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Un mes después.

[…]

La muerte de Zayn había sido, literalmente, un caos.

Los episodios de depresión y de ansiedad habían vuelto a mí después de estar bastante tiempo sin tenerlos.
Había estado todo el día en la cama durmiendo, y cuando no dormía simplemente me quedaba acostado bajo las sábanas llorando y lamentandome por la muerte de mi mejor amigo.

No había sido capaz de apenas levantarme para ducharme, y no podía comer porque un nudo de náuseas se instalaba en mi estómago y me hacía querer vomitarlo todo.

Por otro lado, había tenido pesadillas durante varias noches seguidas. Soñaba que Zayn moría en mis brazos y luego me despertaba con un gran ataque de ansiedad. Además, si pensaba demasiado en ese problema, comenzaba a llorar sin consuelo y me daban taquicardias.

Mi vida había sido, en resumen, un total desmadre.

Louis había venido a ayudarme, gracias a él había comenzado a ducharme otra vez y a "comer" (nunca comía más de medio plato, pero un avance era un avance), y además me había animado para tocar y cantar otra vez con mi guitarra.

Poco a poco había tenido que aprender a levantarme solo de la cama. Me había tenido que acostumbrar a no ver café recién hecho en las mañanas, u olor a tabaco por toda la casa. Había olvidado como se sentían los abrazos de Zayn, e incluso echaba de menos el sonido que hacían sus lapices cuando dibujaba.

Su estudio había estado cerrado por varias semanas, tal vez dos.
Jefferson no se veía con las ganas de abrirlo porque decía que ese establecimiento pertenecía plenamente a Zayn, y si él no estaba, no iba a abrir.
Pero al final conseguí convencerlo para que el estudio siguiese abierto y él se hiciera cargo de aquello.
Eso era lo que Zayn querría.

Una semana después de la noticia de Zayn, Michael me visitó, y fue una grata sorpresa. Me trajo un paquete de cigarrillos y unas flores como obsequio, y yo se lo agradecí incontables veces. Él me contó que Zayn nunca dejaba de hablar de cuán asombroso yo era, y no paraba de repetir que tenía el mejor amigo del mundo cada vez que quedaba con el grupo de Jefferson.
Aquello me hizo llorar durante horas.

Liam me dejó darme un tiempo del trabajo para poder recuperarme, y me sentí realmente agradecido por tener un jefe tan increíble.

Varios días después de la muerte de Zayn, decidimos que lo mejor era incinerarlo. Enterrarlo significaba que los bichos se comieran su cuerpo, y yo no quería eso, así que lo hicimos ceniza.

Pero había algo que no paraba de rondar mi mente.

¿Adónde tiraría ahora sus cenizas?

Hay personas que las tiran en algún lugar importante, o con un significado profundo para el fallecido.

Pero Zayn no tenía de eso.

No iba a esparcir sus cenizas en el estudio de tatuajes, o en su propia moto.
¿Qué lugar podría importarle tanto?

Entonces lo recordé.

La playa a la que solíamos ir de pequeños.

9 años antes.

Zayn y yo cantábamos las canciones que sonaban en la radio mientras mi madre conducía.
Gemma iba a su lado y no paraba de quejarse cada dos por tres porque no nos callábamos, pero mi madre solo decía: “ Déjalos, solo están contentos”.
Roger, sin embargo, se había quedado dormido y no hacía ni caso de lo que ocurría. Era demasiado pequeño como para acatar las quejas de su hermana más mayor.
Mi padre se había quedado en casa terminando trabajo, pero nos prometió que si  tenía tiempo nos llevaría al parque a la vuelta de la playa.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora