Capítulo 38

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Pasaron las horas, la noche fue siguiendo su curso, la tierra terminó su rotación y aquel hemisferio se vio cubierto de pura y radiante luz del sol que anunciaba un nuevo día en el cual, Andy se encontraba recostado en la cama con los brazos cruzados detrás de su cabeza, su vista estaba clavada en el techo y una inmensa sonrisa se formaba en sus labios, era tan intensa que era casi imposible que abandonara su rostro. A pesar de que le dolía la cabeza considerablemente por aquellas bebidas del día anterior, se sentía feliz por alguna extraña razón. Y es que cuando se despertó y miró a un lado, se dio cuenta de que su novio se encontraba ahí, durmiendo pacíficamente con la respiración tan relajada que parecía como un bebé teniendo un buen sueño. Sin embargo, notó que algo estaba diferente, revisó a su alrededor y se dio cuenta de que la cama estaba hecha un desastre y las prendas de ropa se encontraban regadas por todos lados. En ese momento solo hicieron falta algunos segundos para que todos los recuerdos regresaran a su mente tal cual ola de mar chocando con la playa. 

Se sintió la persona más feliz de todo el mundo. Muy difícilmente iban a lograr que aquella sonrisa se borrara de su rostro, es más, podrían decirle que Batman había muerto y entonces se pondría a llorar como un demente, porque, aunque estaba feliz, el saber que Batman está muerto sería horrible. Aunque estaba bastante seguro de que Batman jamás moriría por el simple hecho de que es Batman.

—¿Andy? —preguntó un castaño somnoliento—. ¿Qué pasó...?

El pelinegro volteó lentamente hasta encontrarse con su novio, quien bostezaba continuamente al mismo tiempo que se frotaba los ojos con su puños. Se veía tan malditamente adorable en ese momento que Biersack se sentía a morir en cualquier instante. Sin duda no había alguien más infantil y tierno que ese pequeño ser humano que estaba recostado en su cama un poco confundido y con la cabeza dándole vueltas, pues esas latas de Monster vacías no eran en vano. 

—Dios, mi cabeza va a explotar —se quejó. Trato de sentarse pero sintió dolor al querer realizar ésta acción, volvió la vista confundida a su novio—. Me duele el trasero —dijo como niño chiquito—, ¿por qué mierda me duele?

Biersack no pudo evitar soltar una carcajada ante las preguntas de su novio, quien era el más desorientado de los dos, pues no entendía nada de lo que estaba pasando en ese momento. Como era de esperarse por parte del castaño que la mayoría del tiempo no entiende que está pasando con el mundo. Por ello es que el ojiazul únicamente se echaba a reír.

Tras dos minutos de silencio y una cara de confusión por parte del de ojos oliva, Andy decidió acercarse hasta la cama para sentarse en el borde de ésta posando sus ojos sobre los de su novio. Claro, mostrando una enorme sonrisa que casi lo delataba por completo.

—¿De verdad no te acuerdas de nada? —preguntó en tono burlón.

—No —respondió mirando a su alrededor—. Pero esto es tan raro, ¿por qué mi ropa está botada en el suelo —la señaló.

—Amor —rió—, ayer nos pusimos ebrios, ¿sabes? Y por cosas del destino... tú y yo...

No le dio oportunidad de terminar su frase ya que Oliver abrió los ojos como platos mientras tapaba la boca del contrario con ambas manos. En ese instante un muy notable tono rojizo adornó sus mejillas y quería que la tierra lo tragase. 

—¿Me estás diciendo que a caso...? —insinuó, el contrario asintió—. Carajo.

Bajó lentamente sus manos dejando libre al pelinegro, quien se dedicó a mirarlo atentamente. Era un poco extraño para él la actitud que este estaba teniendo, y en cierta parte le asustaba un poco que aquella noche haya cometido una estupidez. Pero si era sincero, esa había sido una estupidez de la cual no se iba a arrepentir nunca. Había sido una de las mejores noches que haya tenido jamás y sería un imbécil si no la apreciara como se merece. Por otro lado, estaba el ojiverde, quien tenía la vista gacha, Andy no podía ver su expresión debido a que su cabello le cubría el rostro. Estaba demasiado quieto y eso era algo que le empezaba a aterrar.

—¿O-Oli? —preguntó—. ¿Estás bien pequeño?

No hubo respuesta de su parte, permanecía tan quiero que daba miedo. Pasaron unos cuantos minutos y nada nuevo ocurría. Se trataba de dos personas en una habitación en la cual no se oía ni un solo ruido por parte de nadie. Mientras uno se encontraba confundido, el otro esperaba respuestas ante la actitud que estaba teniendo su pareja. Cuando el pelinegro estaba a punto de levantar a su novio y lanzarlo por la ventana, éste alzó la vista, lo miró a los ojos y enseguida una sonrisa enorme se hizo presente en sus labios; de imprevisto, el castaño se abalanzó sobre su novio rodeándolo con sus brazos sin importarle que ambos cayeran al suelo, bueno, al menos por la parte de Sykes, quien cayó encima del contrario. 

—¡No puedo creerlo! —exclamó animado mientras se sentaba encima de su novio—. ¡Andy! ¡Tú y yo tuvimos sexo! 

—¿No quieres gritarlo más alto para que todos se enteren? —preguntó irónico—. ¿Por qué eres tan raro? Primero parece que tu vida ha terminado y después estás sumamente feliz por ello.

El castaño alzó los hombros mientras hacía una mueca chistosa para inclinarse y depositar un tierno beso sobre los labios del contrario, quien no tardó en corresponder el beso. Al separarse, Oliver tenía un extraño brillo en sus ojos, como cuando un niño se encuentra en medio de una dulcería y sabe que cuenta con el dinero suficiente para comprar sus dulces favoritos. 

—Deberías ir a darte una ducha —sugirió el pelinegro—. Puedes robar más de mi ropa si quieres.

—Tomaré su oferta, señor Biersack —respondió.

Sin vacilar, se levantó de encima de su novio para caminar hasta el cuarto de baño donde se daría otra de esas duchas al Olisaurius Style. Mientras tanto, el ojiazul se levantó del suelo para bajar hasta la cocina. Como era de esperarse, tenía planeado preparar el desayuno para su querido novio.

[...]

Ya dadas las cuatro de la tarde, Oliver decidió que ya era hora de partir a su casa, ya que no había estado ahí en unos cuantos días y lo más justo era ponerla un poco en orden, si es que al final no se arrepentía de mandarlo todo a la mierda y quedarse viendo series de nuevo hasta que su alarma sonara, como era de costumbre. Lo peor de todo es que si hacía eso, mañana tendría que afrontar un gran lunes con una cara de zombie que le daría risa a todas las personas que pasen a su lado. Ese era un hecho que ya tenía contemplado, pero realmente no le importaba. 

Andy insistió en acompañarlo, pero el contrario negó varias veces. Al final tuvo que huir del lugar saliendo por la ventana para correr hasta su casa, que no se encontraba muy lejos, pues sabía muy bien que se encontraba a unas cuantas cuadras. Lo que convertía ese hecho en una coincidencia muy conveniente para ambos

Bad Boy [Sysack] [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora