24.

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Cuando salí de la ducha, Zayn había preparado pasta para comer, así que sin mucho preámbulo nos sentamos en mi pequeño comedor a engullir como si no hubiera un mañana.
La pasta estaba deliciosa, era de admirar, y eso que al moreno no se le daba demasiado bien cocinar.

Después, cuando ya ambos estábamos totalmente saciados, Zayn se marchó porque tenía que comprar algunos materiales que se le habían gastado en el estudio, como tintas, y además directamente se iría a trabajar.

Tomé ese momento, cuando Zayn se marchó, para mandarle un mensaje a Louis.

¿Puedo pasar ya a recogerte? :)— Harry.

El móvil no tardó en vibrar.

Claro, te espero.Lou.

Entonces terminé de ponerme mi abrigo y mis zapatos para salir de casa.
Zayn se había llevado a Kurt, así que yo tomé prestado su coche, que en realidad lo utilizaba yo, sobretodo cuando tenía que ir a trabajar, pues la empresa quedaba a más de cuarenta minutos si iba andando.

La música me acompañó todo el camino hasta la casa de Louis. Aparqué en la puerta, y me bajé del coche para encaminarme a la entrada.

Las manos me sudaban un poco. Estaba nervioso, como siempre.
Ese pequeño atisbo de ansiedad, como podéis comprobar, nunca me abandonaba.
Siempre, siempre, siempre, tenía que estar alerta de todo y nervioso por cualquier mínima cosa.
Eso era una mierda.

Di tres suaves toques en la pesada puerta de maderera y esperé paciente.

Hacía frío en el exterior. Vivíamos en una ciudad fría, no se puede negar. Así que le pedía a Dios con mucha fuerza que Louis no tardase en aparecer.

No lo hizo. A los pocos segundos apareció Louis, quien se colocaba su abrigo negro y acababa de alistarse.

— Me queda ponerme los zapatos. ¿Quieres entrar?

Asentí sin darle muchas vueltas al asunto, y me sumergí en su pequeña pero apacible casa.

Eso sí era un hogar.
Eso sí se sentía como un hogar, en comparación con mi diminuto apartamento.

Las paredes eran de un color claro, y tenía unos muebles muy minimalistas, sin cargar demasiado el ambiente con cachivaches inservibles.
Era un lugar familiar y cálido, no se podía negar.
De las paredes colgaban fotos, o pequeños cuadros que le daban vida a las estancias.
Además, su casa contaba con muchas ventanas, y eso significaba que en verano la luz reinaba en todas las habitaciones y los pasillos.

Era increíble.

Me senté cómodamente en su sofá, mientras el revoloteaba por el salón en busca de sus llaves, su cartera, su móvil, y a saber qué cosas más.

Mi sillón era más cómodo que su sofá, pero su hogar era cien mil veces mejor que el mío.
Lo envidiaba.

— Harry, ¿puedes ver por casualidad un zapato Adidas azul por ahí?— gritó desde la entrada.

Barrí la habitación con la mirada, y me topé con lo que buscaba.

— Sí, está debajo de tu mesa.

Mierda dijo para sí mismo, refunfuñando.

Apareció y, Oh santa mierda, se veía, una vez más, como un completo adolescente.

Su camiseta blanca y sus vaqueros negros ajustados hacían resaltar sus facciones como no os imaginais, y sus zapatos azules daban el golpe final a sus ojos, del mismo color.

In My BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora