epílogo.

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El frío de la ciudad nunca cambiaba, ni siquiera en las diferentes estaciones del año. Siempre ibas a sentir esa sensación de ardor en las mejillas, de dolor en la punta de la nariz, o de cosquilleo al sentir tu piel erizarse.
Y yo era tan inteligente, que se me había ocurrido salir al exterior sin ningún abrigo, manta o jersey calentito.
Y no, no pretendía entrar para coger alguna de esas cosas.
Pero tenía una cerveza y un cigarrillo, y aquello era más que suficiente para estar bajo un cielo nocturno y oscuro viendo las estrellas brillar y la luna alumbrar la noche.

Había estado allí solo durante al menos una hora, y no me había percatado durante todo ese tiempo de que Louis había estado preparando la cena y me había dicho: Esto estará listo en media hora, no tardes.
Y yo no había vuelto, a pesar de que había pasado media hora más de lo que él me había indicado.

Estaba bien, no se enfadaría.

Le di un largo trago a la cerveza y noté las burbujas corriendo a través de mis papilas gustativas, luego bajando hasta mi estómago.
De todas formas no tenía muchas ganas de cenar.

Oí un ruido y tiré mi cigarrillo gastado antes de girarme hacia la pequeña puerta y ver a Louis entrando con una manta bajo su brazo.

- Mierda, tenemos que arreglar esa maldita escalera- gruñó y señaló la escalera por la que acababa de subir para llegar a la puerta.

Se acercó a mí con paso lento y pausado, y luego se sentó despreocupado a mi izquierda.
Abrió la manta torpemente sobre su regazo, y luego trató a duras penas de ponerla sobre nuestros hombros, pero falló, así que tuve que ayudarlo hasta que los dos ya estuvimos cubiertos por aquella capa aterciopelada.

Sacó un cigarrillo de no sé donde y lo prendió sobre sus labios rojos y desgastados.
La neblina blanca se fue desvaneciendo ante nosotros mientas Louis daba un largo suspiro de cansancio.

- ¿Otra vez estás aquí? Es la cuarta vez que te encuentro aquí en lo que llevamos de semana- objetó moviendo el cigarrillo entre sus finos dedos.

- Es mi lugar favorito de nuestra casa- me encogí de hombros-. Aquí siento mucha paz.

- No hemos comprado una casa para que estés todo el día sentado en el tejado, Haz. Si llego a saber eso, dejo que te subas en el tejado de mi antigua casa.

Parecía molesto, algo irritado, e inhalaba el humo de su cigarrillo de manera brusca y desconsiderada.
Agarré su mano derecha y la mantuve entre las mías dándole calor, pues la tenía congelada. Di suaves caricias en sus nudillos y traté de que estuviera lo más a gusto posible.

- Louis, simplemente me gusta mucho estar aquí. Eso no significa que no me guste nuestra casa, al contrario. Adoro todo esto, y te adoro a ti- intenté explicar y Louis trataba de no hacer contacto visual conmigo, mirando al horizonte oscuro-. ¿Estás enfadado?

Louis miró su regazo y rió con amargura, para después tirar también la colilla de su cigarrillo al jardín de abajo.

- No estoy enfadado, solo... Quiero saber que estás bien. ¿Lo estás?- preguntó con gesto de preocupación y con miedo en la mirada.

- ¡Claro! Estoy mejor que nunca - exclamé.

- ¿Entonces por qué pasas tanto tiempo a solas? ¿Te preocupa algo?

- ¡No, Louis!- agarré su otra mano y me giré como pude un poco más hacia él, haciendo contacto directo con sus ojos y captando toda su atención -. Escúchame, no me ocurre nada, te lo prometo. Estoy bien, mejor que nunca. Tengo a mi lado a la persona más importante de mi vida, tengo una casa, un trabajo, una familia y un gato precioso. ¿Necesitas más explicaciones?

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora