Capítulo 33: Farías Hershey's.

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-¡Natasha, despierta!- Mi tía me movió de un lado a otro rápidamente.

Aún adormilada, apenas logro abrir mis ojos. -¿Qué ocurre?-

-Tú abuelo está grave, acaban de llevarlo al hospital.- Dijo entre sollozos.

Rápidamente me senté sobre la cama y observé como mi tía tenía sus mejillas húmedas en lágrimas, sus ojeras más resaltantes que hace unos días... Se veía desbastada.

-Necesito que me acompañes al hospital, por favor.- Su voz se quebró.

No sé como reaccionar al respecto. Me causa una rara sensación ver como las lágrimas de mi tía corren como un río por sus mejillas. Incluso, con la muerte de mis padres ella parecía verse fuerte.

-Te acompañaré.- Mi voz es seca.

Mi tía asiente mientras retira las lágrimas de su rostro y hace un gran esfuerzo para levantarse del suelo, donde estaba arrodillada.
Ella salió de la habitación arrastrando sus pies mientras yo me levanto y arreglo apenas.

Me miré en el espejo, otra veces he estado peor físicamente. Bajé y mi tía se encontraba tomando una taza de té en el sofá mientras miraba a la nada y sus ojos se enrojecían.

-Vamos, tía.-

Ella asintió y sin más pusimos rumbo al hospital.

Mi abuelo nunca ha sido el viejo que se sentaba en su silla y llenaba de besos y regalos a sus nietos.
Yo no he sido lo que él ha querido y, por eso, su afecto jamás me ha llegado.
Puede sonar muy feo esto pero... Yo no guardo ningún tipo de cariño hacia mi abuelo. Iré al hospital porque ahora teniendo otro punto de vista; mi tía está sola y, en el momento en que yo lo estuve, cuanto desee que alguien de mi sangre estuviera a mi lado, no hubo nadie y eso en cierta parte cambió mi vida por completo. No le deseo a nadie lo que a mí me ocurrió. La acompañaré porque a pesar de que mi tía no estuvo conmigo ni antes ni después de lo ocurrido, yo al menos le daré mi compañía.

Nelson me ha enseñado, que a pesar de lo malo que otras personas puedan tratarte, siempre se debe ayudarlas cuando lo necesitan, porque las cosas buenas se devuelven, pero las malas también.

Al llegar al hospital una horrible sensación me invadió.

No me gustan los hospitales.
Personas llorando en todos lados, personas corriendo de un lado a otro, ambulancias llegando y saliendo... Es horrible.

Mi tía preguntó por mi abuelo a uno de los doctores que revisaban entre sus documentos.

-El Señor Tomás, aún está en observación, ésta mañana ha llegado sin oxigeno y...- Observó como mi tía comenzaba a derramar lágrimas nuevamente. -Estamos haciendo todo lo posible.-

-Gracias.- Sollozó mi tía alejándose. La seguí.

Nos sentamos en la sala de espera; mi tía esconde el rostro entre sus manos y yo simplemente no sé qué hacer o qué decir.

-Discúlpame, Natasha.- Levantó su rostro mirando hacia el suelo.

Era lo que menos me esperaba en éste momento... Una disculpa.

-Te he tratado terrible y... No lo mereces.- Sus palabras cuestan en salir. Supongo que pedir pedir perdón no es fácil. -A pesar de todo estás aquí, cuando ni yo, ni tú abuelo estuvimos para ti.-

Sus palabras estremecían mi corazón.

Mi tía se lanzó a abrazarme y yo no supe cómo reaccionar, estaba inmóvil, sin poder creer lo que está pasando.

Conexión DesconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora