Capítulo 15

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Pasaron tres días desde qué Nina se intentó suicidarse.

Le dije que no la dejaría sola, y no lo hice.

Pero ella la mayoría del tiempo se quedaba callada o durmiendo.

No quería que le pasará nada a si que le leía un libro para que se alejara de sus pensamientos realistas ahora mismo.

Era por la tarde-noche cuando estaba sentado en el sillón junto a su cama y le comenzaba a leer.

Se trataba de una niña rubia que se iba al campo y se encontraba muchas flores.

—La niña se tiraba hacia las flores, disfrutando de ellos, todas las flores eran bonitas pero vio una flor que era la más bella de todas, era una malvavisco de color rosa, pero la diferencia de todas las flores, este malvavisco solo podía cantar una dulce sintonía, a la diferencia de las otras que solo podían hablar.—Pasaba de página aclarando mi garganta, y proseguía leyendo.— La niña ya no iba un día por semana, iba todos los días, hacia aquella flor intacta, pues solo había un tipo de flor en todo el campo y era ese malvavisco, pues, la niña ignoraba a todas las demás flores solo centrándose en ella, ese malvavisco...—

*******

El verano había comenzando, y no me podía creer qué besé a Amy.

Pero pasaron los días desde ese día, y no la llamé.

Me faltaba valor para eso, aunque deseaba verla por que todo lo que hacía era pensar en ella.

A si que, la llamé, y segundos después lo cogió.

Hablé con ella por unos minutos.

Al principio estábamos tímidos, nos costaba hablar, hasta que Amy me dijo que fuera a su casa, aunque ciertamente nunca fui a su casa y me dio la dirección.

Ambos nos despedimos, y me quedaba mirando la dirección que me dio.

Estaba nervioso por qué nunca fui a la casa de Amy.

<< ... >>

Tocaba la puerta de su casa, y no paraba de tragar saliva.

Sostenía una rosa roja que le había comprado antes de ir a su casa.

Amy abría la puerta poco a poco hasta verme y me sonreía tímida pero con dulzura.

Le mostré la rosa un poco avergonzado, y ella mostró sus dientes al sonreír.

Tanto Amy como yo nos sonrojamos y Amy pestañeó varias veces.

—¿Esa rosa es para mí?—

—Si.—

—Gracias.—Susurró sin parar de sonreír y me miró después a mis ojos.—

Le daba la rosa lentamente y ella la sostenía con delicadeza.

Se quedaba mirando la rosa abriendo más sus ojos, la olía y sonrió de lado.

—Huele muy bien.—

Reí levemente, y Amy volvía a mirarme.

Respiré hondo por qué me quedé mirandole a sus ojos azules.

—¿Cómo estás?—Preguntó.—

—Bien, ¿y tú?—

—También estoy bien.—

Asentí quitando mi pelo rubio que molestaba a mis ojos, y le miré fijamente.

—Pues solo vine para saber si te encontrabas bien, para darte la flor, y poco más.—

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