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Desperté solo, sin despertador.
La habitación estaba sumida en una oscuridad que hacía parecer que aún eran altas horas de la madrugada.
Observé la pantalla de mi teléfono móvil: eran las 10:20 a.m.

Me desperecé y bostecé muy sonoramente.
Odiaba despertar por las mañanas con dolor de cabeza.
Aunque al menos no era tan fuerte como en los anteriores episodios.

Anduve por mi habitación medio adormilado, tratando de despertarme. Subí las persianas e hice la cama de manera imperfecta. Tan sólo me dediqué a estirar las sábanas un poco y poner bien la almohada.

Anduve arrastrando los pies cansado y flojo por el pasillo frío y pequeño de mi apartamento, y me dirigí hasta el salón que, para mi sorpresa, no estaba vacío como me esperaba.

Me acerqué al sofá y vi a Zayn sentado, con la cabeza hacia un lado, roncando como si no hubiese un mañana.
El día anterior me había hecho la cena y había ido al supermercado a comprar cerveza fría, la cuál no me bebí, cuando llegó de trabajar.
Lo había hecho todo por mí.

Sentí una punzada en el pecho.
Se veía verdaderamente derrotado.
Las ojeras adornaban sus párpados y su pelo estaba desordenado.
Por la postura en la que se había quedado dormido, supuse que le dolería el cuello más tarde.

¿Él no se suponía que debía estar trabajando?

Toqué gentilmente su brazo, y lo moví un poco, tratando de despertarlo.

— Zayn, imbécil, responde — susurré, dándole toques en la cara.

Gimió, pero lo hizo en sueños, y siguió roncando.

— Hermano, despierta de una vez o te juro que te tiraré agua encima.

— ¿Podrías callarte la maldita boca y dejarme dormir tranquilo? — murmuró, con los ojos cerrados, tratando de no perder el trance y volver a dormir.

— Haz lo que quieras, pero no has ido a trabajar esta mañana — me encogí de hombros, advirtiéndolo.

Abrió los ojos de golpe y frunció el ceño, pensando.
Probablemente estaba tratando de averiguar si realmente tenía que trabajar o no.
Suspiró, y vi como me mataba con una mirada.

— Me pedí el día libre. Jefferson se encargará de llevar hoy la tienda — suspiró cansado, y volvió a recostar la cabeza en el sofá, cerrando los ojos, cansado —. Eres un hijo de puta.

— ¡Lo siento! No sabía que hoy no trabajabas — grité, excusándome, con la brazos alzados, y encogiéndome de hombros.

Una risa ronca salió de sus labios, aún con los ojos cerrados, y simplemente me di la vuelta negando con la cabeza.

La cocina estaba hecha un jodido asco.
Era repugnante.
Platos sin lavar por todos lados, comida regada por la encimera, empaques de comida rápida perdidos por el suelo y fuera del cubo de la basura...

Zayn y yo eramos horribles compañeros de piso.
Aquello daba vergüenza.

Suspiré, cansado de ver tanto desastre, y traté de olvidar todas las tareas que debía realizar cuando me encontrase mejor.
Me limité a servirme una taza de café bien cargada y caliente, y volví al salón para sentarme en mi sillón, frente al sofá donde Zayn seguía sentado, medio dormido.

Le di un sorbo a mi bebida ardiendo y miré al muchacho que había frente a mí con la boca entreabierta, casi dormido, con cara de cansancio.
Ese chico me había salvado la jodida existencia.
Ese chico había pasado noches en vela pensado en mí.
Ese chico había llorado cuando nadie más se había preocupado por mi estado.
Ese chico me había llevado al hospital incontables veces.
Ese chico me hacía feliz.

Sonreí pensando en todos los momentos que habíamos vivido juntos. Él había sido mi mejor amigo desde que tenía 14 años.
A pesar de todos mis problemas, él se quedó conmigo.
Él confió en mí cuando nadie lo hacía, apostó por mí con los ojos cerrados, sin dudar, sin pensarlo dos veces.
Había sido mi familia durante 7 años y nunca, nunca, me había abandonado.

Le debía la vida, y mucho más que eso.

— ¿Por qué me miras así? — preguntó somnoliento, con el ceño fruncido, preguntándose muchas más cosas.

No me había dado cuenta de que estaba mirando a Zayn embobado, metido en mi mente.

— No lo sé. Solo estaba... Pensando — respondí, negando con la cabeza, restándole importancia al asunto.

Zayn se estiró después de haber dormido acongojado en aquel sofá durante toda la noche.
Aquello debió de ser muy incómodo.

— Ayer nada más acabaste de comer, te fuiste a dormir. Ni siquiera tomaste cerveza. ¿Ocurrió algo?— preguntó.

No quería hablar sobre aquello.
pero Zayn era mi mejor amigo y se preocupaba por mí. Tal vez le debía una explicación.

Negué con la cabeza. Realmente no había ocurrido algo. El problema eramos yo y mi mente. Nunca podía estar tranquilo.

— ¿En serio no ocurrió nada? Harry, te recuerdo que te conozco desde hace muchos años y a mí no...

— No ocurrió nada — lo corté, en un grito frustrado y cansado —. No ocurrió nada porque soy una mierda de persona inestable y sin corazón. A veces siento que nunca voy a ser suficiente para las personas y me bloqueo, trato de encerrarme para que no me hieran una, y otra, y otra vez.

Había soltado aquel discurso en un lapsus de, al menos, 10 segundos.
Me había quedado agusto.
Aunque aquello no respondía mucho a su pregunta, necesitaba soltarlo, porque realmente era todo lo que había pasado el día anterior.

Zayn se quedó con las cejas alzadas, sorprendido, aunque a la vez sin palabras.

— ¿Eso tiene algo que ver con... Louis?— preguntó, como si la explicación no le hubiese resultado lo suficientemente clara.

Me encogí de hombros mirando el suelo. No quería mirar a Zayn.
No cuando él no sabía mi realidad.

— Harry, no te preocupes por nada, soy tu mejor amigo y estoy aquí siempre — murmuró, tratando de convencerme de que todo lo que dijese iba a ser escuchado y alabado.

Suspiré una vez más, frustrado.
Un suspiro decía más que mil palabras.
Y yo, estaba cansado.

— Yo quiero a Louis — comencé, con la voz temblorosa —, y sé que esto es solo un grito al vacío puesto que entre él y yo hay un gran abismo por descubrir, pero él me gusta y ayer la cagué tanto que ahora pienso que no sirvo para nada y que no soy suficiente. Siento que fui poco claro, y tal vez debía haberme lanzado. Soy patético, y nunca me había pasado esto. Lo siento.

Lo último salió en un susurro tembloroso acompañado de un suave gemido, doloroso.
Estaba asustado. Era la primera vez que le decía a Zayn, mi mejor y único amigo, que me gustaban los chicos.
Y no era algo que había descubierto recientemente, no. Era algo que sabía desde hacía, al menos, 6 años.
No se lo había dicho hasta ahora porque en un pasado las personas me habían juzgado y me habían dejado de lado.

Zayn miraba el suelo, perdido entre el mar de palabras que yo había soltado de repente.
Mi corazón saltaba desbocado. Estaba nervioso porque por primera vez había explicado mis sentimientos y no me había sentido mal.

— ¿Sabes? — cuestionó, separando la vista del suelo y clavando su mirada en mí —. Ya sabía que te gustaban los chicos, y ya sabía que te gustaba Louis. Soy tu mejor amigo y no soy tonto. Que hayas rechazado un acercamiento significa que Louis te hace sentir algo diferente. Si no te lo has tirado a la primera de cambio, hermano, es porque algo raro hay entre vosotros dos.

Me dedicó una sonrisa socarrona, y luego se levantó del sofá para abalanzarse sobre mí y darme un fuerte abrazo.

— Eres un capullo — susurré sobre su cuello, sin soltar el agarre familiar.

El pecho se me llenó de alegría y sentía que en ese momento estaba siendo feliz de verdad.

— Pero me quieres un montón — respondió, y esta vez sí estuvo en lo cierto.

Por primera vez en mi vida sentí que estaba siendo suficiente para alguien.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora