Capítulo 40: Es hora.

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Siento como el sol proveniente de la ventana da en todo mi rostro, despertándome de mi profundo sueño.

Lentamente abro mis ojos, y puedo darme cuenta de que estoy sola en la habitación de Nelson...

¿Y si su madre se dio cuenta de que yo estaba aquí? ¿O tuvo que irse sin decirme nada?

Antes de seguir haciéndome preguntas me levanto con rapidez y me dirijo al baño. No hay nadie. Me miro en el espejo y parece que un huracán haya pasado por mi cabello.

Ojalá Nelson no me haya visto así.

Como puedo aliso mi cabello con los dedos y lo recojo en una coleta alta; miro hacia la puerta a través del espejo y veo como la manilla comienza a moverse, corro y me oculto atrás de ella cruzando los dedos porque no sea su madre.

No sé por qué nos escondemos siempre si ya su madre sabe de nuestra relación y él es mayor de edad. Siento que la que tiene 18 aquí soy yo. Aunque en cierta parte prefiero que pasemos desapercibida.

Mi corazón late acelerado al ver como la puerta se abre lentamente dándole más suspenso a la situación. Tomo una gran y silenciosa bocanada de aire y me mantengo inmóvil.

Es Nelson. Lo veo adentrarse silenciosamente y de puntillas ¿Qué tanto misterio?
Dejo salir la respiración que contenía y él aún no se da cuenta de que estoy a sus espaldas.

-¿Me perdí de tu vista?- Digo asustándolo haciendo que de un pequeño salto.

Nelson se gira y lleva una mano a su corazón mientras que en la otra sostiene una bandeja... Mi atención se centra en su mano y quedo sin palabras al ver un plato de panqueques, junto a un jugo color rosa, supongo que de fresa y, un pequeño ramillete de rosas púrpuras.

Es hermoso.

-¿Qué es esto?- Pregunté.

Un carro de 5 ruedas. ¡Es obvio lo que es, Natasha!

Nelson sonríe dulcemente y toma mi mano delicadamente guiándome a la cama, donde ambos nos sentamos de piernas cruzadas.

-Hoy no es un día normal, y quise hacerlo especial.- Miró la bandeja en sus manos.

No me estoy muriendo, ni viendo corazones, para nada.

Hoy amanecí sarcástica.

Le sonreí e inclinándome un poco hacia él, tomé sus mejillas y deposité un corto beso en sus labios.

-¡Buen provecho, princesa!-

¿A las chicas no les pasa que les dicen "princesa" y es como si el mundo se viene abajo, sus mejillas se ruborizan intensamente, les dan ganas de gritar y saltar? Es como si estuvieran teniendo un ataque al corazón, pero sin morirse.

Todo lo que acabo de describir es lo que siento ahora.

Ambos, compartimos el desayuno, intercambiando sonrisas y miradas. Quisiera siempre estar así, Nelson ha sido la única persona que no me ha juzgado, incluso cuando me vio débil, llorando acurrucada en la raíz del árbol aquel día en la competencia.

-¿Te ha gustado todo esto?- Su suave voz me sacó de mis pensamientos.

-¡Oh, claro que sí!- Estiré mis piernas sobre la cama ya que comenzaban a acalambrarse. -No lo esperaba.-

Conexión DesconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora