Capítulo 83: Me quiero

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El día de la fiesta de despedida de Casandra llegó, y con este, los últimos preparativos. Mientras que el personal se dedicaba a realizarlos, algo de lo que ella no se encargaría, Nico se encontraba en la habitación de Izan a punto de arreglarse.

Después de lo que había sucedido en el patio del instituto, no habían vuelto a hablar. Nico no sabía que decirle, y el otro tampoco se había acercado, así que decidió no dar ningún paso. De todas formas aquella misma tarde se verían, y no precisamente en unas circunstancias comunes. ¿Qué dirían Malena y Ángel al ver llegar al que creían que era Nico? ¿Lo echarían a patadas de allí? ¿Lo echarían sin ser conscientes de que en realidad era su propio hijo? Esas y muchas preguntas más azotaban la mente de Nico.

Mientras su mente se encontraba analizando las distintas situaciones que podrían darse aquella tarde, miraba en el vestidor qué podría ponerse. Sacó unos pantalones que consideró que podrían ser arreglados, o al menos la marca que tenían invitaban a eso. Los soltó en la cama y se adentró nuevamente para ver con qué camisa pija acompañarlos. La indecisión le hizo escoger dos. Una era beis tostado mientras que la otra era azul claro. Ambas eran de manga corta y bastante arregladas. El suave toque en la puerta de la habitación hizo que diera un respingo, para después hacer pasar a la persona que estaba esperando. Supuso que se trataría de Casandra. Quizás podía preguntarle a ella qué camisa escoger. Sí, aquella era una buena idea.

La puerta se abrió para después cerrarse.

―Casandra, ¿cuál me queda mejor? ―Sonrió Nico asomando la cabeza por la puerta del vestidor.

Pero no se trataba de Casandra. Tampoco de ninguna persona que perteneciera a aquella casa. Tuvo que agarrar con fuerza ambas camisas para que no se cayesen de su brazo. ¿Pero qué hacía allí Izan?

―¿Qué haces aquí? ―Se animó a preguntar.

―Me habéis invitado a la despedida de Casandra, ¿no? ―dijo con las manos metidas en los bolsillos de unos vaqueros que llevaba.

Aquellos vaqueros no pasaron desapercibidos ante la mirada de Nico, quién antes de volver a hablar, echó una rápida mirada a su vestimenta. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro prestado.

―Me quedan bien esos pantalones.

―¿Gracias? ―Preguntó Izan encogiéndose de hombros.

El joven se sentó en el filo de su cama, observando como Nicolás tenía en sus manos varias prendas de ropa. Por su parte, el otro se había quedado con la mirada perdida por unos instantes.

―Esa camiseta me la regaló mi madre un par de semanas antes de... ―murmuró Nico mirando la camiseta de color negra con letras blancas estampadas.

―Sí... Oye, si no quieres que me la ponga, vuelvo a tu casa y me cambio, por mí no hay problema.

―Por mí tampoco. O sea, que puedes ponértela ―sonrió levemente―. Hace demasiado tiempo que no me la pongo... Supongo que ya va siendo hora.

Y era verdad, hacía tiempo que la había guardado en lo más profundo del cajón, temeroso de sacarla de nuevo, a pesar de que hubo un tiempo que incluso la había usado para dormir, ya fuera en casa de sus abuelos o en lo de Izan.

―¿Estás seguro? ―Insistió Izan, preocupado de que aquello pudiera poner mal a Nico.

―Mucho. Ahora dime, ¿cuál camisa me pongo? ―Mostró ambas, pero Izan negó con la cabeza―. De verdad, que no pasa nada porque te la pongas. La última vez que me la puse fue una noche para dormir aquí...

―No, no me refería eso. Es por las camisas ―señaló―. No creo que sea justo que yo me ponga lo que quiera y tú no.

―¿Tú quieres que tu madre empiece la tercera guerra mundial? Porque te aseguro que si me pongo lo que quiera, puede suceder ―bromeó.

Quiero ser tú para enamorarme de alguien como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora