41.

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Había disfrutado de un maravilloso desayuno junto a Louis. Habíamos comido tostadas, café, zumo; y realmente me sentía bien.
No parabamos de hacer bromas, de hablar de cualquier cosa, o de simplemente mirarnos. Y es que no podía apartar mis ojos esmeralda de los suyos azules, me resultaba imposible.
Él tenía un rostro hermoso, unos labios carnosos y unas mejillas sonrosadas que me hacían querer casarme con él y no dejarlo ir nunca jamás.

Me entusiasmaba la idea de que fuera mi novio. Novio era una palabra demasiado formal, pero él lo era.
Nunca antes había tenido una pareja, sin contar a la chica que me besó en cuarto curso cuando yo aún no era consciente de mi vida ni de mis problemas.
Estaba feliz. Realmente lo estaba.

Cuando terminamos de comer tuve que vestirme para ir a hacer la compra.
Louis insistió en acompañarme pero me negué rotundamente; por una vez en mi vida quería hacer algo por mí mismo, sin ayuda de él.

Así que tomé el coche de Zayn y me dirigí al supermercado más cercano.
Compré lo básico y lo más típico: algo de carne y pescado, unas frituras para las noches de películas, refrescos, mucha (pero mucha) cerveza, leche, café, pan, dos paquetes distintos de cereales porque no sabía exactamente cuales estaban bien para Louis, jugo de manzana, fruta y mucha verdura porque Louis decía ser vegetariano.

Lo cargué todo en el coche y volví a casa.
Por el camino sono una canción que pude reconocer: Era de The Fray.
Entonces en ese momento recordé a Louis, y justamente pasaba por en frente de una gasolinera.
Así que me paré y le compré un paquete de sus cigarrillos favoritos.

Luego sí, llegué a mi apartamento. Aparqué donde siempre, y subí por las escaleras todas las bolsas con los productos que había comprado en el súper.
Abrí la puerta con mis llaves y no oí ningún sonido.

— ¡Estoy en casa!— grité soltando unas bolsas y quitándome los zapatos en la entrada. Los zapatos de Louis estaban ahí, así que debía estar en casa—. ¿Lou?

Probablemente está en la ducha, pensé.

Me dirigí a la cocina y solté todas las bolsas en la encimera.
Mis dedos hormigueaban por la presión que las asas de plástico habían ejercido sobre mis manos.

Revisé cada bolsa y comencé a repartir la comida entre la nevera, el congelador, y los muebles.
No me tomó mucho tiempo.

Las cosas para desayunar en los muebres, las cosas frías en la nevera, y las cosas con poca conservación en el congelador.
Genial.

La voz de Louis me sacó de mi orden cuando salió del pasillo.

— Debes estar jodiendo— lo escuché y su voz se oía molesta.

Giré mi cabeza y lo vi entrar con algo entre sus dedos.
Llevaba ropa desarreglada y su pelo chorreaba algunas gotas de agua dando a entender que acababa de salir de la ducha.
Yo sin embargo seguí metiendo los cereales en la alacena.

— Mírame cuando te hablo — reprochó alzando la voz, sorprendiéndome.

Me giré sobre mis talones y lo encaré. Estaba realmente enfadado, lo podía notar solo viendo sus facciones y su ceño, que estaba demasiado fruncido.

— ¿Qué pasa? Estoy ordenando la compra — rechisté como si no fuera obvio.

Abrió su mano.
Entonces toda mi sangre tocó los dedos de mis pies.
Me puse pálido.
La respiración se atascó en mi garganta.
La boca carecía de saliva.

— ¿De dónde has sacado eso?— susurré señalando el bote anaranjado que sujetaba con su mano derecha. En un movimiento rápido intenté arrebatarle el pequeño frasco pero él lo aparto aún más rápido, mirándome amenazante.

— De tu cuarto de baño, de uno de los cajones del mueble.

— ¿Estabas rebuscando entre los jodidos cajones? ¿Qué estabas buscando?— pregunté y ya la tensión comenzó a notarse en el ambiente puesto que mi voz se alzó más de lo normal y era terrorífica.

— ¡Un cepillo para el pelo, eso estaba buscando! ¡No pretendía encontrar un puto bote de pastillas adictivas! — gritó aún más fuerte que yo.

Entonces comenzaría lo que yo llamo la Ley del más fuerte:
Cada uno intentaría gritar más fuerte que el anterior y eso, siempre, se iba de las manos.

Me quedé callado unos momentos con la mirada perdida.

— Explícame por qué tienes un bote de droga en tu baño— pidió decepcionado sujetando el bote frente a ambos.

Yo solo pude guardar silencio.
Ese bote se plástico naranja con pastillas era el mismo que había utilizado la última vez que había intentado quitarme la vida. Lo tenía guardado en el mueble del baño de mi habitación pero no sabía exactamente por qué.

Y una vez más, había vuelto a decepcionar a alguien a quien quería.

— ¡Dime por qué tienes esto!— gritó de nuevo.

— ¡No lo sé! Joder, no lo sé — grité aún más fuerte —. ¡Déjame en paz, no te importa!

Louis dio una fuerte pisada contra el suelo y casi me tira el bote de pastillas a la cara.

— ¡Claro que me importa Harry!— gritó, de nuevo, intentando superarme. Las lágrimas se agolpaban en sus ojos cobardes, con miedo a salir—. ¡No he estado todo este tiempo intentado ayudarte para que ahora descubra que sigues teniendo un condenado bote con droga!

Me llevé las manos a la cabeza. Sus gritos y su voz rota me estaban desquiciando. Quería coger todos los muebles, las mesas y las sillas y tirarlas por los aires. Quería que Louis se callase de una maldita vez para poder echarme a llorar.
Sentía que iba a perder el control de un momento a otro y no quería hacerlo delante de Louis porque podría tener consecuencias.

— Louis vete — murmuré muy bajo pero él seguía con su sermón, gritando.

— No puedo dormir tranquilo sabiendo que tienes un bote de pastillas en tu casa porque no sé si te vas a quitar la vida o vas a pasar la noche alucinando — me echó en cara aún con los ojos llorosos, a punto de romper a llorar—. ¡Quiero saber que estás bien Harry, quiero estar seguro en la vida contigo! ¿Qué crees que pensaría Zayn de esto?

Al oír sus palabras algo dentro de mí explotó, y yo exploté con ello.
No me dio tiempo a procesar lo que estaba punto de decir y todo salió en un torrente de lágrimas y gritos demasiado altos.

— ¡No nombres a Zayn! ¡No nombres a Zayn nunca más! ¡No mereces hablar de él! — grité lo más alto que pude —. No vuelvas a hablarme así. Zayn me ayudó cuando nadie más lo hizo, él me salvó la vida muchas veces. Zayn pensaría que no pasa nada, porque realmente lo hace. ¡No te metas en mi vida!— me llevé las manos a la cabeza tratando de no perder los nervios, pero se me hizo imposible—. ¿Qué mierda te hace  pensar que volveré a intentar quitarme la vida? ¿Eh? ¡Tú me has ayudado, no deberías preocuparte! Son mis pastillas y son mi jodido asunto, te guste o no. Es mi vida, mis decisiones, mis.. ¡Demonios!

Entonces abrí los ojos y dejé de tirar de mi cabello con rabia y desesperación. Respiré con rapidez.

Fue tarde cuando me di cuenta de que Louis estaba llorando y tenía sus manos tapando sus oídos.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora