Capitulo 59

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Aun de rodillas en la tierra las lágrimas pronto nublaron su vista y una punzada ensordecedora atravesó su pecho de manera escandalosa recordándole entre cada respiración que había perdido a la chica que más había amado hasta ahora o más bien que jamás la había tenido, pues ella no le correspondió. No imaginaba como seria todo de ahora en adelante y como haría para no romperse cada vez que viera a Lucas y Maya juntos porque ellos estaban juntos, ese beso en medio del bosque dejaba más que claro los sentimientos de la rubia y como un buen perdedor debía saber retirarse, consciente de que uno no siempre es correspondido cuando ama.

Limpio sus lágrimas bruscamente haciendo que sus ojos se pusieran rojos de irritación y se levantó todo sucio cubierto de tierra, entrando al campamento donde ya todos se encontraban dormidos o algo así, camino lento y pesado con un peso sobre la espalda que se le encajaba entre cada vertebra y que le imposibilitaba respirar con normalidad, sus parpados ardían y un sabor amargo invadía desde su esófago hasta la punta de la lengua, como un veneno que lento te va invadiendo arrasando con todo a su paso. Se sentía destrozado y molesto con el mismo, con su estúpida esperanza, ¿Cómo podía pensar que Maya le daría una oportunidad? Había sido tan ingenuo y ciego cuando siempre tuvo la verdad frente a sus ojos, ella estaba enamorada de Lucas y eso nunca cambiaría, no importa cuántas vece la lastimara ella siempre volvería a perdonarlo porque el rubio no era el único que tenía el poder de romperla por completo si no que también era el único que podía reconstruirla de nuevo y ella a su vez era quien no solo podía sacar lo peor del si no también lo mejor, así de grande es el amor que se tenían, el tan solo era un factor más en la ecuación que ni afectaba ni beneficiaba el resultado, así era el, tan solo el mejor amigo al cual acudir, el chico que siempre estaría para ella pero no al cual amar, ese papel tan solo lo podían ocupar chicos como el ojiverde y debía aprender a vivir con eso o la situación lo rebasar y un Minkus jamás se dejaba derrotar. 

Con la mente un poco más despejada fue directo a su tienda ignorando el resplandor de una fogata y a varios de sus amigos despiertos charlando y contando historias de terror. Todos habían notado la ausencia de Lucas, Maya y Farkle pero pensaron que estaban hablando y prefirieron darles privacidad para que arreglaran las cosas claro que ellos no sabían que la situación había empeorado aún más y que la noche estaba saliéndose de control. Pero había alguien que observaba la situación desde su asiento y sabía que algo no cuadraba, como siempre el pequeño rayo de Sol estaba siendo intuitiva, no todos los días veías pasar a tu mejor amigo caminar con tanta tristeza hacia su tienda y con manchas de tierra por todo el pantalón. Sin pensarlo dos veces entro a la tienda de Farkle y lo que vio la dejo sin palabras, ni siquiera se sentía capaz de respirar ni proferir ningún ruido, definitivamente algo muy malo pasaba. Su amigo castaño estaba ahí, en el fondo de la tienda, sentado en una esquina y con las rodillas pegados a su pecho, como un instinto de protección, pero ese no era el problema, más bien se trataba de la mirada perdida y desorbitada que sin fijar un punto se clavaba en el frente, mientras gotas enormes de agua resbalaban desde su lagrimal hasta sus mejillas y se perdían en su cuello. Algo muy malo había pasado y eso le comenzaba a calar hasta en los huesos a la castaña que con un grito ahogado corrió a lado del ojiazul.

—Farkle— susurro con cuidado tomando su rostro para que la mirara, rezando por que la mirada azul pudiera enfocarla— ¿Que ha pasado?— Pregunto queriendo saber porque lloraba y donde estaban Maya y Lucas— ¿Estas bien?— Pero la única respuesta que consiguió fue unos brazos envolviéndola y su rostro escondiéndose en su hombro con desesperación, con na necesidad tan fuerte y dolorosa que su corazón se para por un segundo. 

—Ayúdame...— Pidió casi sin habla, con el sonido rebotando en el hombro de la castaña— Ayúdame Riley— Le suplico mirándola por primera vez a la cara, rendido y preocupado por su propia salud mental, tal vez ahora un poco entendía a Lucas, la pequeña rubia era esa clase de chica que se cuela hasta debajo de tu piel y se adueña de tu mente y corazón sin ningún permiso, obligándote a amarla así al instante de conocerla. 

Genius Vs HuckleberryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora