Llevaba toda la tarde dando vueltas por Gérardmer, tratando de aclarar mis ideas. No terminaba de creer que me hubiera sentido atraída por un alemán y me sentía extremadamente culpable por ello.
El panorama en el pueblo era desolador, los alemanes habían tomado las calles y por mucho que quisiera concentrarme en lo demás, lo único que veía eran hombres en uniforme. Ensimismada, apenas me di cuenta cuando una voz se dirigió a mí. Me giré.
-Te he buscado por toda la ciudad. -Era el soldado de antes.
Me quedé mirándolo en silencio, sus ojos negros se clavaban en los míos con la intensidad con la que un rayo golpea la tierra. Nos quedamos inmóviles y finalmente acabé por levantar la cabeza, no bajaría la mirada ante un alemán. Él suspiró y de pronto sentí sus manos tomar mi rostro con delicadeza. Paralizada por la sorpresa, me dejé agarrar y observé cómo su cara se acercaba la mía. Al ver su rostro emborronado por la proximidad, un escalofrío recorrió mi espalda entera.
Al darme cuenta de lo que aquel hombre iba a hacer, me solté de su amarre, le di una fuerte bofetada en su dorada mejilla y salí corriendo, dejándole con la palabra en la boca.
Me derrumbé y pegué un fuerte puñetazo a la almohada. También hubiera querido gritar, pero prefería que nadie se preocupara por mí.
Emmanuel entró en mi habitación y se sentó en el borde de mi cama.
-¿Te he escuchado liberar tensión?
-Me molesta que esa escoria nos haya invadido -respondí, intentando apelar a sus sentimientos.
-¿Has escuchado los disparos y las explosiones? -las líneas de combate están aquí al lado.
Asentí y suspiré.
-Esperemos que no nos bombardeen.
-Se habla de un armisticio en Francia, siempre y cuando el ejército se rinda y reconozcamos que estamos bajo el dominio alemán. -Murmuró. Contrariamente a lo que pensaba, sí que parecía bien informado sobre la situación-. ¿Tú que prefieres? ¿Violencia y libertad o paz y sumisión?
Me quedé en silencio, pensativa.
-¿Quieres que te diga la verdad? -Respondí finalmente.
En su rostro se dibujó un amago de sonrisa y colocó su mano en mi espalda afectivamente.
-Por eso mismo te lo pregunto. He visto la guerra desde dentro y por mucho que me duela, prefiero que nos gobiernen esos monstruos a que esos mismos monstruos sigan matando a inocentes.
Apretaba los puños y tenía la mirada perdida en el infinito, pero sabía que no estaba furioso del todo.
-Yo pienso lo mismo. -Me tumbé y él me imitó-. Y me alegro mucho de poder hablar contigo como antes. -Dije con la mirada perdida en el techo.
-Céline, nada es ni será como antes. -El labio le temblaba y sentí cómo estrujaba con fuerza el edredón.
A través de la ventana abierta, escuchamos pasos pesados aproximándose a la casa. Me levanté y me asomé, no era madre. Se trataba de un hombre vestido con sombrero y una gabardina negra que se encaminó hacia la puerta. Unas manos se posaron sobre mis hombros.
-¿Le conoces? -Susurró mi hermano a mi oído.
-No le distingo la cara, ¿qué hacemos? ¿Le preguntamos qué quiere?
-¿Y si va armado? Quedémonos dentro. La gabardina estando a treinta y cinco grados no me gusta.
El extraño llamó al timbre repetidas veces y al no recibir respuesta se sentó a la sombra a esperar, sabía que la casa estaba habitada y que madre vendría tarde o temprano. Observamos sus movimientos durante horas. De vez en cuando se levantaba a estirar las piernas o sacaba algo de su bolsillo y lo ojeaba, pero apenas se movió de su sitio.
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El abismo que nos separa | Segunda Guerra Mundial
Historical FictionPrimero nos invadieron. Ocuparon nuestra hermosa patria como si tuvieran el derecho a ello, solo por el prestigio que creían que unos cuantos kilómetros de tierra les otorgarían. Se instalaron en nuestros hogares como su fueran los suyos, pues técni...