Capítulo 6

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Esa noche, Corny tuvo por primera vez sueños. Se suponía que los unicorn no tenían la capacidad de soñar, esto se debía a que la magia que podían poseer ocupaba mucho de sus facultades mentales para generar visiones imaginativas mientras dormían. En el sueño de Corny nada estaba totalmente claro. Era como si su cerebro tuvo que hacer un gran esfuerzo por proyectar imágenes nítidas, pero todo lo vio brumoso y lo único coherente fueron unos cabellos tan blancos como la luna, que poco a poco se bañaban en un charco rojizo. Sangre.

Liberando un aullido, Corny despertó llena de pánico y toda su frente, cuello y manos sudaban tanto que cualquiera pensaría que acabara de bañarse. Su pecho subía y bajaba, y su jadeaba buscando el oxígeno suficiente para controlar el ritmo de su corazón, que golpeaba contra su piel para poder salir.

Era imposible que pudiera soñar. Nadie puede, pensó. Pero por más que se lo negara, aquella imagen borrosa seguía en su cabeza como un nuevo recuerdo. La primera noche que no pudo dormir, y le causaba un gran temor el significado que tuviera ese acontecimiento sin sentido e imposible. Respiró profundamente una y otra vez, repitiéndose a sí misma de que talvez existían la excepciones para su especie, y que hubiera algún otro unicorn con la habilidad de soñar. Lo que le pareció más lógico, era pensar que se debía a la falta de práctica de su magia.

Con la intención de conseguir aire fresco, se levantó de su cama, se puso una bata de fina ceda encima de su camisón para dormir y se puso unas sencillas zapatillas. Deseaba tanto salir para encontrarse con Will, pero eso era imposible. Will seguía afuera encargándose de la búsqueda de los vigilantes del tártaro desaparecidos, mientras su prometida estaba perturbada por sus sueños. Corny se asomó por la ventana y miró el exterior después de tomar una gran bocanada de aire, y aun así no encontró la frescura que necesitaba.

Abrió la puerta de su alcoba sigilosamente y ésta apenas chirrió muy bajo. Se asomó a ambos lados del pasillo para asegurarse de no ser vista por ningún sirviente y se encaminó escaleras abajo hacia la puerta trasera del servicio para salir al jardín. Una vez afuera, de inmediato percibió el viento frío que movía su blanco cabello y la inundó el aroma a la hierbabuena que estaba plantada en esa parte del jardín. La noche era silenciosa y se sintió tranquila a ser la Luna su única compañía a esa hora.

Caminó por el camino rodeado por flora, se abrazó a sí misma para buscar el calor y sus ojos grisaseos viajaban entre el cielo y las flores. Corny se sintió más tranquila de lo que estuvo en su alcoba, pues lo que veía y sentía se trataba de algo real, y no de alguna especie de sueño.

De repente, algo captó su sentido del oído. Una voz. Una melodiosa voz, e inmediatamente pensó en Pearl. Debía estar en alguna parte, muy cerca de ella, o al menos lo suficiente para poder escuchar sus pensamientos en su propia cabeza.

Siguió caminando guiada por su instinto y ahí estaba ella. Cuando llegó a los establos reales, Corny visualizó a Pearl, echada entre un montón de hojas de hierbabuena y menta. Como era la guardiana de la futura reina de los unicorn, la trataban como merecía, y a pesar de que se negó a aceptar tantas atenciones, no logró nada.

Cuando Corny se plantó frente al compartimiento que le pertenecía a Pearl, ésta movió su oreja en dirección de la que venían los pasos, abrió los ojos y levantó la cabeza.

-Princesa.- Susurró Pearl. -Supuse que vendría. ¿Está todo bien?

-¿Cómo sabías que vendría?

Pearl río un poco avergonzada en sus pensamientos.

-Todavía no me acostumbro a escuchar los pensamientos de alguien más, pero pude ver lo que proyectó su mente hace un rato.- Aclaró.

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