Capítulo 27: Comencé a enamorarme de ti.

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Alan y yo hablábamos mientras jugábamos videojuegos en su sala de juegos.

Mi mejor amigo ahora me entiende más que nadie.

-Eso es trampa.- Dije al fijarme en la gran pantalla como me había eliminado.

-Igual, gané.- Sonrió.

A Alan nunca le ha gustado perder, desde pequeño siempre ha sido así.
Bueno ¿Y a quién le gusta perder?

Iba a comenzar otra partida cuando se escuchó la puerta de la sala de estar cerrarse. Era la voz de Drake y la de... Nelson.

Juro que mi corazón se aceleró al escuchar su sonora carcajada acercarse.

-Nelson no puede verme.- Comenté rápidamente buscando un lugar donde esconderme.

-¿Por qué?- Alan me observó extraño.

-Esta ropa es horrible.- Me miré.

Llevo puesto un short blanco, una sudadera negra, y unos zapatos deportivos... Nada presentable. Nelson siempre va bien vestido y púes todo le queda bien; yo estaba durmiendo, apuesto que él sigue viéndose hermoso incluso dormido.

-Claro que no, te ves bien. Además nunca te habías preocupado por eso.- Se cruzó de brazos.

Imité su pose. -Las cosas ya son diferentes.- Hice una pausa. -¿O te gustaría que Emily, te vea despeinado, sin zapatos y...-

-Buen punto.- Me interrumpió. -Ocultate allí.- Señaló el sofá que se encuentra contra la pared.

Escuché como estaban cada vez más cerca y rápidamente me escondí justo a tiempo.

-¡Copia negra, ya llegué!- Dijo Drake entrando por la puerta.

-¿Copia negra? Eso es nuevo.- Comenta Alan.

-Aquí yo soy la copia blanca y tú la copia negra.-

Que original, Drake.

-Me gusta.- Escuché como chocaron sus palmas.

-Me encontré a Nelson en el mercado.- Dijo Drake.

Hubo un segundo de silencio.

-¿Qué tal?- Habló Alan. -¿Cómo está tú hermana?-

Mejor amigo, no soportas estar un segundo sin saber de ella.

¿Nelson actuará igual que Alan cuándo yo no estoy? Digo, son hombres.

-En casa.- Respondió con una voz tranquila.

Ahs, cuanto detesto no poder verlo.

-¿Y Natasha?- Preguntó Nelson.

Tapé mi boca para no emitir ningún sonido de emoción.

Mi corazón va a explotar.

-No la he visto desde ayer.- Respondió Alan.

Por un momento pensé que diría algo como "Natasha está atrás del sofá ocultándose de ti" Más le vale que no lo haya hecho.

Ya me duelen las piernas.

-Bien, ambas chicas los tienen locos.- Dijo Drake. Rieron. -Acompañenme a arreglar las bolsas del mercado.-

Escuché como salían de la habitación y trancaban la puerta atrás de ellos; lentamente asomé mi rostro y al percatarme que se habían ido, salí sacudiendo mis piernas de algunos rastros de polvo.

-¿Por qué te escondías?- Susurró la voz de Nelson en mi cuello haciéndome dar un salto hasta darme la vuelta y tenerlo de frente.

Rayos.

Sonará tan estúpido si digo la verdad.

Me fijé en su vestimenta y llevaba un pantalón por las rodillas, un par de tenis y una sudadera azul arremangada por sus codos.
Cualquiera diría que acordamos vestirnos igual, con la diferencia de que él se ve perfectamente bien y yo sólo soy una chica que acaba de despertarse.

-Natasha.- Dijo haciéndome salir de mis pensamientos.

-Bien, digamos que no llevo puesta la mejor apariencia.- Agaché mi mirada avergonzada.

Nelson elevó una ceja, tomó mi mano delicadamente y me hizo dar una pequeña vuelta.

-Te ves hermosa.- Tomó mi cara entre sus manos. -Para mí, siempre lo serás, sin importar lo que lleves puesto.-

Lo observé a los ojos e inevitablemente sonreí.

-¿Sabes algo?- Susurré.

-¿Qué?-

-Has cumplido con tú misión.- Me puse de puntillas.

Nelson desvió su mirada por unos segundos y luego sonrió.

-Dejó de ser una misión cuando comencé a enamorarme de ti.-

Comencé a enamorarme de ti... Eso costará borrarse de mi mente.

Sus dedos acarician mis mejillas delicamente, debo estar roja como un tomate; su mirada bajó a mis labios y sin poder contenerme, lentamente uní sus labios con los míos.

No me culpen, es una tortura tenerlo tan cerca y no estar besándolo.

Sus manos ahora están sosteniendo mi cintura fuertemente y las mías se mantienen en su cuello profundizando el beso.
No hay otra sensación como ésta. Sus labios encajan con los míos perfectamente.
El contacto es suave al principio, pero luego, como si necesitara más, se apoya contra mí y me besa con ansiedad. Tardo un segundo en darme cuenta que le estoy devolviendo le beso con la misma intensidad.

Cada vez que dije que lo nuestro nunca ocurriría, algo me decía que me tragaría mis palabras.

Cada vez que dije que lo nuestro nunca ocurriría, algo me decía que me tragaría mis palabras

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