Capítulo 21

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- Tengo una pregunta para ti. – Noodle miró al hombre acurrucado en su pecho, ambos recostados en el sofá de la maestra.

- ¿Qué quieres saber? – Stuart se quedó en silencio unos segundos, sus dedos jugueteando con una cinta que adornaba la blusa que ella estaba usando.

- ¿Tú... tú le temes a algo? – susurró el hombre.

- Si. – Respondió ella, peinando el cabello azul que adornaba.

- ¿A qué?

- A estar sola.

- ¿A estar sola? – Repitió Stuart.

- Si, le temo a la soledad, me gusta estar con gente alrededor, gente que me quiera, pienso que algún día me van a abandonar y eso no lo soportaría, me aterra esa idea. – Él asintió, aspirando su fragancia. – Y tú, ¿A que le temes?

- A las ballenas. – Ella rió, el fraile levantando la cabeza para mirarla con el ceño fruncido.

- Perdón, pero ¿Por qué le temes a las ballenas?

- Pinocho y Jonás. – Suspiró. – A Geppetto se lo tragó una y a Jonás un pez gigante, temo que algún día venga una y me trague a mí.

- Eso no pasará.

- Estamos en un pueblo pesquero, ¿No tienes miedo de que...?

- Siempre, de pequeño, cuando veía el mar, pensaba que vendría un enorme monstruo y me comería igual que a mi papá.

- ¿Qué pasó con tu padre?

- Se perdió en alta mar, era el encargado de las redes y cayó por el borde del bote, uno de los pescadores dijo que había visto un ser que los golpeó y tiró a mi papá al agua. – Stuart se aclaró la garganta antes de continuar. – Mi mamá sufrió mucho, intentó superarlo, pero no logró, enfermó y murió después de un año de lo que le pasó a mi padre.

- Y te fuiste a vivir con la señora Litchfield.

- Así es. – Él asintió. – Aunque tenía otro pariente, el tío Norm, pero él se fue cuando era un bebé, creo que a América a hacer órganos.

- Ahora no estás sólo. – Buscó la manera que él viese sus ojos, la determinación en ellos, para convencerlo de lo que tenía que decir. – Me tienes a mi y jamás dejaré que una ballena se te acerque.

- Y yo jamás te dejaré sola, Noodz.

- Toochi, yo... - La interrumpió dándole un beso, separándose para sonreír.

- Me gustas mucho, Noodle. – Sus palabras sonaron como un murmullo, ella abriendo los ojos lo más que pudo, Stuart sonriendo.

- También me gustas mucho, Stuart, mucho. – Se contuvo de declararle su amor, segura que pronto tendría una oportunidad para hacerlo.

______________

Russel caminó tranquilamente por el camino que llevaba a la entrada de la escuela, recorriendo el trecho que llevaba desde allí hasta el salón de Noodle, sabiendo que las clases ya habían terminado y que debía discutir un tema muy importante sobre el festival de primavera que el pueblo organizaba cada año.

Un leve ruido, como de risas, llamó su atención, alcanzando la puerta y empujando la levemente, observando a Noodle sentada sobre su escritorio, Stuart abrazándola a la mujer, ella besando al de cabello azul en la mejilla, él separándose para presionar sus labios con los de la maestra.

- ¡¿Qué está pasando aquí?! – Gritó el alcalde, asustando al fraile y a Noodle.

- R-r-Russ. – Tartamudeó el hombre, separándose de ella.

- Podemos explicarlo.

- Creo que sé lo que sucede; Stuart, tenemos que hablar. – Gruñó el moreno, tratando de serenarse, dándose la vuelta, su mente intentando procesar lo que acaba de ver. - ¡Ahora!

- P-p-pero Russ. – Inconscientemente se aferró a Noodle, abrazándola.

- ¡Te dije que ahora!

- Si. – Susurró, dándole un vistazo a la maestra antes de alejarse y seguir a su amigo.

Russel parecía furioso, un mal presentimiento inundando el ser del sacerdote, sabía que su amigo moreno no era tan comprensivo o liberal como Murdoc, pero aún así esperaba que no fuera demasiado severo con él.

Lo siguió hasta la alcaldía, Russel entrando en su oficina, Stuart no muy seguro, entró también, cerrando la puerta detrás de él.

Gimió dolorosamente cuando el otro hombre le dio un puñetazo en el vientre, quitándole todo el aire, Russ recuperando la compostura, mirando al hombre de pelo azul con el ceño fruncido.

- ¿En qué demonios estabas pensando? – El fraile se dobló, tratando de que su respiración volviera a la normalidad. - ¡Eres un sacerdote!

- Yo...

- Se supone que debes mantener la castidad, no enredarte con una mujer.

- Ella me gusta.

- ¿Te gusta? – Stu asintió, enderezándose. – ¿Te estás escuchando?

- No me gusta solamente, yo la quiero, deseo que sea solo mía.

- ¡Eres un puto cura! – Los ojos negros se abrieron ampliamente, en realidad asustado de su amigo. - ¡No ere libre para estar con ella!

- Noodle, a ella también le gusto. – Intentó explicar, su amigo paseándose como fiera enjaulada.

- Tampoco has pensado en ella, ¿verdad?, ¿sabes como quedaría de manchada su reputación si el pueblo se entera que el futuro párroco y ella fueron sorprendidos besándose?

- Tú no entiendes...

- No me digas que te acostaste con ella. – El silencio de Stuart solo confirmó lo dicho por Russel. – ¡Noodle va a ser la más perjudicada por tu culpa!

- Pero...

- Es a ella a quien llamaran puta, sucia, no a ti, a ella la echaran del pueblo, a ella la perseguirá el estigma de haberse revolcado con un idiota que no pudo mantener sus votos.

- ¿De qué hablas?

- Tú eres un sacerdote, todos saben que los tuyos hacen cosas a pesar de todo, pero Noodle es una mujer, es a ella a quien le echaran la culpa, a quien todos indicaran con el dedo.

- No... - Stuart volvió a gemir, esta vez espantado con la idea de que la vida de Noodle fuese arruinada por culpa de él.

- Sé que no eres malo, Stu, y que debes quererla demasiado, pero piensa en lo mucho que saldrá afectada si alguien más los descubre.

- Tienes razón. – Su cerebro comenzó a trabajar lentamente, dándole la razón a su amigo.

- Debes dejar de verla.

- No puedo. – Negó, su corazón suplicando por rebatir esa idea.

- Es por su bien, recuérdalo, si la quieres lo harás.

- Russel...

- Solo piénsalo.

Stuart asintió, saliendo de la oficina, sosteniendo aún su estómago, las palabras de Russel resonando en su cabeza.

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