Capítulo 23

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Smoke aterrizó con elegancia frente a Corny y el batir de sus alas emitió una oleada de aire que alborotó los cabellos de Corny. Ésta levantó su mano a la altura de los ojos para protegerlos de la tierra y hojas que volaron a su alrededor. Entrecerró los ojos, levantó la barbilla y vio a la princesa Holy bajar del lomo de su dragona. Se preguntó qué se sentiría pasar la mayor parte del día flotando éntrelas nubes; sobre las casillas y las torres del castillo; sobre los océanos y las montañas; sintiendo el aire golpear con gentileza el rostro y presenciar cómo el sol de oculta al atardecer.

El pensamiento la estremeció.

Holy acarició el escamoso hocico de Smoke y ésta ronroneó, mientras de sus fosas nasales escapaban pequeñas nubes de humo. Corny se incomodó un poco. Aquel ronroneo le indicaba que la dragona liberaría su aliento de fuego, y la idea de estar cerca cuando pasara, no le agradaba mucho. Aún así, Corny se alisó el vestido que le obsequió la reina Aria, e irguió la espalda después de aclararse la garganta.

−Princesa Corny, no es necesario que guarde los protocolos en mi presencia− digo Holy cuando se plantó frente a ella.

Corny se sonrojó un poco y se llevó las manos a la espalda, sonriendo incómoda.

−Lo siento.

−No te disculpes− le pidió Holy −. La verdad yo odio los protocolos. Sé que como princesa es mi deber imponer el ejemplo por la educación, pero en realidad lo único de real que tengo; es mi real falta de interés por las reglas.

Ese comentario si le sacó una pequeña carcajada a Corny y Holy se enorgulleció de sí misma.

−¿Entonces tus padres no te han preparado para cuidar del reino en su ausencia?

−Oh por supuesto que lo hicieron− un gesto de asco apareció en su rostro −. Desde los 12 años hasta que cumplí los 17, se me dio toda la educación, principios y protocolos de una princesa, pero la verdad nunca fui lo que ellos deseaban− confesó mientras sacaba la espada de su funda pegada a su cinturón y comenzó a maniobrar como si estuviera peleando con alguien −. Ellos querían que practicara con mis sirvientes a dar discursos, a establecer una proclamación, cuando yo en realidad los obligaba a luchar conmigo, cada uno con su respectiva espada de madera.

Las mejillas de Corny se elevaron con su sincera sonrisa y disfrutó ver los ágiles y letales movimientos de Holy mientras peleaba con un contrincante imaginario.

−Pues en el estadio se les veía orgullosos a tus padres− inquirió Corny.

−Yo sé que están orgullosos. Cuando se dieron cuenta de que lo mío era luchar junto a nuestros guerreros, me permitieron entrenar con ellos luego de concluir con todas mis responsabilidades− clavó su espada en el césped con ambas manos sobre el mango y su mirada permaneció en el filo de su espada.

Extrañando la calidez en sus brazos, Corny se abrazó a sí misma. Recordó las miles de veces en que tomar algún hobbie en su niñez −poco después de que su madre falleciera−, y cada vez que lo intentaba, su padre la reprendía y obligaba volver a sus lecciones. Sólo a su hermana Bloom se le permitía faltar a sus deberes de vez en cuando y podía ir y venir del castillo hasta el pueblo para jugar con los niños. El joven hijo del panadero la invitaba a hornear postres; la hija de la costurera le enseño a bordar las finas telas de ceda; la hija del granjero la llevó a cosechar las ciruelas más dulces de su huerto; y el hijo del minero le regaló una corona de metal con un pequeño diamante en el centro.

Injustamente, su hermana tenía −y tiene− la libertad de probar cosas que una princesa no debería de hacer. Tenía la vida feliz que Corny siempre quiso y a veces sintió envidia. Pero el hecho de que ella fuera la futura reina de Hornland y que su hermana estaría mejor con ella a su cuidado, le ayudaba a seguir su papel.

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