Capítulo 64: Trabajo

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Estela y Cecilia se encontraban cómodamente en el sofá. Ambas conversaban de forma relajada. Estela estaba apoyada en las piernas de su madre, mientras esta le hacía masajes en la cabeza.

―Me alegro que la comida fuese bien ―le sonrió Estela desde su posición―. Tres años ya, ¿eh?

―Sí, quien me iba a decir que podría conseguirlo. ¿Y has visto la placa que me han hecho?

―Creo que me la has enseñado... ¿cuatro veces ya? ―rió su hija cerrando los ojos con las caricias de Cecilia.

―Tienes razón, pero estoy muy orgullosa de mí, ¿sabes? Todos estos días estaba demasiado nerviosa por la comida, y mira que rápido ha pasado ya.

―Tres años sin drogas ni alcohol, mamá, ¡es para estar orgullosa! ―Estela se sentó en el sofá y abrazó fuertemente a su madre―. Yo también lo estoy de tener una madre tan fuerte y valiente.

―Aunque ya has visto como estos días me he derrumbado un poco... ―murmuró la mujer sin dejar de abrazar a su hija.

―Si te digo la verdad, yo también he estado un poco nerviosa estos días, pero, con tu celebración de los tres años, ya estoy más tranquila.

―Yo también, cielo. Y tenemos que seguir recuperando el tiempo perdido ―dijo apartándose un poco de ella.

―Lo sé. Cuando acabe todo esto, lo recuperaremos de verdad.

―Espero que eso pueda ser algún día ―espetó su madre.

―Hombre, debería de ser así, aunque por ahora... ―murmuró lo último.

―Bueno, no pensemos en eso ahora. Tengo que contarte algo muy importante.

Ante aquellas palabras, Estela se sentó bien al lado de su madre, preparada para escuchar la noticia que le tenía que dar. O quizá se tratase de un cotilleo. Le daba igual lo que fuese, lo que le importaba era verla así, radiando felicidad.

―Hoy, en la comida, nos hemos enterado de algo increíble.

―¿Paqui y Juan se casan? ―Preguntó Estela haciendo referencia a dos de sus compañeros del centro.

Su madre negó ante aquella pregunta y rió por lo bajini.

―No, aunque hubiera sido también una gran noticia. Esta es otra. Como sabes, el centro nunca ha tenido muchos recursos y siempre ha estado al borde, aunque han luchado mucho por sostenerlo para que no deciaga.

―Lo sé, una vez Izan dio un donativo y os ayudó un poco ―Estela sonrió ante aquel recuerdo.

―Ya. Y de algo parecido se trata. No de Izan, pero sí de un donativo de mucha cantidad ―dijo gesticulando con la mano hacia arriba y abajo, repetidas veces, para indicar que de verdad había sido mucho dinero.

―¿En serio? ¡Pero eso es genial! ―Exclamó su hija abrazándole de nuevo―. ¿Y quién ha sido? ¿Se sabe? ―Preguntó cuando se separó.

―No se sabe nada, solo que fue una donación anónima.

―Bueno, lo importante es el donativo ―afirmó su hija.

―Sí. Además, ahora van a crear varios proyectos gracias a ese dinero, centrando algunas actividades en la prevención de drogadicción en los adolescentes.

―¡Eso es genial, mamá! Van a ayudar a mucha gente.

―Vamos ―sonrío su madre enarcando una ceja mientras intentaba contener una sonrisa.

―¿Cómo que vamos? ¿Qué quieres decir con eso? ¿No será qué...?

―¡Voy a trabajar en el proyecto! ―Exclamó su madre y ambas zapatearon, con las zapatillas de casa puestas, en el suelo, a causa de la emoción.

―¡Esta es la mejor noticia que he tenido en mucho tiempo! Pero... ¿Te pagarán algo o al ser del centro es solo de forma voluntaria?

―Un poco de ambas cosas. Yo, junto a otros compis, empezaremos a dar algunas charlas preventivas. Vamos a cobrar, pero muy poco. Pero por algo se empieza. Quieren que tengamos mayor facilidad a la hora de volver a buscar trabajo, ya que nadie lo hemos conseguido, nuestra situación, ya sabes, siempre echa para atrás a la hora de contratarnos.... ―murmuró algo cabizbaja pero después volvió a mirar a su hija a los ojos―. Por eso también hacen esto, como ya digo, así tenemos referencias de trabajo reciente. ¿A que es genial?

―¿Y por qué dices entonces que son las dos cosas? ―Quiso saber su hija.

―Bueno, como ya digo, no cobramos mucho y en parte lo hacemos porque queremos ayudar a otras personas. Hay algunos proyectos por los que no cobraremos nada, pero sigue siendo genial ―ambas se fundieron de nuevo en un abrazo para, un rato después, separarse.

El silencio impregnó la pequeña y deteriorada sala. Pero era uno agradable, madre e hija estaban concentradas en sus pensamientos ante los cambios que aquel acontecimiento iba a producir en sus vidas.

―Mis noticias, en cambio, no son tan buenas ―Estela murmuró de pronto.

―¿Qué quieres decir? ―Preguntó su madre tocándole el pelo, pero en esta ocasión ambas estaban sentadas.

―Este sábado tenemos la cena con la familia de Izan.

―Uf, ¡qué pereza! Pero bueno, cuanto antes nos la quitemos mejor, ¿no? ¿Pero no hay rodaje el sábado allí, verdad?

―No, ya no hay. Solo que no me apetece mucho tanto paripé...

―¿No me estarás ocultando algo?

―Mamá, no digas tonterías. Solo que con lo del rodaje le inventé una tontería a Amanda para posponer la cena, pero ya tuve que desmentirla, por así decirlo.

―¿Qué quieres decir con eso? ―Inquirió Cecilia con interés.

―Bueno, me inventé que podría estar embarazada ―murmuró antes de que ambas estallaran a carcajadas.

―¿Y se lo creyó? ―Preguntó cuando comprobó que ya no podía salir más risa de su interior, o quizá sí, pero al menos podía controlarla.

―Sí. Pobre, seguro que aunque no lo dijese, estaba dramando ella sola al pensar que se convertiría en tía.

―Seguro que se le pasaría al pensar que la preocupación haría que le salieran arrugas ―Cecilia rió a carcajadas ante su propia ocurrencia.

―¡No seas mala, mamá! ―Dijo su hija entre risas.

―Oh, perdona. Yo no soy quien se va inventando embarazos por ahí.

―No se me ocurrió otra cosa. Además, ya le dije que era una falsa alarma y que no iba a ser madre.

―Por su puesto, es una escusa que se va a poner de moda ―Cecilia volvió a reír a carcajadas contagiando a su hija.

―¡Vamos a parar ya, anda! ―Dijo Estela calmándose al fin―. Que tenemos solo unos días para prepararlo todo y ensayar mucho.

―Pues manos a la obra, ¿no?

Lo que le había contado Estela a su madre, era una verdad a medias, por su puesto. Tras las insistencias de Amanda por saber si había contactado con su ginecólogo, tuvo que volver a mentir y decirle que sí. Y como sabía que aquella respuesta haría que la hermana de Izan quisiera saber el veredicto final, le había dicho que había sido una falsa alarma. En realidad lo único en lo que había mentido a Cecilia, era en el motivo de porqué atrasar la cena lo máximo posible. No tenía nada que ver con ningún rodaje, sino por el intercambio de cuerpos, pero se había visto entre la espada y la pared con Amanda y, por tanto, tuvo que terminar la mentira del embarazo para no alargarla más. Así que ahora tendría que estudiar, junto a la ayuda de Izan, como hacer para que Nico y Cecilia no llegasen a hablar a solas el sábado. Sería difícil, pero haría todo lo posible para que no pasase. No tenía más opciones.

Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora