8.

1.9K 144 23
                                    

Volvíamos a casa después de la exposición cuando me quedé dormido en el coche. Estaba muy cansado, llevaba muchas noches acostándome en la madrugada ahogado en cerveza.

Cuando llegamos a mi edificio, Zayn me despertó del sueño.

— Eh, mierda, despierta. Hemos llegado a tu maldito apartamento.

Abrí los ojos y Zayn se encontraba casi encima mía, dándome palmadas en la mejilla para tratar de despertarme.

— Quitate de ahí y para de darme en la cara, o te parto las piernas — contesté enojado.

Entre risas, Zayn abrió la puerta del piloto y se bajó.
Yo repetí su acción, pues no pretendía quedarme en el coche.

Entonces me quedé parado junto al coche cuando vi a Zayn abrir el maletero trasero y sacar una maleta.

Eso me olía a chamusquina.

— ¿Qué es eso? — pregunté intrigado, sin saber qué se traía entre manos.
No me fiaba de él.

— Una maleta— respondió naturalmente.

— Eso lo sé, imbécil. ¿Pero para qué?

Agarré las llaves y abrí la puerta principal del edificio, y en silencio entramos en el ascensor.

— No te lo diré — dijo, apoyándose en una pared del ascensor, mientras este subía. Negué con la cabeza, me ponía nervioso.

Di un sonoro bufido, cruzándome de brazos, cuando llegamos a la planta de mi apartamento. Anduve hasta la puerta, la abrí con Zayn a mis espaldas, y nos adentramos en mi pequeño hogar.
El moreno soltó la maleta en el suelo.

— ¿Me dirás algo?— volví a insistir.

Él ladeó la cabeza. Probablemente no estaba muy de acuerdo en contarme algo sobre su plan, pero me daba igual, necesitaba saberlo.

Me miró serio y carraspeó.
Me dio miedo.

— Me voy a quedar a vivir contigo.

Mi ceño se frunció agresivamente. ¿Iba en serio? Deseaba que fuera una broma.

— ¿Qué estas diciendo, Zayn?

El pulso se me aceleró, y me temblaba la respiración, furioso.

— Lo que oyes — respondio, chasqueando la lengua.

— ¿Eres tonto? Zayn, no puedes quedarte aquí — dije, visiblemente enfadado. Lo estaba, me hervía la sangre —. No sin hablarlo antes conmigo.

— Sí que puedo. ¿Ves? Lo estoy haciendo ahora mismo — dijo con una sonrisa cínica, obvio.

Me crucé de brazos, y los dedos de mi mano derecha comenzaron a jugar con mi labio inferior.

— Harry... Lo haré hasta que te recuperes. O al menos, hasta que yo esté seguro de que todo está bien. Después, prometo irme.

— Estoy bien, punto y final. No tienes que asegurarte de ello. Yo te lo digo, estoy bien, estoy recuperado. Fin.

Traté de empujarlo fuera poniendo mis manos en su pecho, pero se resistió y casi caigo al suelo.

— ¡Harry! ¿Qué más te da? De todas formas paso aquí más tiempo que en mi propio apartamento.

Me estaba enfadando mucho. Odiaba que tocasen mi espacio personal. Mi departamento era mi hogar, y a veces también necesitaba estar solo.

— ¡Zayn, vete ya! Joder, vete. No te quiero aquí, no voy a darte explicaciones, no necesito tu opinión. Fuera — ordené.

Se cruzó de brazos, imponiendo su cuerpo fuerte.

— No me moveré de aquí, lo siento hermano.

— Zayn, lo digo en serio. ¡Vete! ¡Ya tiré las drogas, hice todo lo que me pediste! ¿Qué más quieres? Déjame en paz.

Otra vez traté de echarlo, pero no pude. Así que cogí su maleta en un movimiento rápido y la tiré fuera de mi apartamento, al pasillo vacío y frío.
Él se giró para cogerla, y aproveché para empujarlo fuera y cerrar la puerta. Respiré aliviado.
En ese instante pude escuchar un fuerte puñetazo en la puerta de madera, y por un momento me asusté pensando que aquello caería, pero después escuché su respiración agitada al otro lado.

— Harry por favor. Será solo un tiempo. ¿Está bien? Quiero verte día a día. Estaremos bien — susurró, probablemente con la cara pegada a la puerta —. Quiero estar seguro de que no te quedas todo el día en la cama llorando y tratando de conseguir drogas. Me iré en unos días.

¿Por qué se preocupaba tanto por mí? No lo merecía. No merecía a alguien que me cuidase, o que se preocupase de que no intentara quitarme la vida otra vez.
¿Lo debía dejar entrar? En realidad sí, él estaba haciendo lo imposible por mí, era lo mínimo que yo podía devolverle.

Suspiré exhausto, y giré el pomo, encontrándome a Zayn con la maleta en una de sus manos, y una sonrisa sincera plasmada en su cara.

— Gracias amigo— susurró, soltó la maleta y me abrazó.

— Está bien...— respondí en su cuello—, gracias a ti, hermano.

Se adentró en casa otra vez con la maleta colgando de su mano. La soltó en el sofá, y se tiró en este. Lo vi sacar un cigarrillo de su bolsillo trasero, y encenderlo en sus labios.

— ¿Donde dormirás?— pregunté, viéndolo echar humo por la nariz.

Mi apartamento era totalmente enano. Apenas tenía una habitación para mí, y un salón donde tener un sofá, un sillón, y una televisión. También tenía dos pequeños baños y una cocina, pero no servían para mucho.

Zayn rió.
— En el sofá. Es cómodo — añadió, tocando los cojines, para afirmar lo que decía.

— Está bien. Yo... Si necesitas algo solo pídelo— le dije, yendo hacia la cocina.

Tomé una pastilla y un vaso de agua. Me dolía mucho la cabeza y solo quería que el día terminase para poder dormir.

— Mañana saldré a trabajar temprano — lo escuché decir desde el salón, a lo lejos—. Tengo que tatuar desde primera hora de la mañana.

Me aproximé al salón y me tiré en el sillón individual, haciéndome un ovillo.

— Está bien — me limité a decir.

Zayn me miró con el ceño fruncido, y apagó la colilla en un cenicero que yo tenía siempre en la mesa.

— ¿Te encuentras bien?— preguntó preocupado—. Si es por mi estancia aquí... Me iré Harry. Tampoco pretendo...

— No Zayn. No es eso. Estoy bien— traté de sonreír pero no funcionó.
En realidad no estaba bien. Me había dado un bajón repentino y sentía que me iba a explotar la cabeza.

Me levanté del sillón, estirando los brazos y dejando un paquete de cigarrillos sobre la mesa.

— Me voy a la cama. Coge lo que te de la gana, como si estuvieras en tu casa de mierda. Nos vemos mañana — dije sin ganas.

— Claro hermano. Te veo mañana.

Entonces me fui a mi habitación con pasos vagos y arrastrados.
Cerré la puerta a mis espaldas, y me llevé las manos a la cabeza para acariciar mis sienes, impotente, temblando. Me dolía todo el cuerpo, estaba muy cansado, notaba que las piernas me pesaban y los ojos se me cerraban solos.

Me acosté sobre la cama sin deshacerla. Era consciente de que no iba a poder pegar ojo en toda la noche, que no iba a descansar por culpa de todo el estrés y el dolor acumulados.
Moví mi mano hacia el cajón de la mesita de noche, lo abrí y saqué un bote pequeño de pastillas.
Sabía que aquello estaba mal, que eran drogas, pero era lo único que iba a quitarme el dolor e iba a dejarme dormir durante toda la noche sin despertarme ni una sola vez.

Me la metí en la boca y me eché hacia un lado, quedando acostado sobre mi brazo izquierdo.

El sueño se apoderó de mí muy rápido gracias a aquella pastilla mágica.

Aquello estaba mal, pero era necesario.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora