Capítulo 10

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La pregunta lo tomó por sorpresa, y aunque no tenía la intención de contestar de inmediato, irrumpieron en el espacio del comedor los sirvientes que entraban con los recipientes metálicos de comida. Corny comprendió que el silencio momentáneo de su padre se debía a la discreción del asunto, así que, con un suspiro inaudible, decidió esperar a que los sirvientes se fueran.

Bloom seguía callada desde su silla y observó su plato cuando lo llenaron de sopa de tomate, aromática y cálida. Luego miró de reojo al rey, como si estuviera ansiosa por escucharlo hablar, pero éste permaneció sereno y agradeciendo a cada sirviente por sus nombres mientras ponían la canasta de pan sobre la mesa, la botella de vino de uva, las ensaladas y algunos condimentos para acompañar.

A pesar de que ya había algunos alimentos sobre la mesa, antes de que entraran los sirvientes con más, ni el rey ni Bloom comieron nada hasta esperar a Corny, y con aquella pregunta, el rey creyó perder el apetito.

Sirvieron el vino en finas copas de cristal. El líquido púrpura caía como una cascada de olores frutales y totalmente deleitantes, como si fuera un arte servirlo, los tres miembros de la realeza detuvieron sus ojos en cada una de las copas que llenaba Joel, uno de los más jóvenes en el personal de servicio. Ante las miradas, Joel se sintió incómodo, así que se apresuró en terminar con la última copa, hizo una reverencia y se retiró con sus demás compañeros.

Cuando cerraron las puertas, y la pequeña familia por fin estuvo completamente sola, Corny miró su plato de sopa caliente y luego levantó los ojos hacia el rostro insensible de su padre, esperando su respuesta. Normalmente el rey siempre permanecía al margen en sus modales, normas y protocolos, por ello, parecía una persona fría que esa no fuera la verdad. Corny recordó los viejos tiempos y se dijo a sí misma que su padre cariñoso, entusiasta, optimista y alegre seguía ahí.

Corny se aclaró la garganta.

−¿Papá?− éste dirigió sus pupilas grisáceos hacia su hija, pero su mirada en el plato del que probaba bocado con una cuchara.

Con un movimiento de cabeza y las cejas que se levantaban por parte de Corny, el rey entendido de inmediato.

−Sabes perfectamente que ese tema no se toma− susurró para luego meterse la cuchara con sopa a la boca.

En medio de los dos, Bloom estaba tratando de fingir que no se daba cuenta de a dónde llevaría aquella conversación y prefirió tomar un pedazo de pan cortado para comer en silencio e indiferente.

−Pero necesito hablarlo− continuó Corny −. Yo sé que te duele hablar de ella...− se corrigió -a los tres. Sólo quiero saber lo que pasó con ella. Antes no querías hablar de eso porque creíste que no lo entendería, pero ahora es el mejor momento para hacerlo.

−No− contestó su padre con firmeza −. No lo entenderás, nunca.

La dureza de su declaración confundió a Corny. «¿Qué es lo que no entendería?», se preguntó. Aquel tema era bastante delicado, por lo que trató que la conversación se apaciguara con las pausas al comer bocado y beber un sorbo de vino.

−Unos días antes de su fallecimiento, mamá ya estaba intranquila por algo− recordó Corny −. Quiero pensar que estaba enferma y no nos lo quería decir para no preocuparnos, pero por tu reacción, creo que no va por ese rumbo.

−No pensé que tan pequeña fueras tan observadora− inquirió el rey.

Ignorando a su padre, prosiguió.

−Recuerdo que un día antes del entierro, Bloom y yo fuimos encerradas al cuidado de Lizzy, y nadie nos dijo lo que sucedía− juntó las cejas −. Habían un par de guardias en la puerta.

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