Stu

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Stuart sintió que su corazón latía velozmente, asustado ante la idea de no volver a ver a Noodle, toda su convicción derritiéndose y desapareciendo.
Él no quería marcharse, no lo deseaba, en especial cuando un fugaz pensamiento se plantó en su cerebro, negándose a abandonarlo ¿Y si Noodle se había embarazado después de todas las veces que habían estado juntos? Un hijo suyo podía estar en el vientre de Noodle y él abandonándolo a su suerte.
Respiró profundamente, levantándose, la distancia no mataría su amor por la maestra. El padre Collins tenía razón, era un idiota, pero necesitaba aclarar las cosas con ella, aunque Noodle en verdad lo odiase, tenía que escucharlo de su boca.
Agarrando su maleta, se movió por el pasillo, haciendo caso omiso al encargado del tren, quien le pedía volver a su lugar, bajando de un salto al andén, corriendo con sus largas piernas hasta la casa de la maestra.
Golpeó apresurado la puerta del hogar, esperando una respuesta que no llegó, dejando su maleta en el suelo, desilusionado.
Miró a su alrededor, deteniéndose en un pequeño cuerpo que avanzaba lentamente con la vista clavada en el suelo, observando como se erguía derecha, llevándose una mano a los párpados para secar sus lágrimas.
Sus ojos negros se encontraron con los verdes de ella, sonriéndole mientras ella corría hacia él como si fuese un espejismo, teniendo que plantar firme sus pies en el suelo para sostenerse cuando Noodle se lanzó sobre él, abrazándolo y besándolo con amor, Stuart correspondiendo, su corazón feliz de estar en el lugar correcto.
Noodle era su hogar y nunca volvería a pensar en dejarla.

PriestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora