NelsonNatasha... Ese es su nombre.
Una chica arrogante. Su cabello negro con un degradado amarillo en sus puntas, sus ojos intensamente marrón oscuro, hermosas y largas pestañas.Su rostro y el sonido de sus carcajadas se pasea por mi mente mientras mi padre nos lleva camino a casa.
Es tan extraña, tan... Misteriosa.
-Te llama la atención.- Susurró Emily.
-¿Qué?- Pregunté saliendo de mis pensamientos.
-Natasha.- Respondió sin rodeos.
-Deja de imaginarte cosas.- Negué con la cabeza.
-No imagino nada; sé perfectamente cuando un chico está interesado en una chica.- Comentó encogiéndose de hombros.
-¿Por qué hablas con tanta seguridad? Sólo tienes 15 años.- Recordé.
-Y tú 18, estás lo suficientemente grande para saber lo que sientes.-
-Y te estoy diciendo que NO siento nada.- Dije pausadamente. Titubee.
-Lo que digas.- Volteó sus ojos.
El camino a casa una vez más fue silencioso, mi padre estaba muy ocupado hablando por teléfono como para escucharnos.
Espero poder reparar mi camioneta lo más pronto posible.
Aún no entiendo como una chica tan atractiva puede llegar a ser tan... ¿Mala?
Natasha
Tengo que admitir que esta tarde ha sido muy divertida junto a Alan.
Ya casi se acerca la hora de irnos, sólo tengo que pasar por mi chaqueta la cual está en mi casa.
-Dentro de unos minutos paso por ti, Alan.- Abrí la ventana de su habitación.
Alan es un chico muy diferente; confieso que cuando estaba pequeña, su rareza llegó a gustarme. Su cabello es negro y liso, sus ojos son muy parecidos a los míos, sus brazos delgados, su tono de piel algo pálido, su sonrisa enloquecería a cualquier chica. Pero, crecer junto a él me ha hecho mirarlo de otra forma, conociendo ese chico interior que pocos conocen.
Bajé por la ventana de la habitación de Alan como toda una profesional y llegué a mí casa procurando que notaran mi presencia...
Ya es un poco tarde. La oscuridad de la noche empieza a apoderase del azul del cielo. Cogí mi chaqueta, mis llaves y el casco que va en mi cabeza para protegerme en cada carrera.
Bajé las escaleras haciendo el mínimo silencio para no despertar a mis abuelos...-¿A dónde vas?- Preguntó mi abuelo encendiendo la luz de la sala de estar.
Suspiré frustrada y sabía que no tenía más escapatoria.
-Iré a competir.- Susurré entre dientes.
Mentir, ahora no es una opción. ¿Qué puedes decir tratando de engañar cuándo tienes un casco de protección bajo tu brazo?
ESTÁS LEYENDO
Conexión Desconocida
Jugendliteratur"Porque todo lo bueno comienza con un poco de miedo..."