28.

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Louis había estado increíble.
Él era increíble.
Incluso quise llorar cuando se separó de mi entrepierna y simplemente me besó, como si él no fuese el ángel más bonito que había visto en mi vida.

Fue en ese momento cuando decidí que no iba a dejar ir a Louis.
No ahora cuando las cosas me estaban saliendo bien al fin.
Y es que sentía que Louis era el indicado, él era eso que todos llaman "alma gemela".
Era todo lo que yo quería llegar a ser.
Y no sabía como decirle que le quería, no era capaz.

Hacía mucho tiempo que no tenía algo íntimo con alguien.
Cuando era más joven solía ir de noche en noche buscando a chicas para tener sexo y quitarme de la cabeza el hecho de que me gustaban los hombres.
Pero aquello daba igual porque nunca en mi vida había sentido amor o atracción, lo hacía más como autocastigo, como si las voces de mi cabeza me gritasen: Sí Harry, esto es lo que mereces. Tienes que salir con chicas porque si eres gay la sociedad nunca te va a respetar, y tu jodido culo no quiere eso.”

Pero con Louis sentía, finalmente, que la sociedad me importaba una mierda.
Quería estar con él por el resto de mis días y no me importaba cómo o dónde, siempre y cuando fuese con él.

Después de la pequeña locura de la cocina, ambos nos tumbamos exhaustos en su cama.
Era más grande y espaciosa que la mía, pero daba igual, porque por muy grande que fuese ambos íbamos a estar pegados como si el colchón midiese 5 centímetros.

Yo estaba boca arriba con Louis a mi izquierda, y la cabeza y los brazos del pequeño ojiazul estaban en mi pecho.
Mi mano izquierda, un poco alzada, se dedicaba a acariciar las ebras de su coronilla, y mi otra mano solo acariciaba su cara.
Nuestras respiraciones eran lentas, estábamos calmados, y eso era lo más bonito que me había ocurrido en la vida.

— Mmh...— gimoteó Louis—. Estoy tan cómodo aquí contigo...

Lentamente, uno de sus brazos agarró mi mano izquierda, la cual tenía doblada mientras tocaba su pelo, y la llevó hacia su pecho.
Comenzó a recorrer cada vena de mi mano hasta mi brazo, a delinear mi tatuaje, a hacer cosquillas en las líneas sin forma de la palma.

Se paró de repente, y con su pulgar rozó la zona de mi muñeca hacia mi antebrazo.

— ¿Puedes... — se quedó en silencio, y mordió su labio inferior—... Puedes contarme la historia de estas cicatrices?

Había olvidado por completo las cicatrices de mi brazo izquierdo, y me golpeé mentalmente por ello.

Tenía líneas de un color más claro y rosado que mi piel normal surcando toda la zona interna de mi muñeca, algunas estaban en relieve y otras se habían comenzado a difuminar con el paso de los años.

No sabía si estaba preparado para volver a revivir un capítulo que había dejado enterrado en el fondo de mi memoria. Eran cosas que odiaba recordar. Ni siquiera me sentía avergonzado de mis cicatrices, el problema era que aún no podía hablar de aquella fase de mi vida sin romper en llanto porque en el fondo seguía doliendo.

— Es complicado — me limité a murmurar, para cambiar la opinión de Louis.

— Por favor Harry... Soy psicólogo, no te voy a juzgar. Solo quiero conocerte más, eso es todo. Yo igual te he contado cosas privadas mías.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora