Capítulo 29

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Una fuerte descarga de energía emergió del cuerpo de Corny, provocando que todos alrededor fueran empujados a varios metros de ella. Nidia, Julius y Seger se cayeron de espaldas al duro piso y se quejaron con un gemido. Algo así jamás se había presenciado ni siquiera cuando los leviatán aceptaron la magia Arium como parte de su nueva vida por conseguir el poder sobre todas las criaturas de la Tierra. Los vidrios de la mansión se rompieron en miles de pedazos, otros dos candelabros se desplomaron y los ciudadanos dragon gritaron atemorizados.

El cuerpo de Corny seguía flotando en el aire, pero no gracias a los poderes de Seger, lo hacía por su propia cuenta. Sus cabellos le rozaban las mejillas, frente, cuello y hombros mientras volaban en una brisa cargada de energía, que los esparcía como si se movieran igual que los tentáculos de un pulpo. Apretó los dientes con fuerza y su expresión se volvió maléfica cuando sus cejas formaron una línea recta, ajena a cualquier emoción. Poco a poco su piel comenzó a tornarse gris y de las raíces de su cuero cabelludo, comenzaron a teñirse algunos mechones en color negro.

Los ojos de Leo y Holy miraban atónitos aquella escena. No podían creer lo que estaba sucediendo. Sobre todo, Holy, que, aunque ella sabía la cruel descendencia y los riesgos del linaje de Corny, jamás esperó que fuera capaz de controlar semejante poder. ¿Sería acaso mucho más fuerte de los leviatán? No estaba segura, pues tampoco conocía la magia Arium en su máximo esplendor.

Un grito desesperado por parte de Corny, detonó otra oleada eléctrica de magia. Holy protegió sus ojos con la palma de su mano y los entornó para no perder de vista a Corny. Tenía que detenerla, antes de que fuera demasiado tarde y no pueda regresarla a su estado inofensivo. Miró de reojo a Leo, aunque no lograba reconocerlo por el antifaz, supo que era el único que podía ayudarla, ya que se mostraba muy valeroso mientras calmaba el pánico de los cortesanos.

Nidia, Julius y Seger se reincorporaron lentamente, sentándose con las piernas dobladas y las manos sobre el suelo. Sus oscuros rostros se encontraban desconcertados, pero a la vez maravillados de lo que estaba surgiendo desde la joven princesa unicorn. Los tres sonrieron gustosos de la vulnerabilidad de Corny, pero cuando ésta los miró, no compartió la misma satisfacción que ellos.

−Lamento decepcionarlos− comenzó Corny con voz doble −, pero no podrán saldar la cuenta que tenían con mi madre.

Las manos de Corny chispearon destellos eléctricos, levantó una de ellas a la altura de su rostro y conforme su puño se cerraba poco a poco, el cuerpo de Julius levitó sobre sus compañeros −de la misma forma en que Seger la había sujetado−. En esos momentos Corny deseaba verlos sufrir, tanto como ella estaba sufriendo desde el momento en que supo que el tártaro fue abierto; desde que su padre nunca quiso confesar cómo fue la muerte de su madre; y desde que sus días se estaban contando.

Julius flotó hasta que su rostro quedó frente al de Corny y ella le sonrió con su perfecta dentadura blanca de la que se enorgullecía.

−¿Sabes lo que solía decirme mi padre?

La pregunta era simple, pero él no sabía la respuesta. Se mantuvo callado, con la mandíbula apretando sus asquerosos dientes, intentó moverse o usar su propia magia para que la chica loca lo soltara, pero no andaba bien. Apenas sacudió sus muñecas, choques eléctricos quemaron su cuerpo. La magia de Corny era mucho más fuerte de lo que Julius o cualquiera de sus compañeros pudo imaginar. Nadie jamás había logrado bloquear sus poderes.

Yo soy el rey y a no se me cuestiona nada− recitó imitando la voz de su padre casi a la perfección y al final arrugó su nariz con asco −. Pero está más que claro, que, si yo voy a ser una futura reina, puedo hacer lo que yo quiera.

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