47.

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Algo más de media hora después de que nuestra sesión de sexo acabase, ambos estábamos tumbados sobre mi cama, exhaustos y con las respiraciones agitadas y sin compás.
Yo estaba boca arriba, con las piernas separadas y con la cabeza apoyada en la almohada, y Louis estaba de lado, con sus brazos rodeando mi abdomen, su cabeza apoyada en mi hombro y parte de mi pecho, y sus pies jugando con los míos.
Teníamos las sábanas por encima. Una vez que nuestro cuerpo se recuperó de lo que había ocurrido, el frío nos azotó en la desnudez.

Louis delineaba los tatuajes de mi torso con uno de sus dedos como si fuesen su propia obra de arte.
Su favorito era el de la mariposa. Siempre que podía, pasaba sus pequeños dedos por la tinta negra impregnada en mi piel y eso hacía que muchos escalofríos recorriesen mi espina dorsal.

Su toque era tan mágico, que temía que la propia mariposa cobrase vida.

Entre tanta caricia, recordé aquello que había visto cuando Louis estaba a cuatro delante mía.
Las "cicatrices".
Realmente quería preguntarle sobre ello, pero me daba... ¿pena? No lo sé, es como si tuviera miedo de preguntar por si movía algún recuerdo inapropiado del pasado.
Pero mirándolo por otro lado, él lo sabía todo sobre mí, y siempre le había gustado preguntarme sobre cosas de mi pasado por cuestiones de honestidad.
¿Así que por qué no?

Lou— murmuré con la voz totalmente grave y quebrada.

— ¿Hm?— gimió como respuesta y giró un poco la cabeza sobre mi pecho para poder mirarme sin separarse de mí.

— Tu espalda... ¿Qué son esas marcas?

Las palabras habían salido lentas y arrastradas de mi boca, como si realmente tuvieran miedo de salir.
No quería hacer sentir mal a Louis, pero necesitaba que no hubieran secretos entre nosotros, así las cosas serían más fáciles.

Su ceño cayó agresivamente y su mirada se quedó perdida. Probablemente estaba en el fondo de su mente buscandole una explicación a esas marcas que yo había visto.
De repente sus ojos se relajaron y me miró con un poco de temor.
Me asusté en ese momento.

— Hay algo que no te he contado— murmuró con fragilidad en su voz, y volvió a su postura original sin mirarme a la cara—. Quiero ser honesto contigo. Siento mucho habértelo escondido.

— No, no. No me pidas disculpas, por favor— dije dolido—. Es normal que no quieras hablar de eso, lo respeto.

— Pero tú siempre me has hablado sobre ti sin poner ninguna queja. Lo mínimo que puedo hacer es devolvértelo.

Me quedé en silencio y me sentía mal. No quería que Louis se sintiera forzado a contarme cosas de su pasado que seguro seguían doliendo.
Yo quería que él se sintiera cómodo hablando de ese tipo de cosas conmigo, no pretendía que fuera una obligación.

— Está bien— finalicé.

Él se aclaró la garganta. Comenzó a jugar nervioso con los tatuajes de mi torso, tratando de entretenerse con algo.

— Hace tiempo te conté que mi madre había muerto por culpa de un cáncer, y que mi padre y yo no hablabamos porque no aceptaba mi homosexualidad... — asentí con la cabeza lentamente prestandole atención—. A mi madre le detectaron el cáncer cuando yo tenía 17 años, y la internaron en el hospital cuando yo acababa de cumplir 21. Yo pasaba horas en el hospital con ella, y cuando llegaba a casa solo quedábamos mi padre y yo. Él... s-se volvió agresivo y depresivo. Estuve casi tres años aguantando las palizas diarias de él, y mi madre nunca supo nada porque yo intentaba esconder las heridas y los moretones. Quería hacerla feliz, quería que no se preocupase por mí... — de repente un sollozo muy fuerte me asustó, y Louis comenzó a llorar sin consuelo, no podía parar.

Lo tuve que abrazar durante dos minutos, pero su llanto exagerado no paraba.
Él tenía el corazón roto por eso, y se notaba que aún no había superado esa etapa de su vida.

— Ella ya tenía suficiente con su enfermedad como para tener que preocuparse también por mí — murmuró muy dolido, y luego suspiró pesadamente—. Yo ya era consicente de que iba a morir cuando decidí que no iba a dejar que mi padre siguiera haciéndome la vida imposible... Él día que ella falleció no volví a casa. Me fui lejos de mi padre, y no he vuelto a saber nada más de él.

Me encontraba con el pecho encogido.
Nunca nadie de mi familia me había dado una paliza, pero había sufrido otro tipo de rechazo, y en parte entendía lo que Louis había vivido.
Él era increíble, él era asombroso.

Le acaricié el pelo de manera ligera y comprensiva, y luego dejé un beso en su coronilla.

— Ahora me queda el recuerdo, y las marcas en la espalda de las palizas constantes de ese... Puto enfermo mental — siseó entre dientes con rabia.

Cerré los ojos y dejé caer varias lágrimas.
La historia me había dolido. Nadie antes me había contado algo así, y nunca imaginé que Louis fuese una víctima de su propia familia, como yo.

— Tu madre está orgullosa de ti, ¿lo sabes verdad? — pregunté para intentar hacerlo sentir bien.

— Sí, lo sé... La amo. Espero que un día pueda perdonarme los secretos que le escondí.

— ¡Claro que lo hace! Ella te entiende Louis. A veces no es fácil hablar de ese tipo de cosas. Ella te comprende, eres su hijo, y seguro que te ama con todo su corazón.

Louis soltó una risita de niño pequeño y me abrazó mucho más, acurrucándose de manera más cómoda.

— Quiero que tú y yo olvidemos nuestro pasado Harry. Quiero olvidar que un día sufrí, quiero que olvides las veces que quisiste acabar con tu vida. Comencemos de nuevo sin sufrir, sin llorar, sin malos recuerdos, por favor...

Me tomó por sorpresa.
Claro que estaba dispuesto a olvidar mi vida junto a Louis.
Lo amaba, quería vivir el resto de mi vida junto a él. Quería despertar y verlo a mi lado, quería asegurarme de que cada día era el más feliz de su vida.

— ¿Te cuento una historia?— le pregunté a Louis cuando ya se había calmado y había dejado de llorar sobre mi pecho. Asintió repetidas veces, así que aclaré mi garganta—. Un día conocí a un muchacho tranquilo con heridas de batalla, con tristeza, con vacío... — comencé a improvisar sin saber qué demonios estaba diciendo—. Vino solo y desarmado, era tímido y simpático, pero a la vez valiente por el simple hecho de haberse quedado aquí conmigo. No tienes que luchar más Louis, no tienes que armarte y pelear. Olvidemos nuestro pasado. Solo tienes que... ¡Mierda!

Louis se asustó y yo me frustré, como ya era normal en mí.

— ¿Qué ocurre Harry?— dijo nervioso y con la voz temblorosa.

En ese momento se incorporó y se sentó en la cama, cuando yo aún estaba tumbado. Me miró a los ojos, y los tenía brillosos, casi al borde de las lágrimas.
Al final yo también me incorporé como él, le agarré las manos y respiré hondo.

— Que quiero que te cases conmigo, ¿está bien? Solo eso, por favor. No se me dan bien los discursos.

La cara de Louis palideció totalmente y se quedó con la boca abierta y los ojos como platos.
Tartamudeó varias veces y luego tapó su boca con sus manos sin creerse nada de lo que estaba ocurriendo.

Mi corazón iba a más de mil por hora. No podía creer que había hecho eso. ¡Me había declarado! Oh dios mío.

Cuando era más joven no creía en el amor verdadero, no creía en los matrimonios ni en las parejas felices.

Pero desde que conocía a Louis las cosas habían cambiado.
Él era mi amor verdadero, éramos una pareja feliz.
Y sí, quería casarme con él.

— ¿I-incluso siendo tan jóvenes? — tartamudeó aún sorprendido.

— Por supuesto, Louis. Tenemos toda la vida por delante— aseguré.

— ¡Sí quiero, Harry Styles!


In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora