3.

2.3K 177 82
                                    

El desayuno del hospital apestaba como la mierda, pero debía admitir que tenía mucha hambre.

Aquello de llevar más de un día en el hospital me estaba jodiendo la cabeza.
No me dejaban salir, no me dejaban fumar, no me dejaban escuchar música.
¿Estaba en un hospital o en una jodida cárcel?

El doctor había venido esa mañana cuando desperté. Me dijo que no estaba seguro de que mi cerebro no estuviese dañado, pero que por suerte, la naloxona se había portado bien conmigo, y estaba totalmente recuperado, así que me darían el alta lo más pronto posible.

Quería que me dieran el alta.
Aunque a la vez no.

Los golpes en la puerta me sacaron de mi trance, cuando vi al moreno entrar en mi habitación con una sonrisa arrepentida.

Quise gritarle cientos de cosas, pero él se adelantó.

— Antes de que digas algo — comenzó, acercándose a mi, con su dedo índice amenazándome—, quiero que sepas que sigo enfadado contigo, y que solo he venido aquí para llevarte a casa.

Lo miré con un gesto incrédulo. Él era jodidamente estúpido. Por eso lo quería tanto.

Reí un poco, tocando mi nariz, y luego suspiré aliviado.

— ¿Eres consciente de que podía haber cogido un taxi para ir a casa? No tendrías que haber venido si tan enfadado estás.

— ¡Cállate! Y quítate ya esa ropa de hospital de mierda. Pareces mi abuela en camisón.

Eso me hizo reír, y lo agradecía.
Había echado de menos a esa escoria.

Me tiró un pantalón de chandal y una sudadera de color verde.
Lo vi mirándome expectante, y chasqueé la lengua, agregando:

— Cierra los malditos ojos si no quieres que te parta el cuello— le amenacé cuando comencé a quitarme la ropa de hospital.

Oh si, vaya a ser que me enamore de tu hermoso cuerpo, ricitos.

Bufé y conseguí vestirme cuando quitó sus ojos de mí.

— ¿Has acabado ya? Mierda, tardas mucho.

— He acabado hace un rato, pero me hacía gracia lo imbécil que te ves mirando a la pared.

Zayn se giró con la cara roja de la ira, y me miró amenazante.

— Eres una mierda, Styles.

Salió de mi habitación a paso apresurado.

— ¡En realidad me amas!— grité lo suficientemente alto como para que me oyera desde el pasillo.
Cogí mi mochila y nos dirigimos a recepción.

Tuve que firmar unos papeles donde aceptaba todo el procedimiento de dar de alta a un paciente, y ya después pude irme de allí.
Cuando salimos al estacionamiento, él me guió hasta un coche, el cual conocía bastante bien.

— He traído el coche de mi padre. No quería llevarte en moto.

Zayn odiaba los coches, y tenía una moto negra a la cual apodaba Kurt, como uno de sus cantantes favoritos, y que era muy especial para él.

Nos montamos en el viejo coche gris de su padre, el cuál falleció años atrás de un traumatismo cráneo-encefálico. Era algo que Zayn ya había asumido, pues habían pasado más de siete años de aquello.

— ¿Como te va el trabajo en la tienda?— pregunté cuando el tema de conversación se había acabado.

— Como una mierda. La gente ya no se tatúa como antes Harry, pero sigo amando lo que hago.

El moreno había abierto un estudio de tatuajes varios años atrás, y aquello era el jodido infierno.
Nunca salía de allí, estaba días sin dejarse ver fuera del estudio y tenía un ayudante llamado Jefferson.
El sueldo lo mantenía más o menos estable. Podía hacerse cargo de su apartamento y poco más. Pero él era feliz, y yo era consciente de la emoción que sintió al abrir su estudio que, poco a poco, se había hecho un poco famoso.

— ¿Te encuentras bien?— preguntó Zayn.

— Algo mejor que ayer, supongo. Además, hablé con Lilly.

— ¿En serio?— gritó emocionado— Y... ¿sabes si tus padres se han entrado de... De algo de lo que te ha pasado?

— Creo que no saben nada. Y si lo saben, no han querido hablar conmigo.

Zayn se quedó callado. Sabía que yo odiaba hablar sobre mis padres, así que trató de no tocar el tema.
Él me conocía desde hacía muchos años y era consciente de que, a pesar de parecer un tipo duro, hablar de mis padres me ponía sensible y me hacía daño.

Llegamos a mi edificio, y Zayn se bajó del coche para sacar la maleta.

— ¿Adónde vas? Puedo subirla yo solo, estoy bien — informé.

— Quiero subir contigo hasta arriba. Y te prometo que después de eso, me iré.

Estaba bien. Lo dejé subir conmigo.

El camino de escaleras hasta llegar a mi casa no fue agradable, el silencio se sintió eterno, pero por fin vi mi puerta, y me alegre como nunca antes.

Zayn dejó la maleta en el suelo, al lado de la puerta, y yo saqué las llaves de mi pantalón, aunque en ningún momento la metí en la cerradura porque sabía que Zayn iba a decir algo.
No me equivocaba.

— Quería asegurarme de que llegabas sano hasta aquí. Yo... Estoy muy asustado Harry. Quiero que estés bien esta noche, ¿si?. No quiero que... Que pienses demasiado en cosas sobre tu familia, ¿está bien?

Cerré los ojos y suspiré. Cada palabra que decía se me clavaba como un puñal en el pecho. Sentía que Zayn estaba preocupado por mí de verdad, y odiaba sentir esa dependencia.

— Voy a estar bien Zayn, no te preocupes.

Traté de darle una sonrisa tranquilizadora, pero fallé en el intento y no conseguí calmarlo.

— Está bien.

Me miró fijamente a los ojos, y luego nos fundimos en un fuerte abrazo. Su mano dio golpes en mi espalda, tranquilizándome.
Ahí sentía que me faltaba el aire. No quería llorar, pero me dolía el pecho y aquello me superaba más que a nadie.

— Cuídate hermano. Prométeme que estarás bien, al menos esta noche — susurró sobre mi cuello.

Nos separamos, y nos miramos una vez más. Asentí ligeramente, tratando de parecer seguro de mi mismo cuando en realidad sentía que iba a caerme de un momento a otro.
Me dedicó una sonrisa melancólica, y se marchó escaleras abajo. En ningún momento separe la mirada de su espalda, hasta que dejé de verlo.

Me adentré en mi casa, la cual era una mierda, y la cual odiaba como quien odia a su peor enemigo.

Me sentía tan solo, tan pequeño, y tan vulnerable entre aquellas cuatro paredes, que llegaba a sentir que me ahogaba.

Hubiera deseado que Zayn se quedase toda la noche, o que mis padres me hubiesen mandando un mensaje o una llamada.

Ya solo quedábamos mi tristeza y yo en aquellas paredes.

Fui a mi habitación y me acosté en la cama, junto a las botellas a medio gastar que había dejado tiradas por ahí. Le di un trago a una de whiskey hasta dejarla casi vacía, y luego bebí de una botella de ron.

Quería que todo dejase de doler durante un rato, que las cosas comenzasen a ir bien por una vez en mi jodida vida.

Pero parecía que nunca iba a ocurrir ese milagro que iba a hacer que levantara cabeza.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora