Nico e Izan eran ajenos a lo que había ocurrido allí, o por lo menos se habían desentendido lo máximo que habían podido. Para ellos, en aquel momento, no había nadie más a pesar de ser conscientes de que no era cierto, pero su conversación era lo único que en ese momento les importaba.
―¿Por qué leíste mis diarios? Pensé que habíamos quedado en que no hurgaríamos en las cosas del otro. Y no me digas que diste con ellos por casualidad, porque estaban bien escondidos... ¡Hasta con contraseña! ―Exclamó llevándose las manos a la cabeza―. Por cierto... ¿cómo supiste la contraseña? ―Quiso saber.
―Sí, dijimos que nada de eso, pero lo hice, ¿vale? Eso no importa ahora... Y la contraseña, me costó descubrirla pero lo hice después de muchos intentos.
―Sí que importa, Nico. No sabes lo angustiado que estaba porque encontré la trampilla de tu cajón... ―dijo avergonzado―. Me sentía mal por haber descubierto lo que guardabas allí.
―¿Hola? ¿Y me echas en cara lo de los diarios? ―Puso los brazos en jarra mientras le miraba de forma acusadora.
―Bueno, vale, los dos hemos hecho mal, sí. Pero, ¿por qué leíste los diarios? ¿Y en serio te costó tanto descubrir la contraseña? ―Inquirió.
―Los leí porque los descubrí, ¡qué preguntas más obvias, Izan! Y sí, me costó trabajo saber qué contraseña habías puesto. ¿Cómo iba a pensar qué...? Aunque después de leer los diarios le encontré lógica ―sentenció sonriendo.
―¿Pero has leído, todo, todo? ―Preguntó haciendo un puchero avergonzado.
―No, me he saltado las páginas impares ―ironizó haciendo un chasquido con la lengua.
―Nico, no bromees con estas cosas, por favor... Esto es serio...
―¿Te crees que no lo sé? Claro que es serio, demasiado diría yo ―esta vez Nico no mostraba señal de ninguna sonrisa, más bien le miraba con seriedad.
―Así que ya lo sabes todo... ―resopló―. Supongo que ahora me odiarás más que antes, ¿no?
―Antes no te odiaba, Izan...
―Te he hecho mucho daño estos años...
―Lo sé, pero no te odiaba. No entendía que te pasaba, incluso creí que era otro el motivo. No me gustaba tu actitud y me dolía, pero no había llegado a odiarte.
―Pero supongo que ahora sí lo harás... Es lo lógico.
―Lógico. ¿Qué es algo lógico, Izan? ¿Qué nuestros cuerpos se intercambien de la noche a la mañana lo es? Lógico no hay nada en esta vida...
―¡Joder! Deja de decir tonterías. Te has enterado del porqué te he estado molestando haciéndote daño estos años, no me vengas con cosas filosóficas, Nico... ―le suplicó Izan.
―¿Qué quieres que te diga? ¿Qué te odio por no decirme la verdad en este tiempo? La verdad es lo que debería de hacer, pero no puedo...
―¿Pero qué...? ―Izan le miró con incredulidad.
―No, Izan, no. No te odio. Claro que me molesta que me hayas hecho daño. Claro que me duele que decidieras por los dos y me ocultaras la verdad. No soy tonto tampoco. Hubiera sido más fácil que me dijeras la verdad, al menos yo no hubiera sufrido estos años sin entender porqué de la noche a la mañana me tratabas como si no fuera nadie, como si no existiera en tu vida, como si no fuera tu amigo, ¡como si no fuera tu novio! Claro que me molesta, claro que aún me duele haberte visto besándote con otra persona delante de mí. Por supuesto que todo sería más fácil si me hubieras dicho la verdad, si me hubieras explicado por qué lo hacías...
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Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yo
Novela Juvenil¿Qué pasaría si un día te despertases en un cuerpo que no es el tuyo? Esto es lo que le ocurrió a Nico e Izan, quienes una mañana se despertaron en el cuerpo del otro. A partir de aquel momento, tendrían que hacer frente al problema y descubrir jun...