Capítulo 32

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A su lado, la princesa Bloom dormía pasivamente. Sus suaves respiraciones reconfortaban a Corny, sin embargo, no la ayudaban a conciliar el sueño. Tenía miedo de cerrar los ojos y volver a tener pesadillas con aquel charco de sangre empapando los cabellos blancos de una víctima desconocida. Aun no encontraba una explicación lógica para sus sueños; Bloom no podía hacerlo, a pesar de que eran hermanas y compartían ciertas similitudes, pero ahora, eso era lo menos importante. Solo no quería ser presa de su subconsciente perturbado.

Sus ojos viajaron por toda la habitación; examinando cada sombra que proyectaba la luz de la luna detrás del filtro de cortinas y contando uno a uno los pasos de los guardias reales de cuidaban las habitaciones del castillo. Se negó a pensar en Leo y su pasado encuentro en aquella catastrófica fiesta, que acabó con lo poco de pureza que le quedaba y floreció la magia Arium que profesaría algún día.

Holy le había dicho que gracias a ella muchos dragon vivieron para ver otro amanecer, y, a pesar de que estaba orgullosa de alguna manera, nada le quitaba la sensación de que muy pronto dejaría a su hermana y a todo su pueblo desprotegidos.

Respiró profundamente para oxigenar su cerebro, y por fin se dio cuenta que jamás volvería a conciliar el sueño luego de tantos días inconsciente. Tenía que ser útil de nuevo, tal vez ya no con los deberes reales, pero sí con el libro que le dio Petter horas antes de irse a acostar. Se levantó cuidadosamente para no despertar a su hermana y se puso sus cómodas zapatillas blancas. A su lado izquierdo, en el pequeño mueble de madera, descansaba una lámpara de cobre y con ayuda de su magia encendió la vela dentro de ésta. Cuando la llama iluminó débilmente la habitación, tomó el asa de la lámpara y se acercó a la mesilla junto a la ventana.

Sus dedos acariciaron gentilmente la portada del libro con los escudos de los cuatro clanes y se estremeció. El libro era un poco pesado, pero nada de lo que no pudiera encargarse por sí sola. Con la lámpara y libro en manos, Corny asomo cautelosamente la cabeza, esperando que ningún guardia estuviera tan cerca de su habitación como para poder escabullirse hacia la biblioteca, pero ahí estaba... Leo. Casi marchando de un lado a otro, con la mirada cual depredador y muy atento a cualquier movimiento, olor o ruido.

Corny resopló silenciosa mientras pensaba en alguna manera de pasar desapercibida por Leo y supuso que tal vez podría usar su magia para evitar topárselo. Ahora que contaba con la magia Arium... y de haberse alimentado de un poderoso leviatán, podría conjurar el nivel 4 de la magia unicorn: La teletransportación.

Sonaba ridículo, pero si podía usar sus nuevas habilidades para cualquier cosa que no fuera la devastación, tenía que aprovecharlo. Después de todo, nada evitaría que su muerte llegara en cuestión de meses, semanas o posiblemente días. No le quedaba otra opción. Cerró la puerta, evitando que la cerradura evidenciara su planeo de fuga y dejando la lámpara en el piso frente a ella, abrazó con fuerza el voluminoso libro y cerró los ojos. Solo necesitaba pensar a dónde quería ir.

Las palmas de sus manos comenzaron a brillar, pero no como antes... Además de los destellos turquesas, burbujeaban pequeñas partículas completamente negras ­­–vibraciones mágicas Arium–, y bastó apenas un pensamiento de la biblioteca del castillo para que su cuerpo fuera rodeado por ramificaciones verdosas; en diferentes especies de flora, y en unos segundos, se encontró justo donde quería.

La biblioteca estaba abandonada desde el incidente con la bibliotecaria; ningún otro dragon se atrevió a venir después de eso, y ahora los libreros, escritorios, sillas y escritos estaban solos y polvorientos. El olor del abandono le provocó a Corny un escalofrío en todo su cuerpo, pero ignoró su miedo porque solo se trataba de una habitación oscura; nada que pudiera lastimarla ahí.

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