Capítulo 30

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Aiden

Cuando volví a mi casa todos los recuerdos de mi vida aparecían de golpes.

No es que se me hubiera olvidado quien era yo o mis padres, pero algunos recuerdos se me habían olvidado y ahora que he vuelto recuerdo más cosas.

Pero no se me ha olvidado ningún recuerdo de Amy, ninguno.

Lo bueno es que estaba en mi casa, mi ducha, mi cama, mi tele, y sobre todo la comida de mi madre.

Lo malo era la medicación, aunque, últimamente no vomitaba, ni sudaba.

Me estaba encontrado mejor de lo que esperaba.

No entendía donde estaba sacando estás fuerzas.

Pero creo que estás fuerzas se llama esperanzas.

Esperanzas de volver a ver a Amy viva.

Sé que despertara, lo sé.

Mis padres y yo estábamos mejor, teníamos mejor relación que antes.

Y eso me hacía sentir bastante bien, incluso poder estar en casa.

La noche había llegado, y me tumbaba en la cama agarrando mi almohada.

Ahora me sentía melancólico, pues, Amy nunca había estado en mi cama, mi madre no la quería en mi casa, a si que, nunca entro más a mi casa.

Me abrazaba a mi almohada, imaginando que Amy si estuvo en mi cama, aunque fuera mentira pero me lo imaginé.

Y mis ojos se cerraban poco a poco con esa bonita imaginación.

*******

Salíamos del cine, luego fuimos a cenar hamburguesas y al final fuimos a una biblioteca a buscar libros.

Ambos estábamos buscando un libro interesante, y de casualidad vi la portada de un coche rojo.

Cogía ese libro mirándolo fijamente, y miré a Amy.

—Este podría ser interesante.—

—¿Tú crees?—

Asentí, leyendo el resumen del libro y lo cogía.

—Vamos a comprarlo.—

Salíamos de la librería con el libro comprado y se lo daba.

Íbamos de camino a su casa, pues iba acompañarla a su casa.

—¿Me lo leo yo antes?—

Asentí.

Amy se quedaba mirando a la portada, al igual que yo y luego miré al frente.

—¿Te gustaría que yo tuviera coche?—

—Pues no sé.. ¿Por qué?—

—No sé, el pueblo me aburre y me gustaría salir contigo, irnos a una playa, o a la ciudad.—

—Pero hasta que no cumplas la mayoría de edad no podrás sacarte el permiso de conducir ¿no?—

—Si, lo sé, aún me queda un año.—

—Pues habrá que esperar.—

Me paraba de repente con mis manos en los bolsillos y ella se paraba también, mirándome.

—¿Pero te gustaría?—

—Pues si, estaría bien.—

Sonreí de lado mirándola.

—Pues cuando cumpla la mayoría de edad, me sacara el permiso de conducir y te llevaré donde tú quieras.—

Ella se reía con timidez sosteniendo el libro.

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