Capítulo 34

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Corny se despertó súbitamente tras la vibración de su cuerpo por una bofetada en la mejilla. Soltó un alarido y pronto comenzó a sentir como su mejilla izquierda se calentaba en palpitaciones y supuso que enrojecería, pero eso no era lo importante, si no, la persona de quien lo había recibido.

Lizzy.

No podía estar más confundida. Un millón de preguntas atravesaron sus pensamientos, y lo más frustrante, era que no sabía la respuesta. Lizzy había cuidado de su hermana y de ella durante ocho años. No tenía sentido que ahora actuara de esa manera, pues siempre pareció tan dulce, servicial, maternal... además de que no percibió que ella utilizara la magia Arium, así que, no estaba muy segura si era también una traidora. De igual manera, no encontraba explicación para que ahora la golpeara brutalmente. Primero con la lampara de cobre y ahora con la fuerza emergida desde la palma de su mano.

Estaba aturdida y no podía mover sus brazos. A su espalda tenía las muñecas encadenadas y cuando intentó siquiera hacer el mas mínimo movimiento, el cuerpo le ardió como si las cadenas metálicas fueran expuestas a altas temperaturas. Algo no andaba bien. Incluso mover las piernas resultaba un delirio inexplicable. Lizzy apareció frente a ella sonriendo, mientras sostenía en la mano un palo de fierro que se utilizaba para el deporte tradicional de Skyfar; "Fuego al aire".

Consistía principalmente en una bola de fuego disparada desde la garganta de un dragón y el bateador utilizaba el palo de fierro para golpearla con la suficiente fuerza para derribar a un jinete en pleno vuelo. Los dragon podían ser demasiado bruscos entre ellos, en su opinión.

–Por fin despiertas, florecilla– dijo Lizzy con una mirada diabólica.

Corny no tenía idea de con qué contestar. Sus cinco sentidos estaban debilitados y simplemente guardó silencio. No había nada que pudiera hacer por el momento. Ni siquiera usar su magia. De lo único que estaba segura, era que seguía en su alcoba.

–Creo que me sobrepasé con el golpe– soltó una risotada –. Pude haberte matado así de fácil, pero creo que lo poco que te queda de magia te salvó.

–¿Por qué...por qué haces esto?– preguntó con la voz ronca.

–Oh, ¿no es obvio? Esta es una gran oportunidad para mi Bloom.

¿Su Bloom?

Estirando el cuello a duras penas, Corny distinguió el cuerpo dormido de Bloom en la cama. No se explicaba cómo podía seguir dormida con todo el ruido dentro de la habitación, hasta que recordó algo; cuando entró encontró a Lizzy dejando un vaso sobre el mueble junto a la cama. Debió darle algo para que ella estuviera profundamente dormida.

Su nana acarició el palo de fierro con los nudillos y ella tragó saliva cuando percibió su sonrisa torcida de la completa locura. Pero por un desconcertada y aterrada que estuviera, tenía que ir con su hermana y alejarla de ese monstruo que se hacía pasar como una segunda madre durante tantos años.

–¡Auxilio! ¡Por favor, algún guardia!– gritó entre sollozos.

De repente, su visión se borró cuando el palo de fierro impactó contra su mandíbula, desorientandola al instante, pero no lo suficientemente fuerte para noquearla. El golpe le provocó una cordada horizontal en la mejilla y poco a poco sintió como la primera gota de sangra descendía hacia su mentón y por el cuello.

Bruscamente, Lizzy la tomó de la barbilla dolorida y la obligó a mirarla a los ojos. Aunque no tenía aquel brillo de poder mágico característico de los seguidores Arium en los ojos, sólo estaba aquel destello de odio, ira, envidia y rencor de cualquier criminal común y corriente. Aquellos que no eran gran amenaza, pues la guardia real podía encargarse de ellos fácilmente.

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