc, acomodándose en su asiento, su interés en lo que el otro hombre tenía que decir. – Me sentí culpable y dije que no se iba a repetir.

- Obviamente no cumpliste tu palabra.

- Me encontré con ella en el estanque Mitchell para preparar una clase de catequesis y no me pude resistir. – Tragó, mirando la mesilla donde descansaban el tarro de cerveza y las botas de Murdoc. – En verdad, no sé qué pasó, yo solo recité unos versos del Cantar de los Cantares y solo pude pensar en que la describían a ella y...

- Stuart ¿puedo hacerte una pregunta? – El aludido asintió. - ¿Por qué no besaste a una mujer antes?

- No me llamaban la atención y creí que era porque mi camino era ser un fraile.

- Yo pienso que estabas esperando a alguna que en verdad te gustara, alguien interesante, apasionada, con quien te sintieras seguro.

- ¿Tú crees eso?

- Somos amigos desde niños, casi hermanos, debo conocerte mejor de lo que tú mismo lo harías. – Stuart detalló el semblante de Murdoc, sabía que era Russel también era su amigo, pero jamás confiaría en él como confiaba en el hombre verde, después de todo, ambos habían vivido situaciones similares y estaba seguro que no tenía un hermano de sangre porque Dios se lo envió en forma de un mocoso mal hablado llamado Murdoc Niccals. - ¿Qué sentiste al besarla?

- Sentí como si hubiese estado muerto un largo tiempo y ella fuese el aire que necesitaba para volver a la vida, sentí que debía protegerla, que si me alejaba iba a perderla.

- Hablas como un enamorado. – Stuart frunció el ceño, haciendo un gesto negativo con la cabeza.

- Yo no la amo, solo estoy confundido.

- Ajá, y yo soy el idiota. – Replicó Murdoc, burlón. – Dime, ¿para qué viniste?

- Quería un consejo.

- Bueno, si te sientes atraído por la señorita Noodle, podrías hacer lo que no tuviste el coraje de hacer cuando eras un adolescente.

- ¿De qué hablas?

- No creo que ella sea indiferente a ti, le debes gustar, así que aprovéchate y sácate la falta de experiencia de encima.

- Va en contra de mis votos. -Reclamó, levantándose.

- Si Dios existe, debes enfadarte con él por ponerla en tu camino tan tarde. – Gruñó, casi regañando al hombre de pelo azul. – Tú pediste mi consejo y yo te lo di, si lo sigues es responsabilidad tuya.

Stuart aspiró profundamente, dándole la razón, ahora tenía mucho que meditar y eso lo asustaba.

_______________

La joven maestra sonrió, el sacerdote frente a ella, vestido con ropa normal, esperando a que ella lo invitara a pasar a su casa, cosa que Noodle hizo gustosa, haciéndose a un lado, el largo cuerpo de Stuart traspasando la entrada, ella cerrando la puerta para poder hablar más a gusto.

- St... - Trató de decir, sin embargo, fue apresada contra la puerta, la boca del fraile cayendo sobre la de ella, exigiendo sin miramientos la entrada, besándola con fiereza.

La levantó, apoyándola contra la puerta, subiendo la falda lo suficiente como para poder acomodarse entre sus piernas, sintiendo como éstas lo abrazaban, sus pequeñas manos enredadas en el cabello azul.

Se separaron por aire, ambos jadeando pesadamente, volviendo a besarse como dos amantes separados durante demasiado tiempo.

Stuart bufó, mordiendo los labios femeninos, pensando en la decisión que había tomado, cada beso sería castigado con azotes en su propio cuerpo y con eso en mente había ido a encarar a la mujer, sin pensar que el verla sería demasiado para él, que su propia mente y espíritu lo traicionarían, que no estaba reflexionando lo suficiente, su cuerpo mandando por sobre cualquier otra cosa.

Se separó, observando los brillantes ojos verdes, ella era una preciosa esmeralda y él ni siquiera debería haberla tocado, pues era un hombre de Dios, pero ¿Cómo negar que desde que vio esa mirada no salió de su cabeza? Suspiró, apoyando su frente contra la de ella.

- Noodle... – Ella lo vio, expectante, él sintiendo como el suelo bajo sus pies desaparecía, su lengua cambiando las palabras que quería decir por otras. - ¿Quiere ir conmigo a ver el Gabinete del Doctor Cagliari?

- Me encantaría. – Susurró, acercando su rostro al de él, besándolo suavemente. - Adoraría ver esa película con usted, Stuart. – El fraile la abrazó contra su pecho, sintiendo su calor, en su corazón no había ni una pizca de culpa.

Cerró los ojos, pensando en lo dicho por Murdoc, tal vez él tuviese razón y había encontrado a quien, sin saber, había buscado toda su vida, aunque ese pensamiento fue desechado rápidamente, confiado que ella era una prueba y que él era demasiado débil como para superarla.

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