Capítulo 15

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El penúltimo competidor se plantó a unos metros frente a Jev, esperando que sonara golpe del tambor, indicando el comienzo de una lucha cuerpo a cuerpo. Aunque el guerrero se veía fuerte, Jev lo superaba −como a todo el mundo− en masa y altura, y al darse cuenta de ello, una gota de sudor, en el que se liberaba todo su temor, resbaló por su frente hasta precipitarse después de tocar su barbilla.

Corny observó el semblante de aquellos dos y temió por lo insignificante que fueron los demás contra Jev. Imaginó a la princesa Holy luchando contra esa monstruosidad de hombre, y sin dudarlo, creyó que ella no tendría oportunidad. Su prejuicio le decía una y otra vez que, sin importar lo que planeara el guerrero, jamás derribaría al más fuerte de Skyfar. Las manos de Corny sudaron bajo la tela de sus guantes.

De repente, se dio cuenta de que su pequeña corona plateada se había desacomodado de su lugar, y con unos movimientos de sus manos sobre su cabeza, el tambor dejó escapar su estruendo, pero no prestó atención al campo de juego. Le pareció impresionante que sólo le tomó unos segundos, y cuando volvió su vista, el guerrero estaba noqueado de la misma forma que los participantes precios a él. La mandíbula le llegó hasta el piso por la incredibilidad. Asimiló que el combate ocurrió igual que el anterior:

"En que sonó el tamborileo, el guerrero se acomodó la armadura mientras Jev escupía al suelo; como si estar ahí, en ese preciso instante fuera una total perdida de tiempo. Los gritos sonaron hambrientos, alabando a Jev y todas sus batallas ganadas. Sin duda algo realmente desafortunado para los reyes y para Corny. El guerrero salió disparado hacia Jev, gritando con tal tensión, que las venas de su cuello resaltaron bajo su piel; cerró los puños y con un salto que lo elevó a metro y medio sobre el suelo, le plantó un puñetazo en la quijada a Jev. Éste perdió el equilibrio por un momento, se limpió la sangre de la boca y carcajeo con un aire de superioridad, miró burlonamente al guerrero que se preparaba para el siguiente golpe, pero esta vez, al acercarse de nuevo a Jev, éste lo tomó del cuello con una mano, me metió un rodillazo en el abdomen y golpeó su mejilla con su enorme codo. El guerrero cayó de rodillas al suelo, escupiendo un coágulo de sangre y gesticulando doloroso.

Corny se había llevado las manos a la boca, horrorizada por la violencia y se sintió molesta de que, para los demás espectadores, ver a un hombre siendo golpeado brutalmente, fuera lo más normal del mundo.

Jev se acercó de nuevo al guerrero, lo tomó jalando del cuero cabelludo y el hombre se quejó con gimoteos y alaridos. La sangre coloreaba lo que hace unos minutos pudieron ser unos relucientes dientes blancos, y tras otra carcajada de Jev, volvió a soltarle otro golpe que terminó por noquearlo al sujeto."

Holy avanzó con calma y sus botas de fino metal golpearon con el suelo. Con cada paso, sus hombros se movían relajadamente, su cuello bien erguido le daban un aire de superioridad y orgullo, sus ojos entornados apenas permitían ver su mirada azul y su cabello rojizo y rizado se ondulaba con el viento.

Cuando Holy se plantó frente al grandulón, levantó la barbilla para que sus ojos se encontraran mutuamente y luego se recogió su melena pelirroja en una coleta pegada a su nuca, resopló para quitarse los pocos mechones rizados de los ojos y se cruzó de brazos, esperando al igual que todos, la señal para comenzar el duelo. La mirada de Holy daba la impresión de no temerle a nada, mientras que Corny se moría de nervios por dentro. Un silencio desgarrador se adueñó de todo el estadio, todos los ojos estaban atentos y cuando por fin estalló el sonido del tambor, el desconcierto de Corny aumentó al ver que ambos contrincantes seguían quietos cual estatuas. Comenzados los murmullos, pero ni siquiera los reyes parecían sorprendidos.

El pie derecho de Holy emitió el primer movimiento en el campo, al arrastrar la punta de su bota metálica sobre el césped y dejó a la vista dos líneas de tierra húmeda. Una "X". Al volver a posicionar su pie junto al otro, una sonrisa orgullosa se dibujó en sus rosados labios y le susurró algo al grandulón, que nadie logró escuchar, y que ocasionó la furia del hombre-bestia.

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