Capítulo 16

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Murdoc se lamió los labios, la pequeña monja sentada en uno de los amplios sofás de su hogar, los ojos azules concentrados en las palabras escritas en un librito, sus manos aferradas a la tapa de este, intentando comprender lo que se suponía debía hacer al momento de hacer de misionera.

- ¿Cuánto tardarás en terminar con eso, corderito? – Marie levantó la vista, mirando al hombre enfadado que estaba sentado en otro sofá.

- Murdoc, debo leer esto, usted es el primero con quien hago esto. – Respondió ella, volviendo a su lectura, sin darse cuenta el peso de sus palabras en el otro.

- ¿No te sacaras esa cosa? – Ella rodó los ojos, enojada, él señalando el velo que cubría su pelo. – Digo, hace calor.

- Debo reconocer que tiene razón. – Murmuró la mujer, quitando el velo junto con el tocado con mucho cuidado, quitando el broche que mantenía sus mechones oscuros sujetos.

- Creí que las monjas eran todas calvas o algo por el estilo.

- Las hermanas cortan su cabello como forma de ofrenda, yo no lo he hecho porque hice una promesa, cuando cumpla 25 tal vez lo corte.

- Me gusta, es largo y huele bien. – Murdoc se dejó caer al lado de la mujer, olfateando el perfume en el aire.

- Creo que ¿gracias? – La joven tomó nuevamente el libro, indicándole a Murdoc que se acercase a ella para ver donde tenía que leer.

- ¿De donde vienes, corderito? – Preguntó de pronto, interrumpiendo a la mujer antes de que ella pudiese darle una explicación sobre lo que estaban leyendo.

- Irlanda.

- ¿Irlanda? Mmm, son muy buenos bebedores y golpean como condenados.

- No recuerdo esa parte, mis padres vinieron a Inglaterra cuando yo era casi un bebé, pero supongo que tiene razón.

- Claro, tengo experiencia con estas cosas.

- ¿Por qué? ¿por qué es un tabernero?

- Tú que crees. – Se acercó peligrosamente al rostro femenino, respirando sobre sus labios, viendo fijamente los ojos claros de la religiosa.

- Aléjese. – El mayor rio, separándose.

- ¡Que lindo corderito! – Exclamó, ella golpeando con su pie el suelo.

- Yo no soy... - Fue interrumpida por la mano del hombre, quien le acarició una mejilla. – Debemos continuar con la clase. – Zanjó, Murdoc mirándola victorioso, después de todo, ella no era inmune a sus encantos.

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Noodle rio, los labios de Stuart haciéndole cosquillas en el cuello, ambos en la cama de la maestra después de una placentera tarde juntos.

- Para. – Lo empujó, los ojos negros mirándola con humor.

- Ven aquí. – Se acostó de espaldas, arrastrando a la mujer sobre su pecho, ella acurrucándose, disfrutando del sonido del latido de su corazón junto con el movimiento acompasado de su respiración.

- El padre Collins me pidió que preparara un pastel por tu cumpleaños. – Cerró los ojos, las caricias en su cuero cabelludo eran demasiado relajantes.

- Lo sé, me lo dijo antes de que viniera. – Ella levantó el rostro, mirándolo.

- ¿Entonces cumples años el domingo? – Él negó, acomodando su cuerpo para quedar semisentado, subiendo a Noodle a sus piernas, como una niña pequeña.

- Es el miércoles, nací un 23 de mayo, pero el padre Collins lo quiere celebrar el domingo después de mi primera misa.

- Supongo que estás emocionado.

- Después de lo he hecho, incumplir mis votos, creo que ya no me importa.

- ¿Te arrepientes? – Stuart la besó lentamente, empujando su lengua dentro de la boca femenina, recorriendo a conciencia cada rincón, deleitándose con su sabor.

- No. – Sopló contra sus labios. – Ahora que lo pienso, no sé mucho de ti.

- Ni yo de ti.

- Lo sé, pero yo lo dije primero.

- ¿Qué quieres saber? – Él levantó la vista hacia el techo solo para volver a verla con su rostro sonriente.

- Sé que vienes de Birmingham, que eres maestra, tu padre era doctor y que eras virgen hasta hace poco. – Noodle se sonrojó ante lo dicho por él. – Quiero saber cuando es tu cumpleaños y que te trajo a Wolfshire.

- Pues mi cumpleaños es el 31 de octubre, en pleno otoño.

- El mío es en primavera, ¡pero tienes que ver cuanta coincidencia! nacimos en temporadas opuestas.

- Stuart, no me interrumpas.

- Perdón, continua.

- Nací en Birmingham, me eduqué allí y mis primeros trabajos también fueron en esa ciudad, así que cuando leí que necesitaban un maestro para la escuela de Wolfshire, no lo dudé y me comuniqué con el encargado. – Estrechó una mano masculina con la suya pequeña. – Quería cambiar de ambiente, aunque mis padres no lo vieron así, ellos son muy europeos en varias cosas, pero su esencia sigue siendo japonesa y no les pareció muy correcto el que su hija se fuera a vivir sola a un lugar desconocido, siendo que se supone que debo cuidarlos a ellos en su vejez.

- Cualquier padre se sentiría aterrorizado si su bella hija decide irse a un lugar con la palabra Lobo en su nombre.

- ¿Crees que soy bonita?

- No dije que eras bonita. - Stuart le sonrió. – Dije que eras bella, preciosa, una esmeralda perfecta.

- Gracias. – Balbuceó con esfuerzo, su corazón latiendo con rapidez. – Ahora me toca a mí preguntar.

- No señorita, aun tengo muchas cosas que quiero saber de usted. – Noodle se mordió el labio, excitada por el tono que él había usado.

- ¿Tengo que esperar?

- Así es, tal vez te deje hacerme una pregunta, pero, por el momento, soy un niño curioso que quiere conocerte mejor. – Delineó su labio inferior con el pulgar, ella estremeciéndose, suspirando. - ¿Qué me regalaras el miércoles?

- ¿No es un poco pronto como para ponerme a pensar en algo para ese día?

- Solo faltan un par de días y cualquier cosa que pidas se demorara semanas en llegar desde Londres o de donde lo mandes a pedir.

- Puedo darte algo que te gustará mucho.

- ¿Sí?

- ¿Qué te gustaría? – Stuart sonrió pícaro, mostrando el espacio donde deberían estar sus dientes delanteros.

- ¿Qué crees que me gustaría? – Tiró de ella, volviendo a besarla, Noodle sorprendiéndose por el apasionado hombre que era en la cama cuando era todo lo contrario en el trato diario.

- Entonces adoraras tu regalo. – Susurró en su oído, él dándoles la vuelta, mordisqueándole el cuello, preparándola para entrar nuevamente en ella.

Si era lo que pensaba, no tendría suficiente con un solo día.

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