Capítulo 33

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El campo pasaba rápidamente por fuera de la ventanilla, recordándole a Stuart una película a color, llenándolo de una agradable paz.

Cerró los ojos, imaginando el rostro de Noodle cuando le dijera que podrían estar juntos sin temor de nada, olvidando que habían terminado hacía algún tiempo, convencido en su corazón que ella podría perdonarlo y que escucharía todo lo que tenía que decirle.

Se alisó la camisa, escuchando la voz grave de un encargado que gritaba la próxima estación, Stuart sonriendo sin poder evitarlo.

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Noodle suspiró mientras soltaba su cabello, acomodando un par de cortos mechones detrás de una oreja, sirviendo una taza de té para acompañar un pastelillo de limón, agarrando un libro para distraerse un poco, una parte de ella aún preocupada por la desaparición de Stuart.

Había tratado de conseguir información a través de Marie y de Murdoc, sin embargo, ellos no sabían nada, preguntándole a ella por qué estaba tan interesada por el fraile.

Un par de golpes en la puerta llamaron su atención, irguiéndose para ir a ver de quien se trataba.

Se vio empujada por un cuerpo desconocido, una boca qué ella conocía muy bien besándola con desesperación.

- Padre Pot. – Trató de separarse del hombre, pero él aprovechó el que separara los labios para sumergir la lengua en su boca, tragándose los suaves gemidos que ella daba.

- Amor. – Se alejó lo suficiente como para ver sus ojos brillantes, regodeándose de la deliciosa sensación de la piel de Noodle contra sus manos, ignorando un objeto reluciente en la mano izquierda de la japonesa.

- ¿Amor?

- Sí, te amo Noodz, te amo mucho. – Lágrimas llenaron los ojos de la joven, buscando una explicación para lo que él estaba diciendo. – No quise rechazar, pero Russel me asustó con la estupidez de que te sucedería algo si nos descubrían, así que tuve que rechazarte. – Explicó, lamiéndose los labios para volver a besarla, siendo correspondido con deseo.

- No entiendo. – Susurró la mujer, tratando de mirar los oscuros ojos del hombre. - ¿Por qué...?

- ¿Recuerdas cuando nos encontró Russel? – Ella asintió. – Me advirtió de lo que podría pasarte si las personas del pueblo nos descubrieran, tuve pesadillas y me acerté, aunque comprendí que te amo más de lo pensaba, así que busqué consejos y decidí buscar la anulación de mis votos.

- ¿Qué quiere decir eso?

- Podemos estar juntos, sólo tengo que esperar la dispensa papal y podremos casarnos si queremos, pero ahora ya soy un hombre como cualquier otro. – Le acarició una mejilla, húmeda por las lágrimas. – Ahora sólo quiero tu perdón y que volvamos a estar juntos. – Rozó la nariz contra la de la mujer, agachándose para luego besarla, levantándola con sus brazos, Noodle correspondiendo, sus dedos deslizándose para desabotonar la camisa que él traía puesta.

- Stuart...

- Toochi, soy tu Toochi. – Le quitó la blusa, emocionado por volver a sentirla.

Se agachó, arrancando la falda y ropa interior de su Noodle, pegando la boca a su ombligo, sintiendo las caricias que ella le daba en el pelo.

La levantó del suelo, sonriente, llevándola hasta el sofá de la sala, demasiado apresurado por sus ganas de tenerla, quitándose los pantalones para luego recostarse ambos en el suave mueble, sus labios rozándose con cada vez más pasión, las palmas de Stuart concentradas en recorrer todo el cuerpo de Noodle, ella enterrando las uñas en su espalda mientras separaba las piernas para que él se acomodará.

Tragaron sus gemidos en forma de un beso, Stuart entrando en ella, apretando los ojos ante la sensación de su interior húmedo y apretado. Sin perder el tiempo, comenzó un vaivén rápido, creyéndose enloquecer cuando la maestra empezó seguir sus movimientos, mordiendo un punto especial en su hombro para marcarla, golpeando cada vez más fuerte su vagina, tratando de llegar más profundo, escuchando un grito agudo seguido de inmediato por en violento estremecimiento por parte de ella, sus músculos apretándolo, provocando su propio orgasmo, llenándola con su semen.

Respirando agitado se dejó caer sobre sobre sus suaves pechos, gimiendo feliz hasta que el leve destello en la mano de Noodle llamó su atención, agarrándole la mano izquierda para revisarla, frunciendo el ceño, levantándose para sentarse sobre sus talones.

- Noodz ¿qué es esto? – Señalo una delgada banda de oro decorada con un pequeño diamante.

- Stuart, yo... - Trató de alcanzarlo, no obstante, se detuvo pues él se veía demasiado consternado.

- ¿Es un anillo de compromiso? – Musitó tratando de esconder su pavor. – Dime que no lo es...

- Me voy a casar. – Contestó, desviando la mirada, cubriendo su torso con los brazos.

- No, ¡no!, ¡tú no me puedes hacer esto!, no puedes, no después de todo lo que tuve que hacer.

- ¿Qué querías que hiciera? – Lo vio ponerse de pie para vestirse tembloroso, casi como si fuese a sufrir un ataque. – Tú fuiste quien me empujó a esto.

- ¿Quién? – Solo preguntó, abrochándose la camisa torpemente.

- Kipling. – Stuart apretó lo ojos, sus dientes castañeando por una súbita explosión de rabia.

- ¿Me cambiaste por ese tarado? – Espetó furioso, agarrándola de los hombros, importándole muy poco el que estuviese desnuda.

- Ya sabes por que lo hice. – Respondió, sintiendo como su cuerpo trataba de sobreponerse a todo el placer que el delgado hombre le había entregado.

- Yo...yo abandoné...

- Nadie te lo pidió. – Soltó hiriente, Stuart mirándola incrédulo, negando con dolor al ver que tan fría podía llegar a ser la mujer que amaba.

Sin decir otra palabra, huyó del hogar de la maestra, aguantando el llanto que amenazaba con salir de sus ojos, apretando un bolsillo de su pantalón donde una cajita estaba escondida, una hermosa sortija de compromiso siendo rechazada sin siquiera haber sido ofrecida.

Noodle se mordió el labio, sintiendo de repente un fuerte frío que la recorría de pies a cabeza, segura que ahora el padre Pot había pagado por el daño que le había hecho, sin embargo, no pudo evitar sentirse culpable. Lloró con rabia, pues él ahora era libre, pero ella ya no lo sería más.

PriestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora