46.

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El tiempo se relentizó de repente. Fue como si el mundo a nuestro alrededor hubiera dejado de existir.

Fue en ese instante cuando Louis, sin soltar una de mis manos, me agarró la otra con su mano sobrante.
Su tacto era suave, como la primavera, como si la piel de sus dedos y de sus palmas fuese de porcelana fina.
Pude sentir su pulso en las yemas de los dedos. Tenía el corazón desbocado, le latía a una velocidad sobrehumana. Probablemente estaba nervioso e inquieto, pero yo no alcanzaba a comprender el por qué.

Me miró a los ojos de manera profunda. Sentí su alma, sentí todos sus sentimientos, pude sentir incluso electricidad correr desde su pupila hasta la mía.
Sus iris azules me recordaban a aquellos días que pasamos juntos.
Podía respirar la paz y la calma que ese color océano me brindaba.

Estaba cansado se esperar. Estaba cansado de tener delante a la persona que yo consideraba el amor de mi vida.
Deseaba gritarle miles de cosas, pero no pude hacerlo porque

sus labios chocaron con los míos.

Él se abalanzó sobre mí y tomó mi boca, proclamándola como suya.

Mi interior explotó. Sentí un gran cosquilleo que comenzó en mis labios, bajó por mi columna, y acabó en mi vientre.
Me sentía como cuando deseas mucho algo, y finalmente lo consigues.
Quería gritar, quería llorar, quería hacer cualquier cosa pero sus besos me tenían atrapado en una jaula.

Su lengua bailaba a un compás perfecto con la mía; tan solo faltaba alguna canción romántica de fondo y todo parecería una película.

Sus pies comenzaron a andar hacia mí, y yo inocentemente tuve que dar pasos hacia atrás, hacia el interior de mi casa mientras tiraba del filo de su camiseta.
Él aprovechó para cerrar la puerta detrás de sí, y entonces seguimos nuestro camino hasta el salón.

No quisimos pararnos mucho allí, así que simplemente avanzamos hasta el pequeño pasillo que se conectaba con mi habitación.
Yo lo empujé contra una de las paredes, y entrometí mi rodilla entre sus piernas, haciendo que las separase.
Comenzó a jadear, y eso hizo que mis bellos se pusieran de punta. Sus gemidos eran musica celestial para mí, y el calor comenzó a hacernos sentir incómodos a ambos, así que no lo hice esperar más y literalmente, le arranqué la camiseta por encima de su cabeza.

Todo se vino abajo en ese momento. Su torso desnudo hizo que mi corazón se parase, su cintura delgada pero marcada me hizo estremecer.
Los tatuajes que vestían su cuerpo lo hacían ver especial, como una obra de arte única.
Oh dios.
Deseaba hacerlo mío.

— Estás hermoso... — susurré en su oído.

Luego di suaves besos por su mandíbula filosa y bajé a traves de su cuello dejando mordiscos.
Él seguía jadeando y pidiendo más y más, lo cual yo podía darle.

Enredó sus pequeñas manos nerviosas en el filo de mi camiseta y la sacó también por mi cabeza. Me dedicó una sonrisa tímida y luego besó mi nariz.

— Harry... — susurró.

El pasillo estaba medio oscuro, y eso hacía que el ambiente fuera romántico e íntimo.

— Dime, Lou.

Suspiró y agachó la mirada nervioso.
Luego jugó con el tatuaje de la mariposa que estaba en mi torso, y volvió a alzar la mirada. Esta vez había rubor en sus mejillas y humedad en sus pupilas.

Te amo.

Wow.
Nunca nadie me había dicho "te amo".
¿Eso no era demasiado... Arriesgado?
Quiero decir, amar es algo muy serio.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora