Capítulo 4: Nunca entres sin llamar

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Aiden golpeó cuatro veces la puerta de la casa. 

Christopher abrió y le dejó entrar.  En cuanto estuvo dentro, le besó en el cuello y le desabrochó la bragueta.

-No nos hemos visto en cuatro días.  Esperaba poder hablar un poco...

El capitán le levantó por las caderas y le empotró contra el papel pintado de la pared.

-Stefan ha salido a visitar el zoo con Daren.  Van acompañados debidamente por una carabina y un miembro de seguridad.  Estarán allí hasta mediodía y luego comeremos todos juntos. 

-Podemos hablar después -gimió Aiden – Yo he dejado a Patrick con la niñera.

El capitán le subió al cuarto y le arrojó sobre la cama.  Aiden gimió expectante.  Le gustaba así, sucio y muy duro.

-¿Ya has encontrado alojamiento para Corey y sus hijos?

-Sí.  Corey ha abierto una pastelería y viven en el piso superior, en un barrio modesto.  Ya no duermen aquí.

-Bien -el doctor se arrodilló para acabar de desnudarle - ¿y tú hijo y su príncipe?

-De momento Daren duerme en un hotel por respeto a mi hijo.  Dice que me devolverá el dinero.  Ha ido a hablar con Nicholas.  Asegura ser muy rico y por cómo actúa, me lo creo.

-Yo he traído al mundo a la hija de los Payne.

-Perfecto, ya nos hemos puesto al día en sociedad.  ¿Puedo follarte ahora?

-Ni te lo creas.  Yo voy a follarte.

-¿Así que vienes duro...?

Aiden se movió con una rapidez impresionante.  Sus ojos estaban amarillos mientras apretaba el musculoso cuerpo del capitán sobre la cama.

-Quiero marcarte.

-Se cerrará.

Aiden ignoró sus palabras y mordió su cuello, mientras empujaba con su miembro entre sus piernas.  Christopher gritó hasta que sintió seca la garganta.  El placer inundó su cuerpo y se sintió pleno pero su piel se cerró inmediatamente. 

Aiden protestó.  Pero el capitán no le permitió decaer su ánimo.  Se colocó sobre él, abriendo sus piernas.  Comenzó a frotar sus miembros.  Duros, calientes, húmedos.  Las protestas de Aiden se convirtieron en gemidos de placer. 

La habitación no estaba en silencio.  Fuera, el mundo continuaba su monótono día a día.  Carros de caballeros, vendendores, gritos de personas ofertando sus productos.

Y en el interior del cuarto, gemidos, sudor, calor y choque de piel contra piel.

El único producto que interesaba a Aiden era la polla de Christopher entrando y saliendo de él.

El semen del capitán inundó su interior y él gritó de placer.

-Christopher...

-Necesito que vivamos juntos.  Esto de no poder vernos a diario...

-Sabes que es sólo al principio.  Hasta que me organice...

-Papá, nos echaron del zoo... oh, Dios santo, perdón.

Stefan cerró la puerta y Christopher hundió la cara contra la almohada.

-Esto ha sido humillante.

-Estamos muy atractivos para rondar los cuarenta.

-Iré a hablar con él.



Stefan estaba en el salón.  Christopher bajo y se aclaró la garganta.

-Siento que hayas visto eso.

-Estoy un poco... sorprendido.  O sea, no esperaba veros así.  Esto no ocurriría si en lugar de amantes viviéseis juntos.

-Dos alfas.  En pleno Londres.  No iba a funcionar.

-Daren empezó a protestar porque los animales no deben estar en cautiverio.  Nos expulsaron.

-Al menos fue por una buena causa.  Recuerda las ballenas en libertad...

-Nunca podrían meter una ballena en un zoo.

-¿Irás a arreglar las cosas con él?

-Sí.  Os dejaré sólo.  Yo... lamento la interrupción.

Christopher se rió.

Su hijo se fue, aún avergonzado.

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