5.

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Desperté a la mañana siguiente, tras haber estado toda la madrugada comiendo y bebiendo cerveza con Zayn.
Había sido la mejor noche desde que había salido del hospital. El simple hecho de estar con Zayn en mi apartamento, tomando cerveza, viendo la televisión y hablando de cosas al azar me era suficiente.

Entonces recordé que el moreno me había dicho que esa misma mañana no iba a tener mucho trabajo en el estudio. ¿ Sería buena idea ir a tatuarme la piel?

Tenía ya varios tatuajes hechos por Zayn en el torso, en los brazos, incluso en la pierna; pero ninguno de ellos tenía un significado tan especial como el que tenía pensado hacerme.

Me vestí con ropa muy abrigada, pues era invierno y mi cuerpo no estaba acostumbrado al frío de esa ciudad, y me dirigí andando hasta su tienda.

El estudio no quedaba muy lejos de casa, y en unos veinte minutos ya me encontraba empujando la puerta del establecimiento.

El lugar era cálido, sus paredes eran de ladrillo anaranjado y tenían cuadros de tatuajes y piercings allí expuestos.

En la recepción estaba Jefferson con su cara de pocos amigos, sus grandes pendientes en las orejas, y sus tatuajes en la cara.

— Eres un hijo de puta Styles— dijo Jeff saliendo de detrás del mostrador para acercarse a mí y darme un fuerte abrazo —. Casi haces que a Zayn le de un puto infarto. Me llamó llorando, Harry. ¡Me llamó llorando!— exclamó sin creer sus propias palabras —. ¿Como estás amigo?

— Bien, bueno— me encogí de hombros, algo incómodo —, ¿está Zayn?

— ¿Vienes a tatuarte?— preguntó y asentí. Volvió detrás del mostrador y miró el ordenador—. Zayn está acabando un trabajo pequeño, de unos quince minutos, y ya hace rato que entró en su sala. Así que puedes sentarte ahí a esperar.

Asentí con la cabeza, me quité el abrigo que llevaba puesto, y me aproximé a la zona de espera.
Era una parte del estudio donde habían varios sillones pequeños individuales, con una mesa auxiliar llena de revistas de mierda antiguas.

Pero era cierto, Zayn no tardó ni cinco minutos en salir de su sala, junto a una chica que llevaba la muñeca recién tatuada.

El moreno se acercó el mostrador para darle unos papeles a la chica, y luego se giró hacia mí. Cuando hizo contacto visual con mis ojos, se quedó paralizado unos instantes.

— ¿Qué haces aquí, imbécil?— preguntó, y una sonrisa lo atacó.

Me levanté del incómodo sillón y le di un choque en la mano.

— Vengo a por tinta en mi piel— susurré, y Zayn comenzó a reírse.

— Eres una mierda. Pasa a la sala, venga. Voy a hacerte sufrir.

Ambos reimos al uniso, e hice lo que me indicó.
La sala donde él tatuaba era muy amplia, tenía una camilla que parecía comoda, varias mesas y estanterías, una silla con rueditas, y muchos, pero muchos bocetos esparcidos por las mesas.

— Túmbate ahí, escoria, voy a preparar las cosas.

Se aproximó a la mesa y empezó a coger y preparar lo necesario.

— ¿Algún día dejarás de insultarme?— pregunté, falsamente dolido— A veces me haces daño, Zayn.

Él dio una carcajada sonora, mientras sacaba agujas empacadas y esterilizadas de una caja.

— ¿Puedes callarte ya y decirme qué quieres que te tatúe? Si no te juro que te tatuaré una polla en la frente.

— No, gracias, de verdad— dije ante la idea de tener un pene permanente en mi cara.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora