Capítulo 4

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Por la tarde, Dorman convocó una audiencia con la princesa y el rey en la sala de reuniones. Obviamente a Corny no le hizo a menor gracia que quisiera preocupar a su padre con alguna teoría no sustentada. Hubiera preferido seguir con la confidencialidad, pero después de analizarlo detenidamente, si Dorman pidió una reunión incluyendo al rey, entonces el asunto era peor de lo que imaginó.

Le sudaban las manos mientras tomaba asiento junto a su padre y esperando a que el hechicero entrara. Como la ansiedad se adueñó de ella desde la cabeza hasta la punta de sus pies, sus dedos tamborilearon sobre la mesa y su estómago se revolvió. Las náuseas poco a poco le subían a la garganta, pero se resistió a la idea de vomitar.

-¿Estás bien?- Preguntó su padre. -Te ves más inquieta que un borrego cuando los lobos se preparan para la cacería.

Corny detuvo el movimiento de sus dedos y fingió reírse de la comparación tan descabellada que hizo él.

-Estoy bien, padre.

El rey asintió con un movimiento de cabeza y dirigió su mirada a la puerta cuando entró el hechicero Dorman a la sala de reuniones. Sus ojos expresaban tristeza, al igual que las facciones arrugadas de su cara. Llevaba algo entre sus manos; un bulto cubierto por una capa viscosa y negra con forma redonda. El rey y la princesa creyeron que se trataba de una enorme piedra montañosa.

-Sus altezas, gracias por aceptar asistir a la audiencia.-Comenzó Dorman.

-¿Cuál es el problema?- preguntó el rey.

El hechicero suspiró melancólicamente, se aproximó a la mesa sin prisa y dejó el bulto negro sobre la mesa. Este derramó el líquido y Corny arrugó la nariz por la repugnancia. El líquido tenía una textura como la miel.

Aquel bulto no sólo se veía asqueroso, también apestaba a excremento y Corny sintió un escalofrío al recordar que la orquídea que le mostró Dorman ayer. Era mismo líquido oscuro y viscoso que envolvía la muerte de lo que alguna vez fue una hermosa flor. No podía creer en la posibilidad de que las sospechas fueran ciertas, pero tenía una corazonada, y no le gustaba a dónde se dirigía su sexto sentido. El rey frunció el ceño. Estaba confundido y no comprendió al momento, como lo hizo su hija.

-Anoche mandé una tropa para verificar que los cuidadores del tártaro estuvieran bien.- Comenzó Dorman. La mención del tártaro, desconcertó al rey. Corny, por otra parte, estaba aterrada. -Pero cuando llegaron, lo único que encontraron fue el casco de uno de ellos,- Sin importarle lo asqueroso que resultara, Dorman retiro una parte del líquido con la mano y dejó al descubierto que el color plateado de un casco de hierro. - y los cuerpos siguen desaparecidos. Majestades, me apena anunciarles que los leviatán abrieron el portal del tártaro.

Con los ojos tan grandes como la luna, el rey miro a su hija y percibió el rostro no tan sorprendido de la princesa. El rey se rascó la barba canosa y guardando la calma, se dirigió a Dorman.

-¿Está seguro de que los leviatán lograron abrir el portal?

-Todo indica que así es.- Dorman extrajo un poco de viscosidad entre el dedo medio y el índice. -Por la consistencia, el ataque fue resiente. No tiene más de 24 horas.

-¿Se continúa con la búsqueda de los soldados desaparecidos?

-Sí, majestad. El coronel Will dirige la búsqueda por los alrededores del tártaro con otros diez soldados.- Corny se sobresaltó un poco con la declaración de Dorman.

Por supuesto que era normal que le preocupara la seguridad de su futuro esposo, pero Will era el más capacitado para la misión. Era fuerte, astuto, valiente y determinante, podía defenderse el mismo, y Corny lo sabía.

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